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Lunes, 25 de noviembre de 2024



COLUMNISTAS


Más sobre la complejidad de la transición energética actual (II)

Roberto Dobles [email protected] | Lunes 26 agosto, 2024


En la columna anterior se analizaron una serie de aspectos claves relacionados con la transición energética que debe realizarse en el siglo XXI como parte de la lucha contra la creciente amenaza del cambio climático.

En esta columna se analizarán otros aspectos importantes adicionales relacionados con la transición energética actual.

1. Diferencia entre las transiciones energéticas del pasado y del siglo XXI

La transición energética que requiere el mundo en el siglo XXI es muy diferente a las del pasado debido a la urgencia de mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan y aceleran el cambio climático, lo cual representa una gran amenaza para la humanidad y los sistemas naturales.

Por esta razón, el agravamiento continuo de la crisis climática está en el centro de la atención sobre la necesidad de realizar una transición energética a una escala que se asemeje a una nueva revolución energética e industrial “baja en carbono”.

El cambio climático es uno de los desafíos más grandes que enfrenta la humanidad, lo cual está fomentando una profunda transformación económica, social y ambiental que afecta a todas las actividades humanas, incluyendo el sector energético.

Las políticas climáticas de los países se han convertido en la principal fuerza motora para acelerar la transición energética del siglo XXI. Se busca que las políticas climáticas tengan impactos significativos en la naturaleza y la velocidad de la transición energética actual.

Mientras que las transiciones realizadas en el pasado estuvieron impulsadas en gran medida por las enormes ventajas que las modernas tecnologías emergentes traían (económicas, sociales, etc.) y por las fuerzas de los mercados que indujeron a desarrollar y utilizar nuevas y mejores fuentes de energía, la transición actual está siendo impulsada por políticas mandatorias que buscan provocar un cambio radical en el sistema energético mundial.

Cada una de las transiciones anteriores se desarrolló a lo largo de un siglo o más, y ninguna fue el tipo de transición que se visualiza actualmente, ni con la urgencia y velocidad que se busca.

Para realizar la transición actual, no sólo se requiere desarrollar y usar nuevas y mejores tecnologías y nuevas fuentes de energía, sino que además se requiere cambiar por completo las bases energéticas de la economía global y hacerlo en un poco más de un cuarto de siglo. Los expertos internacionales estiman que esta es una ambición muy grande que hasta ahora nunca se ha intentado nada parecido a esta gran escala.

La transición energética del siglo XXI requiere de una revolución tecnológica más acelerada y de políticas públicas (económicas, tecnológicas, energéticas, etc.) apropiadas que aceleren el cambio del sistema energético mundial a la velocidad que se necesita.

Conforme avanza la transición energética actual, los desafíos y la complejidad de llevarla a cabo se vuelven cada vez más evidentes, así como las necesidades y las acciones a tomar.

La magnitud, la multiplicidad y la variedad de factores que intervienen, la velocidad del desarrollo que se busca dada la urgencia que existe de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y la complejidad del despliegue masivo de las nuevas tecnologías depende de la incertidumbre que hay todavía en cuanto a la evolución de muchos factores.

Entre estos factores se encuentran la evolución de los costos en el tiempo y los plazos en que las tecnologías emergentes y las nuevas fuentes de energía se vuelvan competitivas en el tiempo para tener un impacto creciente.

Un artículo titulado “On some economic principles of the energy transition”, publicado por Science Direct hace un tiempo, señaló lo siguiente:

• Las transiciones energéticas son procesos difíciles y muy complejos de caracterizar cuando se utiliza un pequeño número de factores.

• Las transiciones energéticas son por su naturaleza misma multidimensionales, complejas, no lineales, no deterministas e inciertas y, por lo tanto, difíciles de caracterizar. Requieren de una transformación de los actores y de su conducta, de los mercados, y un cambio en las regulaciones y en las políticas existentes.

• Se requiere de un cambio en las preferencias de los consumidores por energías más limpias y este cambio exige nuevos modelos de negocio.

• Las transiciones energéticas anteriores se realizaron durante largos períodos de tiempo. Sin embargo, la transición energética actual debe darse a un ritmo rápido sin precedentes y se centra en reducir uno de los muchos atributos de la energía actual: las emisiones de carbono.

• Dadas las tecnologías y las perspectivas tecnológicas actuales, la transición energética del siglo XXI hacia las fuentes renovables no será completa en las próximas décadas.

• Dadas estas perspectivas, la mayoría de los sistemas energéticos compatibles con el Acuerdo de París incluyen petróleo, gas natural y carbón como parte de la combinación eléctrica.

• La transición energética actual es un cambio hacia fuentes de energía bajas en carbono y hacia la electrificación.

• La actual transición energética responde principalmente a los impactos climáticos relacionados con la energía.

• La transición actual hacia fuentes de energía más sostenibles se ve limitada por la creciente demanda de energía a nivel mundial, especialmente en las economías emergentes y menos desarrolladas.

• La transición energética global se está midiendo con base en tres criterios principales, comúnmente conocidos como el “Trilema Energético”: seguridad energética, asequibilidad energética y sostenibilidad ambiental.

Un estudio titulado “Every energy transition is different”, elaborado y publicado por EY, señaló lo siguiente

• Nuestro sistema energético se ha transformado varias veces antes, pero no de esta manera ni tan rápido. Con la transición actual, estamos tratando de reconfigurar la economía global para cumplir con un imperativo ambiental urgente.

• Las transiciones se producirán a diferentes velocidades en diferentes países, dependiendo de las motivaciones y recursos de los mercados individuales.

• Se dará una transición volátil.

• Estamos entrando en una década de disrupción, moldeada por nuevas tecnologías y respaldada por políticas gubernamentales.

• El desarrollo de las energías renovables hasta la fecha ha sido relativamente sencillo en comparación con lo que vendrá después.

• Descarbonizar un sector impulsado en gran medida por hidrocarburos es un desafío mucho más difícil, y nuestra capacidad para abordarlo determinará el éxito final de la transición mundial hacia las energías limpias.

• Lograr que esto suceda implicará que los gobiernos enfrenten decisiones difíciles, equilibrando las prioridades económicas, sociales y ambientales para establecer políticas que envíen las señales correctas al mercado.

• Las transiciones energéticas en todos los países solo tendrán éxito si ofrecen más valor a los consumidores industriales y a los usuarios finales y esto requiere soluciones de energía limpia que sean realmente mejores y más baratas.

• Las nuevas cadenas de suministro deberán evolucionar para poder satisfacer la creciente demanda de diferentes minerales y materiales.

• Para las empresas de energía y servicios públicos, minería y metales, y de petróleo y gas, el camino por delante será desafiante y a menudo incierto.

• Reestructurar las operaciones, la cultura y las relaciones con los clientes será complejo y requerirá de enormes inversiones, nuevas capacidades y habilidades diferentes.

• Los sectores tendrán que hacer diversas concesiones para mantener en equilibrio la seguridad energética, la sostenibilidad y el suministro a bajo costo (asequibilidad).

2. Altos y bajos de la transición energética actual

Dada su complejidad y sus características únicas, la transición energética actual tiene altos y bajos en su grado de avance y en su velocidad en el tiempo, debido a la evolución de muchos factores relacionados con el entorno nacional e internacional (económico, social, geopolítico, etc.) que afectan la transición.

Un estudio publicado por el World Economic Forum, titulado “Fostering Effective Energy Transition 2023”, que analizó la transición energética en 120 países, señaló lo siguiente:

• Después de una década de avances, la transición energética global se ha estancado en medio de la crisis energética global y las volatilidades geopolíticas.

• La reciente crisis energética es de alcance global debido a que las cadenas de suministro de energía están muy interconectadas. Sus características exigen un replanteamiento integral de la estrategia de seguridad energética frente a un panorama de muchos riesgos emergentes.

• A pesar del fuerte impulso que se le dado, la transición energética se está viendo desafiada por exigencias y preocupaciones de corto plazo.

• La transición energética actualmente se encuentra en un punto crítico de inflexión en medio de una serie de shocks con efectos agravantes.

• Si bien se han dado importantes avances en el mundo en materia de energías limpias y sostenibles, están surgiendo desafíos relacionados con la equidad de la transición (acceso justo y asequible a la energía en precios y desarrollo económico sostenible), lo que ha inducido a los países a modificar su enfoque de desarrollo energético hacia la seguridad energética.

• Las puntuaciones promedio globales de Índice de Transición Energética (ETI, por Energy Transition Index) aumentaron un 10% desde el 2014, pero mostraron solo un crecimiento marginal en los últimos tres años.

• La volatilidad del mercado energético, resultante de los acontecimientos macroeconómicos y geopolíticos de los últimos tres años, ha provocado shocks extremos de precios, exacerbando la pobreza energética de los países y estancando el acceso asequible a la energía.

• Sólo el 18% de los países en el 2023 equilibraron los imperativos y los objetivos del Trilema Tnergético (seguridad energética, asequibilidad y costos bajos de la energía y descarbonización).

• La equidad energética (que incluye costos bajos) se ha visto comprometida a medida que la transición se centraba únicamente en políticas seguras y sostenibles.

• Los 10 principales países con el mejor desempeño en la transición energética representan sólo el 2% de las emisiones globales de CO2 procedentes del uso de combustibles fósiles y el 4% del suministro total de energía del mundo.

• La falta de un progreso consistente y equilibrado (en el Trilema Energético) ha puesto en relieve los enormes desafíos que enfrentan muchos países mientras navegan por la transición energética.

Otro estudio, publicado por DNV (Det Norske Veritas) de Noruega, titulado “Energy Transition Outlook 2023”, concluyó lo siguiente:

• La transición energética parece estar estancada.

• Mientras que muchos proyectos de energías renovables están experimentando un aumento de costos, debido a las presiones inflacionarias y de las cadenas de suministro, los altos precios del petróleo y el gas natural están impulsando un aumento de la exploración.

• La seguridad energética está pasando a ser una prioridad en la agenda de los países.

• La evolución geopolítica en los últimos 18 meses ha puesto la seguridad energética en la cima de las prioridades al centrar la atención en la interrupción del suministro de energía y en los “shocks” de precios para los países importadores de energía.

• En todo el mundo, la energía producida localmente (renovable y no renovable) se está priorizando sobre las importaciones de energía, ya que la energía de origen nacional es más difícil de alterar.

• El abastecimiento local de energía y de infraestructura energética está surgiendo como un objetivo nacional prominente.

• Muchos países están mirando la energía nuclear con renovado interés.

• Hasta el momento, las energías renovables han satisfecho parte de la demanda energética adicional del mundo, pero no toda.

• A nivel mundial, se están dando emisiones récord provenientes del consumo de energía fósil, las cuales están en camino de aumentar aún más en el 2024.

• Se prevé que la adopción de vehículos eléctricos y las instalaciones de energía solar fotovoltaica, ambas actualmente en niveles récord, continúen con fuerza.

• Se prevé que la producción de electricidad con energía solar y eólica se multiplicará por 13 para mediados de siglo.

• La electrificación se duplicará con creces de aquí al 2050, lo cual aportará nuevas eficiencias al sistema energético, y reducirá a largo plazo el costo por unidad de energía para los consumidores.

Sin embargo, un tema crítico es la rapidez con la que esto puede suceder, ya que la falta de redes eléctricas suficientes y de capacidades de la cadena de suministro de energías renovables emergen como obstáculos críticos para una transición energética más rápida.

3. Conclusión

A diferencia de las transiciones energéticas anteriores, la transición energética actual está siendo impulsada en lo fundamental por las políticas climáticas de aplicación obligatoria que han venido imponiendo los Estados, no como ocurrió en el pasado donde el mercado fue incorporando progresivamente tecnologías superiores que conllevaban a menores costos, nuevas eficiencias y nuevos usos.

La transición del siglo XXI está siendo impulsada para combatir los efectos catastróficos crecientes causados por el cambio climático producto del aumento continuo de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, donde el sector energético actual es un importante contribuyente.

Por primera vez en la historia, se está intentando ejecutar una transición energética global que está siendo impulsada por mandatos legales y políticos, lo cual hace que la transición sea más compleja.

La evidencia muestra que está siendo difícil reemplazar con rapidez las energías no renovables porque, además de todos los otros factores que intervienen, la demanda energética de los países está creciendo velozmente también.

Esta situación provoca que no solamente haya que sustituir las fuentes de energía más tradicionales por nuevas fuentes de energía (incluyendo todos los cambios necesarios en el complejo y caro sistema energético), sino que también hay que adicionar nuevas capacidades energéticas para ampliar el suministro y el uso de la energía que los países necesitan para su desarrollo. Y todo esto a la vez.

Los avances están siendo más lentos de lo que mucha gente desea y son el resultado de muchos factores interrelacionados, entre los cuales se encuentran los siguientes:

• Las nuevas tecnologías y sus adelantos continuos no necesariamente llegan con la rapidez que se desea (incluyendo aquellos que provocan la necesaria reducción de los costos para que éstos sean competitivos).

• La transición es intensiva en tiempo y capital.

• La inercia del sector energético hace que el proceso sea lento.

• La multiplicidad y la gran cantidad de factores que intervienen (tecnológicos, económicos, fiscales, sociales, políticos, ambientales, etc.) es muy grande y hacen que el proceso sea muy complejo.

Con el fin de mantener el crecimiento y la prosperidad económica y social, la transición del siglo XXI debe hacerse manteniendo un equilibrio y un balance entre los tres objetivos que conforman el Trilema Energético, los cuales son fundamentales para tener éxito:

• Seguridad del suministro energético.

• Asequibilidad y costos bajos de la energía.

• Sostenibilidad, donde la reducción de las emisiones de carbono (descarbonización) tiene un rol fundamental.

Al no entender la complejidad de la transición energética, a menudo se proponen “soluciones” simplistas, y muchas veces populistas, que no solamente no cumplen con los objetivos y atrasan el cambio, sino que además crean retrocesos.

Costa Rica es uno de los casos donde ocurre lo anterior. La realidad muestra que el consumo de derivados de petróleo importados ha venido creciendo mucho más rápido que el consumo de energías renovables, por lo que la dependencia petrolera ha venido aumentando sistemáticamente, la cual ya llega al 65% del consumo energético nacional. Esta altísima dependencia del petróleo no solamente es creciente, sino que también es mucho más alta que el promedio mundial, el cual es del 29%.

Al igual que en otros temas energéticos que he analizado en varias columnas anteriores, los consumidores nacionales de energía (individuales y del sector empresarial), que son los principales afectados por la falta de transición energética que tiene el país (en altos costos, baja seguridad energética y baja sostenibilidad), no han tomado acciones relevantes para incidir en la política pública del sector energía desde la participación ciudadana.

Tampoco han buscado hacer una alianza con el Estado para impulsar la transición energética nacional, la cual no se está dando. Más bien el país va en el sentido contrario ya que lo que ha venido ocurriendo es una creciente petrolización.

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