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Made in 1983

Natiuska Traña [email protected] | Lunes 29 mayo, 2023


Si nació en 1983, esta columna es para usted. Este año, muchos llegamos con “gran ilusión” al cuarto piso. Sin embargo, no nos hagamos a la idea de que “los 40 son los nuevos 30” o “los 40 de hoy son diferentes”, porque esta edad marca una transición importante en la vida y más que sumarle una década y que realmente caiga en cuenta de que ya ES un adulto, nuestro 40 cumpleaños nos hace reflexionar sobre cómo hemos vivido nuestras vidas hasta ahora.

Generalmente, cuando estamos bajo estos análisis personales y de introspección, nos enfocamos en los sueños no alcanzados o no realizados y en las metidas de pata del pasado. Pero ¿qué pasa si reflexionamos sobre los obstáculos que hemos superado, las heridas que han sanado y las experiencias de resiliencia que hemos tenido? Este ejercicio nos permite descubrir quiénes somos y en qué nos hemos convertido, y también nos ayuda a descubrir cosas interesantes y alentadoras que solo suceden en la mitad de la vida y lo que tenemos por descubrir.

Para bien o para mal, a los 40 ya conocemos nuestras fortalezas y debilidades, y estas debilidades hacen que nos aceptemos, amemos y valoremos tal como somos. Nos alejamos de las personas tóxicas. Y esto sucede porque sabemos cómo identificarlos y nos importa muy poco quedarnos el fin de semana en casa, pasando el tiempo con nosotros mismos. El afán de tener un gran grupo de amigos, con los cuáles hacer mil planes para el fin de semana ya no es la tónica y ya somos lo suficientemente asertivos, como para decir lo que no nos gusta y al estilo de Luis Miguel, decirle a quien no aporta: “¡Salte de mi vida! Ya no nos flaquea el pulso o voz cuando se trata de "poner o quitar".

Empezamos a ser capaces de encontrar el equilibrio, aceptamos lo que hay en nuestro cuerpo y lo que no, y no sucumbimos a normas imposibles de belleza, porque hemos aprendido a buscar la belleza dondequiera que miramos. Y ya sabemos que, para cumplir esos estándares de todas esas fotos en redes sociales que nos hacían sentirnos gordos, flacos y feos, hay más de mil filtros y Photoshop. Amigos, nada de eso es natural.

Ya no tenemos miedo de repensar si estamos viviendo de la manera que queremos vivir. Perdemos el miedo a preguntarnos si estamos contentos con lo que hacemos y lo que funciona mejor, y perdemos el miedo a hacer algo para cambiarlo. A estas alturas de la vida, ya no nos importan mucho las opiniones de los demás, lo más importante es ser leales a nuestros valores. Ya el amor propio, comienza a ser una prioridad, porque si nos amamos a nosotros mismos, ponemos por encima nuestras opiniones y nuestras normas. Esto no significa que no valoremos las opiniones y estándares de algunas personas que son realmente importantes para nosotros, pero tenemos claro que los que no entren en esa clasificación, no tienen mucho que opinar porque nunca estarán en nuestros zapatos y al final no importan.

Aprendemos a soltar, aceptamos la finitud de las personas y de las relaciones como un acto totalmente liberador, nada hacemos aferrándonos a momentos, situaciones o personas que no nos dan el valor o el trato que nosotros consideramos debemos tener.

En este periodo de liberación, ya hay poco de qué avergonzarnos. Especialmente ya podemos reírnos de nosotros mismos y reconocer que cometer errores es una de las cosas más humanas y saludables. Y con esto, recordaremos las “cholladas” figurativas que nos hemos llevado por querer vivir y experimentar cosas nuevas, que no salieron como queríamos, pero de ahí aprendimos tanto, que más bien ahora nos podemos reír por la poca importancia que tienen ahora. Solamente a partir del aprendizaje y los errores podemos evolucionar.

En esta década, empezamos a trabajar más duro que nunca porque tenemos más herramientas para lograr nuestros objetivos y asimilamos mejor que nos sirve y que no.

Aunque a los 40 podríamos decir, que ya tenemos muy claro el sentido de quiénes somos y que por eso no tenemos miedo de decir lo que pensamos, sabemos cómo, cuándo y con quién podemos ser nosotros mismos y éste es un grupo muy pequeño y selecto con el cual podemos compartir nuestros miedos, sueños, preocupaciones, alegrías y éxitos. Esto no es para todos.

Parece que empezamos a vivir aquí y ahora como nunca, porque nos damos cuenta de lo frágil que es la vida, ya no tenemos arraigado ese sentimiento de oceanidad donde nos vemos infinitos e invencibles. Y perdemos esa sed de control, porque sabemos que no podemos controlar nada y nada es tan malo como para que nos apague las ganas de seguir. Empezamos a encontrar una solución para casi todo, aunque esa solución sea aceptar un fracaso y cambiar el rumbo. No pasa nada. No hay remedio solo para la muerte y esa también comenzamos a verla como parte del ciclo de la vida al que en algún momento vamos a llegar.

Entonces, queridos lectores de 1983, ¡no teman si cumplen 40 años! Hay muchas ventajas y posibilidades en esta etapa de la vida. Usemos la experiencia y sabiduría acumulada para enfrentar nuevos desafíos y disfrutar la vida al máximo. Recordemos, nunca es demasiado tarde para vivir la vida que queremos y disfrutar todo lo que tiene para ofrecer. Se viene una nueva etapa apasionante y llena de oportunidades. Vamos a ver, que nos trae.

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