Ma. Eugenia Dengo, Magón 2008
Arnoldo Mora [email protected] | Martes 29 enero, 2008

Arnoldo Mora Rodríguez

Me refiero, como es de todos sabido, a la Dra. María Eugenia Dengo Obregón, hija menor de quien ha sido con razón considerado el MAESTRO por excelencia en la historia de este país, don Omar Dengo.
En ella se perpetúan en forma superlativa los valores que encarnó su padre. En doña María Eugenia el espíritu de Omar Dengo, sus virtudes intelectuales y morales, su acendrado patriotismo, su entrega total a la educación asumida, más que como una profesión, como una vocación, sus investigaciones históricas y sus reflexiones filosófico-metodológicas plasmadas en una abundante y erudita producción en libros y ensayos, hoy imprescindibles, son la prueba de esta ínclita labor que ahora es reconocida con sobrada justicia de manera oficial.
No voy a hablar en esta oportunidad de su trayectoria como funcionaria: Ministra de Educación, Vicerrectora de Acción Social de la Universidad de Costa Rica, Decana y Catedrática de la Facultad de Educación de dicha Universidad, por no citar sino algunos de esos jalones de su fecunda vida puesta siempre al servicio de las mejores causas del país. En lo que a mí se refiere, quiero tan solo mencionar las circunstancias en que tuve la oportunidad de tratarla más de cerca.
El Dr. Claudio Gutiérrez, en su condición de Rector de la Universidad de Costa Rica, tuvo el acierto de nombrarla Vicerrectora de Acción Social. Como se trataba de aplicar los acuerdos del III Congreso, a doña María Eugenia se le encomendó la tarea de crear esa Vicerrectoría, para la cual no había antecedentes en la historia de nuestra educación superior. Doña María Eugenia tuvo la feliz idea de lanzar esa Vicerrectoría asumiendo un proyecto de repercusión nacional y no solo universitario. Para ello adoptó un programa de alfabetización de adultos del Ministerio de Educación en la Península de Nicoya.
Yo me incorporé porque había sido muy activo en los grupos de estudio del mencionado Congreso y consideraba una responsabilidad personal el hacerlo realidad en la vida institucional de la Universidad. Fue así como, durante todo el año 1975, nos distribuimos un grupo de profesores y estudiantes en los diversos poblados del cantón de Nicoya. A mí me correspondió ser responsable del equipo que alfabetizó un grupo de adultos en La Mansión. Recuerdo que doña María Eugenia estuvo siempre a nuestro lado. Tuve entonces la feliz oportunidad de apreciar de cerca sus grandes cualidades humanas e intelectuales. Hoy Costa Rica entera la honra como esa insigne maestra, heredera de figuras como su padre y como Carmen Lyra. Honor a quien honor merece.
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