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Los frijoleros hablan por otros

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 15 abril, 2010



De cal y de arena
Los frijoleros hablan por otros

Las angustias que viven los productores de frijol reflejan la deformación que experimenta la economía de un país que, como el nuestro, tiene en el sector agropecuario uno de los elementos clave de su estructura social y de su estabilidad política.
Es vergüenza nacional la ausencia de una política de Estado hacia el sector agropecuario. Quienes en la heterogeneidad de este han prosperado y expandido dominios, lo ha sido en buena parte por sus logros como grupos de presión, fundamentalmente con medidas proteccionistas, inserciones providenciales en negociaciones de comercio y ventajas fiscales, mas no por la existencia de una política de Estado para el agro, capaz de devolverle la importancia como factor de desarrollo económico y equilibrio social, que priorice la búsqueda de la seguridad alimentaria y un entorno idóneo para que el esfuerzo personal se traduzca en capacidad para competir y proyectar rentabilidad. Bien lo dice la Cámara de Agricultura y Agroindustria al demandar que se adopte una política de Estado para el multiforme sector agropecuario en el que al lado de un segmento altamente especializado, tecnificado y capitalizado, hay una agricultura de subsistencia y otra que —sin serlo, en rigor— requiere mecanismos de apoyo para desarrollar su potencial.
El sector agropecuario no exportador es vulnerable, altamente expuesto al efecto de deficiencias propias pero también de las imposiciones del fuerte. El desamparo en que vive pide a gritos una política de Estado que —como resulta obvio— articule el amplio arco iris de resoluciones y recursos para la agricultura de subsistencia y también para quienes tienen grande o relativa “autonomía de vuelo”.
El planteamiento de la Cámara debería incorporarse al programa de trabajo de la presidenta Chinchilla, no para cumplimentar al sector ni para llenar una formalidad sino para corregir las deformaciones de un mercado claramente imperfecto y la ineptitud de la burocracia.
Los segmentos débiles del agro merecen la atención del Estado, no en los términos de un pernicioso paternalismo pero sí con la convicción de su importancia para la seguridad alimentaria, la democracia económica y la estabilidad social.
La Cámara Nacional de Agricultura y Agroindustria le pide al gobierno apreciar la estructura productiva para el mercado interno, con instrumentos que ordenen la producción y el comercio local, promover la competencia ante la creciente concentración de algunos eslabones de las cadenas de comercio y la posible introducción de prácticas que acosen al pequeño y por ende al consumidor; ocuparse de las prácticas de comercio desleal y de que cuando haya disminución de costos por bajas de aranceles o de precios de materias primas, las ganancias no se queden en el intermediario. Si en verdad “volvemos a la tierra”, podríamos emprender en serio el combate a la pobreza, favorecer la integración social y retornar a los tiempos en que en materia de desigualdad de ingresos estábamos más cerca de los países desarrollados que del mundo latinoamericano (ver XV Estado de la Nación).

Alvaro Madrigal

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