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Los cisnes negros

Juan Manuel Villasuso [email protected] | Martes 01 junio, 2010



Dialéctica
Los cisnes negros

Los cisnes negros no existen. Al menos esa era la creencia de los zoólogos hasta finales del siglo 17 cuando el explorador holandés Willem de Vlamingh encontró en Australia una gran cantidad de esas aves, pero no de color blanco, sino revestidas de un hermoso plumaje negro azabache.
El descubrimiento de los cisnes negros (cygnus atratus) fue un hecho científico que modificó la visión sobre la evolución y las mutaciones de la especie. Constituyó un acontecimiento fortuito que alteró la forma de conceptualizar y analizar la realidad por parte de los ornitólogos.
Este episodio histórico sirvió al profesor Nassim Nicholas Taleb, matemático de origen libanés que imparte cátedra en la carrera de Ciencias de la Incertidumbre de la Universidad de Massachussets, para denominar con el nombre de “cisne negro” a ciertos eventos que ocurren de manera imprevista, permiten una explicación lógica y tienen gran notoriedad.
En el libro “El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable”, que publicó en 2007, Taleb señala que un evento de este tipo debe satisfacer tres propiedades: fuertes repercusiones, probabilidades imposibles de calcular y efecto sorpresa. Su incidencia produce un efecto desproporcionadamente grande, tiene una pequeña probabilidad que es imposible de calcular basado en la información disponible antes de ser percibido el hecho; y se presenta de manera inesperada porque no hay indicios que permitan presagiarla.
Un argumento meritorio en esta obra es la crítica hacia los modelos de gestión de riesgo usados actualmente y que, precisamente, excluyen los eventos anómalos que aparecen ocasionalmente pero cuyos efectos económicos son trascendentales. “Muchos economistas y analistas cuantitativos tranquilizan a los ejecutivos de las empresas, los reguladores y los inversores con una ilusoria sensación de seguridad que no tiene para nada en cuenta la aparición ocasional de cisnes negros que pueden dejar arruinado a más de uno”.
Taleb apela a las reglas del azar, la lógica, la probabilidad, la estadística y la incertidumbre; y sustenta sus argumentos en la premisa de que la innovación no siempre puede planificarse. Muchos descubrimientos e innovaciones importantes suelen ocurrir por accidente (serendipidad). Las tecnologías que dominan el mundo actual, como Internet y el láser, no se utilizan en la forma prevista por quienes las inventaron y una parte considerable de los descubrimientos médicos no están programados en los proyectos de investigación oficiales sino que surgen de manera contingente.
El matemático afirma que la “falacia de la regresión estadística”, que consiste en creer que la probabilidad de futuros eventos es predecible examinando acontecimientos pasados, está muy arraigada entre los actores económicos, que tampoco entienden que la aleatoriedad estructurada que se encuentra en los juegos de azar (teoría de probabilidades clásica) no se parece a la aleatoriedad que prevalece en la vida real (falacia lúdica).
Hay muchos sucesos históricos que al autor califica como cisnes negros: el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria y el inicio de la I Guerra Mundial es uno de ellos. Mas reciente se cita el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York y la crisis económica y financiera de los dos últimos años.
En el caso de Costa Rica podríamos preguntarnos si el reciente y fallido intento de los diputados por duplicarse el salario podría tener la condición de cisne negro... o al menos de cisnito negrito.

Juan Manuel Villasuso

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