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CANDILEJAS


Los caites del 56

Candilejas [email protected] | Viernes 08 abril, 2016


Después de la independencia, los costarricenses gestan un valor patrio nacionalista; la Campaña de 1856 lo revive en la memoria histórica nacional, y hoy, parece sucumbir ante un distinto concepto de libertad. Shutterstock/LA REPÚBLICA


Los abuelos de la independencia fueron orgullosos del suelo patrio y de un Estado que empezaba a gatear en 1821; sus hijos dieron por facto la herencia de la tierra. Pareciera que muchos costarricenses desconocen u olvidaron el costo de la libertad que fue pagado con sangre por sus antepasados desde la Conquista.

¿Se tratará de un eslabón perdido en la consciencia y memoria históricas del país? ¿Evolución natural de la cultura patria? O, ¿será una estrategia elaborada por hombres del pasado al mando del país?

En la Centroamérica de 1850 se entretejen cambios a favor de un escenario humano y geográfico propiciando condiciones perfectas para la invasión extranjera con propósitos esclavizantes; la enfermedad, la muerte y el más célebre crimen de Estado perpetrado por nuestro país contra uno de sus mandatarios, podrían hoy explicar un concepto de libertad muy distinto al que defendieron los ticos durante 1856, cuando, paradójicamente, heroísmo, sangre, traición y muerte pusieron a Costa Rica en la cúspide internacional del honor y valentía patrios.

Candilejas analiza y descubre hoy una Costa Rica muy distinta a la de 1856, gracias a un proyecto gestado por el Museo Histórico Cultural Juan Santa María en conjunto con los estudiantes de la Universidad de Costa Rica (UCR) en Alajuela; participación en la que se unen tecnología actual con arte del siglo XIX para explicar un concepto básico que da origen a la epopeya del 56: la libertad.

En 1850, los pobres se visten de algodón, los ricos con casimir y seda que empiezan a ser importados desde Europa: los barcos zarpaban de Puntarenas con el “grano de oro” y regresan con finas telas y hasta pianos para la alta sociedad.

La Centroamérica de 1856 sufre un terremoto de emociones provocado por la codicia de pueblos que proclamaban el “Destino Manifiesto” estadounidense, considerado una obligación de los colonos conquistar a toda América.

Una guerra civil en Nicaragua abre las puertas a William Walker, sigilosa y calculadora entra la codicia humana con intenciones de conquistar el istmo y esclavizar a sus habitantes.

Se dan tres batallas. Una en junio de 1855, donde Walker es derrotado por los legitimistas nicaragüenses. La segunda, el 11 de abril de 1856, cuando Juan Santa María prende fuego al Mesón de Guerra donde se protegían los filibusteros. Es un acto heroico que inmortalizará al alajuelense.

Los costarricenses atravesaron montañas y ríos, dejando en el camino partes de sus cuerpos: las mutilaciones para salvar la vida de heridos eran comunes. Se abrieron paso en medio del barro y las serpientes, llevando solo tres pares de caites, algunos debieron continuar la hazaña descalzos. El cólera, surgido en Nicaragua, viene a ser más voraz que cualquier arma, y mata al 10% de la población costarricense en 1856. El ejército nacional se desintegra huyendo desesperadamente.

Don “Juanito” Mora no da tregua y regresa con las tropas a Nicaragua. En diciembre de 1856 se produce la tercera batalla, única escaramuza naval que registra nuestra historia. Los ticos toman los vapores que abastecían a Walker en el río San Juan, esta vez todas las naciones centroamericanas están unidas y logran el rendimiento de Walker, quien lo hace ante el capitán estadounidense Charles Davis, no ante las naciones del istmo.

La exposición que inaugura este lunes 11 de abril el Museo Juan Santa María, muestra cómo hoy los costarricenses definen, entre otros, el concepto de “libertad”, revelando una cultura patria distinta a la de antaño. Uno de ellos dice que “libertad” es “jugar mejenga”. Extranjeros entrevistados por los estudiantes de la UCR interpretan “la ausencia de ejército” como sinónimo de libertad, y no de pacifismo.

De regreso al pasado, en 1860, los enemigos del presidente Mora no olvidan, le cobran caro su valentía al responsabilizarlo de las muertes provocadas por el cólera: lo fusilan en Puntarenas tras su regreso del exilio.

Se despide de su hermano José, mientras camina al son del redoble de tambores. El periódico New York Times del 15 de octubre de 1860 describe el acontecimiento: “…Estoico camina hacia el patíbulo. Hay nobleza y ecuanimidad extraordinaria en el gran hombre…pide morir de pie, sin venda en los ojos y ruega que le apunten al corazón. Muere a las 3 p. m.”.

Carmen Juncos y Ricardo Sossa
Redactores y Editores Jefes

[email protected]

Fuentes:

Obregón, Rafael. “Conflictos militares y políticos de Costa Rica”. 1951.
Entrevista: Adrián Chávez, coordinador educativo del Museo Juan Santa María. Comunicación personal, 1 de abril 2016.
Visita al Museo Juan Santa María y recorrido de la exposición “Campaña de 1856, 1 de abril 2016.


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