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COLUMNISTAS


Los Arias en Managua

Arnoldo Mora [email protected] | Martes 28 agosto, 2007


Mucho se ha comentado en nuestros medios de comunicación la reciente visita de los hermanos Arias a Managua. Y no es para menos. Desde su llegada a Zapote hace poco más de un año, Oscar se dedicó a lanzar procaces y provocadores gestos y palabras en contra de quienes consideraba por sí y ante sí como sus enemigos políticos, por no decir personales. Daba la impresión de que Arias todavía vivía en plena Guerra Fría, como cuando llegó a la presidencia por primera vez y nuestra región estaba en guerra, no fría, sino desgarradoramente caliente. En los primeros meses de este gobierno, el enfrentamiento verbal y diplomático con La Habana y Caracas fue constante, lo mismo que con Ortega desde que este llegó de nuevo a la presidencia del vecino país… Pero todo esto empezó a cambiar, no por parte de Fidel, Chávez o Daniel, sino —¿quién podía creerlo?— por parte de nuestro arrogante y desubicado Premio Nobel.

¿Cuándo se dio ese inesperado cambio? Como ya lo he señalado en otro artículo, pero deliberadamente se ha callado en nuestro medio político, aunque sotto voce se reconoce que es así, ese cambio se operó a partir de la última cumbre Puebla-Panamá celebrada en la bucólica ciudad mexicana de Campeche. Allí, Felipe Calderón, anfitrión y presidente del país latinoamericano más influyente de nuestra región, les dijo a los presidentes centroamericanos que no esperaran de su gobierno ningún favor en materia de suministro de petróleo y en ningún otro rubro sensible. Más aún, les señaló, en velada pero evidente alusión a la política provocadora de Arias, que no lo pusieran en el dilema de tener que escoger entre ellos —los centroamericanos— y Venezuela, porque ya había hecho su opción. El, Felipe Calderón, no era Vicente Fox; por lo que no esperaran del nuevo gobierno mexicano una política confrontativa ni con Chávez ni con Fidel, ni tampoco con la Nicaragua sandinista. Concretamente, si lo ponían a escoger entre Venezuela y los países centroamericanos, él no dudaría en escoger a Caracas como la ciudad de sus amores.

Oscar volvió a Rohrmoser rezongado. Desde entonces se dio cuenta que tenía que cambiar con un Chávez que acababa contrariamente a él, de ganar aplastantemente su reelección. Además, no podría permitirse el lujo de poner en peligro el suministro de petróleo para el país. Igualmente se acabaron los desplantes contra Cuba.

Respecto a Nicaragua, los empresarios costarricenses han venido presionando al gobierno para que abra la frontera Norte a la mano de obra nica que tanto urge en Costa Rica. Esto en lo que a corto plazo se refiere. Pero viendo las cosas a mediano y largo plazo, ambos gobiernos parecen estar conscientes de que una región fronteriza conflictiva no le sirve a nadie. Es necesario llegar a un acuerdo para convertir al río San Juan y sus alrededores en un foco de desarrollo (¿canal interoceánico?). Para lograr ese propósito tan ambicioso se requiere, como primer paso, una sólida base jurídica que solo la Corte Internacional de La Haya tiene la autoridad moral y política de dar.

En lo personal, me alegra este acercamiento. Solo espero que los Arias se den cuenta de que los tiempos han cambiado y que en política, uno de los mayores errores se da cuando a los dirigentes se les detiene el reloj ¡porque el rumbo de la historia no lo detiene nadie!

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