Los déficits de nuestra democracia
Ennio Rodríguez [email protected] | Martes 24 octubre, 2017
Los déficits de nuestra democracia
En 2021 celebraremos el Bicentenario de nuestra vida independiente. Para los costarricenses es también una celebración de nuestra democracia e inspiración para el futuro. Ahora bien, nuestra concepción de democracia tiene tres dimensiones: democracia política, democracia social y democracia económica. Estas se entrelazan y refuerzan mutuamente, pero tienen sus aspectos propios.
Democracia política. Nuestra democracia es sólida y fundamentalmente representativa (las decisiones las toman autoridades electas), aunque también ha ido incorporando elementos de democracia directa, tales como los referéndums vinculantes y, en algunos partidos políticos, las convenciones abiertas. Ahora bien, podemos y, opino, debemos profundizar nuestra democracia mediante una elección directa de los representantes a la Asamblea Legislativa por circunscripción territorial con una combinación de diputados nacionales. Todos electos nominalmente. Incluso, debemos plantearnos avanzar hacia un sistema parlamentario, el cual facilita la conformación de gobiernos de coalición en entornos multipartidistas como el nuestro. En general cabe agregar, que, si tenemos una crisis de gobernanza en la mayoría de los países democráticos, estas son más complejas en los casos de sistemas presidencialistas como el nuestro. También podemos incorporar más elementos de democracia participativa mediante el establecimiento de más mecanismos formales de consulta a la sociedad civil. En definitiva, la cultura democrática y el respeto al sufragio, es central a nuestro sistema republicano. Nos gobierna la ley y, esta establece, los mecanismos para el gobierno del pueblo. No obstante, queremos y debemos profundizar nuestra democracia política. Nuestro principal déficit pareciera estar en la elección de los representantes populares, base de nuestra democracia representativa y de la cual resulta el Poder Judicial. A mayor democracia política, mayor control y menor riesgo de corrupción.
Democracia social. Nuestra democracia social tiene dos columnas vertebrales que son su fuente de apoyo: la educación pública y el sistema de salud pública. Estos se complementan con los programas sociales focalizados que intentan, entre otros objetivos, eliminar la exclusión de los programas universales y atender las condiciones de pobreza y vulnerabilidad. Tanto los programas universales como los focalizados requieren fortalecimiento, pero nuestro país cuenta con gran solidez en su democracia social y es ejemplo, particularmente, en sus logros en el campo de la salud. No obstante, nos preocupa enormemente que cerca del 50% de los muchachos no termina secundaria y las 2.4 millones de personas que no han concluido sus estudios secundarios, lo cual los deja con pocas probabilidades de tener acceso a un empleo formal y limitaciones para realizar sus propios emprendimientos. En definitiva, los inaceptablemente elevados niveles de pobreza se asocian con debilidades de las políticas públicas sociales, particularmente en educación. La educación dual urge, pero especialmente centrada en los adultos menores de 40 años quienes no terminaron sus estudios secundarios. Necesitan concluir su educación mientras se preparan para el mercado de trabajo y, quizás podrían tener un examen de bachillerato diferenciado para quienes no pretenden continuar con estudios académicos superiores. Este es nuestro mayor déficit de la democracia social.
Democracia económica. La democracia económica es la que plantea los mayores desafíos. Los indicadores de concentración del ingreso, el tamaño del sector informal, elevadas cifras de desempleo y subempleo y bajas tasas de participación laboral, especialmente de las mujeres, revelan que resta mucho por hacer para lograr una democracia económica. La economía social solidaria es una de las respuestas centrales para lograr una mayor democratización de la economía, especialmente mediante organizaciones cooperativas que potencien la gran cantidad de emprendimientos, particularmente, en el sector agropecuario y, en general oportunidades de emprendimientos en otros sectores, tales como servicios, los cuales se verían fortalecidos en cuanto a su viabilidad si aprovechan las ventajas de modelos asociativos. En general, el empleo constituye uno de nuestros principales desafíos y la economía social solidaria, el camino para fortalecer la democracia económica mientras se promueve el empleo, particularmente mediante el cooperativismo por su visión empresarial, el solidarismo por su gran potencial y otras organizaciones del sector de economía social solidaria también. Mayor democracia económica sería el fruto de una mayor proporción de emprendedores per cápita, más organizaciones asociativas y mayor éxito económico de las formas organizativas que distribuyen el poder económico. No se trataría de generar políticas públicas contra el mercado. Todo lo contrario. Pero también promover simultáneamente los emprendimientos y todo el ciclo de crecimiento empresarial, mientras se favorecen los modelos asociativos. En el mundo de gran y acelerado cambio tecnológico, los emprendimientos y los modelos asociativos insertos en las cadenas de valor son la gran apuesta a futuro. Esto es, más democracia económica.
Atender los déficits de nuestra democracia define también gran parte de nuestra agenda de desarrollo.
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