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Lo gris de la ceniza

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 16 junio, 2016


Mejores providencias deben tomar las autoridades en el delicado tema de las rutas próximas al Turrialba, vitales para atender una emergencia y amparar los movimientos de los habitantes de la zona


De cal y de arena

Lo gris de la ceniza


Acudo a un centro de distribución de forraje y de derivados de cítricos para alimento de vacunos, sito en las estribaciones del volcán Turrialba. Es notoria la presencia de productores de leche movilizados por la necesidad de fuentes sucedáneas de alimentación animal, dada la afectación causada por las erupciones de ceniza y que en ciertas zonas es realmente de complicadas secuelas. Veo en ese centro de distribución a un conocido del que no he sabido que sea ganadero. Le pregunto la razón de su presencia en la fila de espera y me contesta que con la boleta que le facilitaron va a retirar pacas y sacos de citropulpa. “¿Y cómo así si no tiene vacas?” le pregunto. “No importa; quien me dio la boleta va a hacerme un pago cuando le entregue las pacas y la citropulpa que él venderá luego”. No me sorprendo con la respuesta. Es evidencia reiterativa del vicio que está carcomiendo a esta sociedad y que percibí también tiempo atrás en otros capítulos de la hiperactividad del coloso. Luego me afirmaron que la misma figura delictiva que fue montada para “asaltar” así los recursos asignados a ayudar a los damnificados agropecuarios del Turrialba, está haciendo su agosto de nuevo. Quiero pensar que sin el conocimiento de las autoridades comprometidas con el expediente del Turrialba.
Igual que con ciertas importantes fallas en la asistencia técnica. Resulta que la ceniza ingerida con el pasto y el agua, insoluble como es, afecta el funcionamiento del aparato digestivo animal. Dada la afectación de las diez vacas de un ganadero, se le aconsejó suministrarles aceite mineral por el hocico, aunque ni se le dijo cómo ni se le advirtió el riesgo de que por un mal manejo el aceite se fuese al aparato respiratorio, como en efecto sucedió. Inevitable el daño, el pequeño empresario quedó luchando por salvar sus animales. Para su dicha, apareció la ayuda generosa de un buen y experimentado veterinario. Si estos errores y omisiones son contadas fallas propias del apuro en el cumplimiento de las tareas que impone la emergencia, valga la aclaración. Pero si son eslabones de una gran cadena, lo pertinente es que las autoridades se despabilen e impongan los correctivos.
Mejores providencias deben tomar las autoridades en el delicado tema de las rutas próximas al Turrialba, vitales para atender una emergencia y amparar los movimientos de los habitantes de la zona. Todavía su estado físico dista mucho de los mínimos indispensables. En el tramo del volcán a San Rafael de Irazú el material usado como lastre en buena parte ha sido lavado; hay caños aterrados y alcantarillas falseadas. Y el puente sobre el Birrís en la ruta # 402 está en tan precaria condición que es de temer un grave accidente.
Tómense estos apuntes con afán constructivo. No vaya a ser que terminen deslucidas la agilidad, la cantidad y la coordinación que —grosso modo— se evidencian en la presencia en aquellas zonas de la provincia de Cartago del MAG, SENASA, Comisión Nacional de Emergencias, autoridades de salud y de los entes técnicos vinculados al seguimiento de los volcanes y el clima.

Álvaro Madrigal

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