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Literatura y poder

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 15 mayo, 2015


Literatura y poder

Considero que no resulta superfluo insistir en la gravedad del caso Cocorí. El Estado tiene dos funciones: una, respetar los derechos HUMANOS. La otra, reprimir todo aquello que atenta contra esos derechos. Pero en ambos casos debe regirse por el principio del derecho público cual es el de ser considerado “materia odiosa” porque todo poder no es más que el ejercicio de la violencia. Lo cual implica que al Estado solo le está permitido aquello que está explícitamente mencionado en la ley. Que una obra literaria sea objeto de lecturas diversas es cosa normal. Pero de lo que aquí se trata no es tanto del autor o de su obra porque nadie sospecha que Joaquín Gutiérrez fuera racista. Pero una obra no es lo que el autor quiere o desea, sino que son los lectores los que definen lo que es. El autor y su obra están fijos en el tiempo. Una obra refleja el contexto socio-cultural en que fue creada y la subjetividad de su autor. Pero esto es igualmente válido para el lector. La lectura es un acto tan creador como la creación de la obra misma. Un lector recrea una obra. Pero la lectura varía con los años y los tiempos, con el contexto socio-cultural y las edades emocionales y racionales del lector. Una obra dice cosas diferentes a lectores diferentes en el espacio y en el tiempo. Lo complejo del asunto radica allí: cómo compaginar ambos elementos igualmente legítimos, todo a la luz de los derechos humanos.
•  Es ”democrático” aquel Estado que promueve las libertades públicas. La misión del Estado no es solo impartir justicia, sino promover la libertad. Para aplicar las exigencias de la justicia el Estado debe reprimir, pero para promover los valores en que se hace factible el ejercicio de la libertad, el Estado debe contribuir a crear aquellas condiciones que sean favorables para despertar la capacidad creadora de los ciudadanos; porque el fin de la libertad es crear valores y construir sensibilidades a fin de que la vida humana merezca el calificativo de tal. Para lograr tales objetivos se requiere que el Estado sea policía en materia penal, pero educador en el ámbito de la libertad y la creatividad. A la luz de estos principios, debemos juzgar la iniciativa de las diputadas y la decisión de la entonces Ministra de Cultura de la versión musical de Cocorí. La decisión de Fonseca lesiona los derechos constitucionales porque constituye un abuso de autoridad. Pero el reclamo de las diputadas tiene sustento dada su traumática experiencia siendo niñas, que también es compartida por otros afrodescendientes. Por lo que se impone, no el retirarle el apoyo del Estado a la obra sino contribuir a que, cuando se presente, sea seguida de un foro a fin de hacer conciencia entre los espectadores de los prejuicios raciales aún presentes en algunos sectores de la población. Con eso el Estado cumple su función de promover los valores estéticos de nuestra mejor literatura y la convivencia civilizada de los ciudadanos. Lo dicho para Cocorí es válido para otros textos de literatura considerados clásicos, pues no pocos contienen aseveraciones que lesionan la sensibilidad de grupos que en tiempos en que se escribió la obra eran objeto de discriminación. Eso se da incluso en textos de la Biblia. Una lectura descontextualizada induce al fundamentalismo. Al contrario, una lectura inteligente de textos del pasado promueve los valores en que se funda la libre convivencia de los ciudadanos y promueve su creatividad. Porque el arte debe cultivar la sensibilidad al mismo tiempo que agudiza la inteligencia.

Arnoldo Mora

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