Las mentiras tras los impuestos
Jonathan Prendas [email protected] | Lunes 28 septiembre, 2020
Se acerca la fecha prevista para negociar un nuevo préstamo con el Fondo Monetario Internacional, pero la propuesta del gobierno basada en un paquete de impuestos está muy lejos de ser aceptada por los ciudadanos, las organizaciones civiles, los grupos empresariales y un gran porcentaje de los diputados.
El Ejecutivo sigue sin querer escuchar, juega con el poco tiempo disponible para llegar a acuerdos y no reconoce que su propuesta tiene serias falencias. En primer lugar, se olvida que el alarmante aumento de la deuda y el déficit es producto del crecimiento de los gastos, y por ningún lado ataca la raíz de este problema.
Otra de sus grandes mentiras es que plantea el déficit fiscal como un tema exclusivo de flujo de caja y se desentiende por completo del crecimiento económico del país. Las reformas fiscales tienen que venir acompañadas por programas y planes que impulsen la economía y mejoren la distribución del ingreso, pues solo un mayor dinamismo nos empezará a dar los recursos que requerimos para superar los retos actuales.
La matemática no es tan complicada de analizar, y la hemos mencionado una y otra vez: Si la administración Alvarado no empieza a proponer medidas reales para reactivar la economía y controlar el gasto, en unos pocos años, volveremos a estar exactamente en la misma situación.
Los impuestos van en la dirección opuesta a la dinamización de la economía. El tributo a las transacciones bancarias va a subir los costos para producir, aumentar el impuesto sobre la renta frenará el impulso de los emprendedores y con un clima impositivo el consumo caerá aún más. La idea de la renta global alejará a los inversores extranjeros.
¿Quiénes van a pagar esos impuestos? La gente que ya está pagando, la clase media, los asalariados, los que no guardan la plata debajo del colchón; los que intentan tener sus negocios en regla, que tributan para la Caja, emiten facturas para sus clientes, usan sus cuentas bancarias, depositan los salarios de sus colaboradores en el banco.
Por el otro lado, los trabajadores que han sido arrastrados a la informalidad más bien aumentarán sus esfuerzos para usar solo efectivo, sin mediar facturación alguna; los evasores seguirán con su fiesta, tranquilos, porque en este gobierno la cosa no es con ellos. El PAC es solidario con quienes evaden, y por eso por ningún lado le pone fecha a la colocación de escáneres en las fronteras, puertos o aeropuertos.
Ya somos un país con mal clima de negocios, un país caro, y los impuestos por los que se desvive el Ejecutivo empeorarán el panorama. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Costa Rica es el cuarto país con la carga tributaria más alta para las empresas. Determinó además que comprar acá un carro o pagar el internet cuesta más plata que en todas las demás naciones que forman parte de la organización, y obtuvimos el segundo lugar con los precios más altos en leche y arroz, productos básicos de la dieta del costarricense.
Los tributos le asestarán otro duro golpe a los desempleados, a los trabajadores informales y quienes sufren el subempleo. Para ellos, que constituyen el 70% de los hogares costarricenses, y para el resto de costarricenses que tienen mucha carga sobre sus hombros, exigimos un camino diferente. Ya le hemos señalado esa ruta al Ejecutivo.
Jonathan Prendas
Diputado
Nueva República