“La pulpe” ¡Salvémosla!
Candilejas [email protected] | Viernes 19 junio, 2015
“La pulpe”, ¡Salvémosla!
Su nombre parece remontarse al vendedor de pulpa. Este comerciante recorría los barrios para comercializar sus productos, y así nace el nombre de “pulpería”.
El censo de 1927 registra 1654 pulperos, cuyos negocios incluían la cantina también, solamente dividida por una pared dentro del mismo local, usualmente ubicado en una s de sección de sus casas.
Es un espacio de comercio minorista, “una imagen barroca” y punto de referencia para los vecinos de las comunidades. Asumen un papel de facilitadoras de la cultura durante la interacción sociocultural entre los individuos. Fortalecen la identidad nacional y la cohesión social. Hay diálogo con y entre los que acuden a ella, se conoce al pulpero (a), él o ella conoce a sus clientes, los llaman por sus nombres y viceversa.
La economía monopolista, propia de la globalización, favorece el surgimiento de grandes cadenas de supermercados así como el de sus “hijos”, mini-supermercados, dispuestos a barrer todo vestigio pulpero.
Este fenómeno se caracteriza por una “insociabilidad” (Kant), pues desaparece el diálogo. El dueño de los “súpers” no conoce a sus consumidores, quienes a su vez solo se convierten en un número al utilizar sus tarjetas para pagar. El único corto contacto humano es con el cajero (a), hay una total carencia de intercambio sociocultural.
“Candilejas” conversó con dos pulperas y la propietaria de un “minisúper”.
Kattia Jiménez, del “Abastecedor Valeria” en Sabana Sur, cuenta lo difícil que es sacar el negocio adelante con la llegada de los “súpers” y de los mini-súpermercados. A éstos, dice Kattia, les dan promociones por comprar en grandes volúmenes contra los que “no podemos competir”, por ello, “sus precios son más baratos”. Nos interrumpe un agente de ventas: “hasta yo pierdo, porque no gano comisiones en las pulperías, ya que ellos no compran esas cantidades, y por lo tanto, yo no les puedo dar promociones”.
Olga Abarca Fallas, es la propietaria de “La puerta del Sol”, toda una institución en el barrio Corazón de Jesús de Mata Redonda. Ella tiene 71 años, pero la pulpería existe hace 75 y fue heredada por su padre. Hoy, la “Puerta del Sol” sobrevive por la venta de emparedados principalmente. Sus vitrinas, donde antaño se atascaban los productos comerciales, lucen vacías. “La cosa está difícil, si continúa así, tendré que cerrar”, dice con nostalgia.
Li Yuan, al contrario, es dueña del “minisúper El Parque”, en Sabana también. Su establecimiento está surtido con todo tipo de productos. En su establecimiento, las filas alcanzan hasta seis personas en la caja, atendidas por el joven Liang Yong.
Los pulperos coinciden en que la forma de “salvar” sus negocios vendría de una fuente estatal y otra de la sociedad civil: por un lado, obtener una exoneración de impuestos y tener el mismo derecho a promociones ofrecidas por los proveedores para establecer precios competitivos; y por otra parte, el apoyo de los vecinos, que vuelvan a las raíces de sus padres y abuelos, quienes acostumbraban comprar el “diario” de la quincena o el mes en sus pulperías.
Geannina Dinarte, Viceministra del Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC), considera que las pulperías sí se pueden salvar. “Queremos generarles menos cargas sociales y presentaremos un proyecto de ley ante el Congreso para lograrlo, queremos facilitarles las condiciones para que trabajen sin temor, que logren obtener créditos, pero con los entes correctos, como la Banca de Desarrollo”, dijo Dinarte quien se manifestó en defensa por la supervivencia de las pulperías.
De esta forma, quizá, doña Olga Abarca no pondrá candado a “la Puerta del Sol”, permitiéndole continuar con su brillante destello, emblema octogenario de Mata Redonda…de la identidad de su barrio y de sus habitantes.
Fotos: Gerson Vargas
Fuentes: I. Kant, “La metafísica de las costumbres”. Rodolfo Fernández y Vilmar Rojas, “La pulpería: imagen semiótica de una práctica significante en la historia económica y social de Costa Rica” (Intersedes, vol. 1, núm.1, enero 2000, pp. 93 -105).
Carmen Juncos y Ricardo Sossa
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