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La mala educación

Luis Alberto Muñoz [email protected] | Viernes 28 agosto, 2009



La mala educación


Como si se tratase de una película de Almodóvar, cada vez que escucho las quejas de los costarricenses, desde el Presidente por la ingobernabilidad hasta el ciudadano común por la inseguridad, me queda una sensación de desasosiego debido a que nuestra sociedad se desmorona.
Considero que Costa Rica sufre un problema estructural, en los pilares y cimientos del edificio democrático, que si no se atiende pronto y de una manera consciente, terminará derribándolo.
Se trata de la educación.
Toda la anarquía que vivimos en la actualidad es resultado de la mala educación, la cual se nota en la forma de conducir, el tratamiento de la basura, la burocracia ineficiente, la pobreza, el amarillismo, la televisión, entre una larga lista.
Repetiré incansablemente en esta columna la palabra educación, para subrayar que es la única salida para transformar nuestra sociedad.
Estoy de acuerdo en que hemos dado importantes pasos en esta materia, sin embargo no hemos hecho lo suficiente.
Nuestro concepto de educación debe incorporar ya la “calidad” y no solo la “cobertura”.
Hasta que la educación se convierta en un objeto de culto, pintado en las paredes, adornando billetes, como máximo anhelo de nuestros ciudadanos, habremos avanzado.
Para ello, los maestros deben ser los profesionales más respetados. Las escuelas tener la mejor infraestructura. Las universidades modernizarse, resurgir en investigación y adaptarse a la realidad de la competencia mundial.
Costa Rica debe declararse un país de enseñanza bilingüe.
Institucionalizar la meritocracia académica, en la que los mejores estudiantes reciban mayores retos y sean destacados desde temprana edad.
Los famosos de nuestra sociedad no deberían ser políticos ni modelos, sino aquellos que ayuden a resolver con ciencia y arte los mayores obstáculos del país.
Si realmente queremos un país mejor, todos tenemos que involucrarnos en construirlo.
Por ello, no tengo intención de unirme al coro de ciudadanos que se sienten víctimas, indefensos y atropellados por un sistema paralizado, el cual es responsabilidad de nosotros mismos.
Ni las obsesiones de la derecha por el dinero, ni las alucinaciones de la izquierda por un Estatismo controlador resolverán la mala educación clavada en el corazón del alma nacional.
Costa Rica está enfrascada en discusiones bizantinas que nada tienen que ver con la búsqueda del bienestar común; el desvelo nacional es simplemente un asunto de vanidades y poder.

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