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La humanidad en fiesta

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 18 junio, 2010



La humanidad en fiesta


Sumida en la mayor crisis económica desde 1929, la humanidad, sin embargo, ha decidido tomarse un respiro dándose cita en el extremo Sur del continente africano, el más olvidado y expoliado desde hace siglos, para celebrar la más grande fiesta que concebirse pueda en torno al deporte más popular de la historia.
Sin poder olvidarse de la crisis de Wall Street trasladada ahora a la eurozona, tratando de bajar las tensiones prebélicas que se asoman como oscuras nubes en Oriente Medio, el mundo intenta convertir esa pesadilla en tranquilizantes sueños gracias a una bola que persiguen sin descanso durante un mes equipos que representan a 32 países venidos de todos los rincones del planeta.
El Campeonato Mundial de Fútbol se ha convertido en la cita ecuménica por excelencia en un mundo dividido por odios religiosos y prejuicios xenófobos en un país que vivió durante décadas el más oprobioso de todos los regímenes racistas, el apartheid. Y lo dedica a quien es considerado, con justa razón, en el heroico símbolo de las luchas por la dignidad humana y, por ello mismo, hoy convertido en figura emblemática de todo el Africa Subsahariana, el casi centenario padre de la patria sudafricana: Nelson Mandela.
El Norte que ha expoliado por siglos a Africa, se da cita con el Sur en torno a una pequeña bola que rueda ante frenéticas multitudes Lo cual no deja de ser un signo de esperanza. Africa sigue siendo centro de grandes conflictos y masacres.
Pero un evento lúdico de esta magnitud tiene una explicación más honda. Lo que los griegos llamaron razón (logos) no es más que la capacidad del ser humano de construir su realidad, la realidad no natural sino cultural por la mediación de símbolos, la más elemental de las cuales es la que se da en la actividad lúdica. Antes de expresarse por la razón, el ser humano lo hace mediante la imaginación y el sentimiento. Es lo que llamamos “experiencia existencial”, que es la matriz del encuentro del ser humano consigo mismo.
Por eso, la expresión racional de esta experiencia es el punto de partida de toda concepción humanística del quehacer humano. Arte y ciencia, política y ética, contemplación extática y dinámico frenesí, paz y locura, todo se junta en esa desenfrenada orgía en torno a la actividad deportiva convertida en danza de masas, que hace llorar de alegría a unos y de desesperación a otros.
Carnaval planetario y descomunal negocio, donde se blanquean sumas ingentes de dineros de dudosa procedencia, al mismo tiempo que se lavan rostros de políticos y figuras públicas de no menos dudosos procederes, el deporte rey se ha convertido en la religión más ecuménica de la historia en un mundo que tiende a la secularización.
Lo anterior se debe a que el juego es un lenguaje prerracional, o mejor aun, constituye el antecedente del lenguaje conceptual. Antes de la palabra articulada se da la experiencia vivida, antes de ser evidencia de la razón (idea) el lenguaje simbólico es intuición primigenia, antes de ser análisis conceptual el gesto lúdico es comunicación preverbal, encuentro de los hombres como masas fundidas y confundidas en el abrazo de un evento vivido oníricamente.
Estos rasgos son los que hacen de un evento deportivo una experiencia estética, lo que hace al fútbol un acontecimiento más cercano al arte que a la ciencia. Aquí el arte es el dato y la ciencia tan solo su explicación a posteriori.
Lo dicho es válido con mayor abundamiento en el ámbito de lo político. Por eso la Fifa es más ecuménica y menos cuestionada que las Naciones Unidas. La Fifa está, incluso, por encima de los Estados y gobiernos que se acomodan a sus exigencias. Y todo eso a pesar de que la Fifa está lejos de ser más honorable, éticamente hablando que muchos gobiernos, y es menos eficiente que muchos Estados u organismos internacionales. El deporte expresa la primera experiencia que el ser humano tiene de su condición de humano, es la primera acción por la cual comienza a construir humanidad. Por eso todo lo que hace el hombre: religión y política, arte y filosofía, ciencia y técnica, comienzan y terminan por ser un juego. Así fue como descubrió, con ojos de admiración, la primera pareja que el mundo era un Edén. A partir de este Mundial la humanidad debería comprobar que esa utopía primigenia sigue siendo realizable.

Arnoldo Mora

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