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La democracia se nos resbala

Arturo Jofré [email protected] | Viernes 09 noviembre, 2012



Hay un enorme desafío por delante, fortalecer nuestro sistema institucional. Hay que lograr que la gente vuelva a creer


La democracia se nos resbala

La gente opina que la democracia costarricense ya no es el monumento admirado y ejemplar de hace algunas décadas. La última encuesta de Unimer plantea que apenas el 57% sostiene que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno.
Lo más grave es que la tendencia en el último sexenio muestra una caída libre. Si esta tendencia no se vuelca, en pocos años la democracia habrá perdido el apoyo de la mayoría. La crema del queque la pone uno de cada cinco ciudadanos que opina que sería mejor un régimen autoritario.
Este no es un tema cualquiera, menos en Costa Rica. Hace algunas décadas toda América Latina estaba sembrada de dictaduras (algunas disfrazadas), con una sola excepción: Costa Rica. Por eso esas palabras de Sanguinetti en el Teatro Nacional hace cerca de un cuarto de siglo, no eran un elogio más, eran el reflejo de un país libre, y no hay libertad sin democracia. Tomar la frase de Temístocles y lanzarla 25 siglos después, para decir que “donde hay un costarricense, esté donde esté, hay libertad”, fue un trofeo muy merecido, más aún cuando agregó que algo tan “maravilloso solo lo podía hacer Costa Rica”.
Si bien la democracia puede resbalarse… y se nos está resbalando, pienso que la enfermedad no es incurable. La motivación de los ciudadanos está impulsada por la rabia, por la impotencia, ante la inmovilidad que existe frente a los grandes problemas nacionales. Cuando el 40% dice que la democracia no sirve para resolver los problemas del país, la población está dando un grito de desesperación, de descontento, de desesperanza. Y cuando la esperanza acaba, casi todo pierde su sentido.
Una democracia está en peligro inminente cuando hay enfrentamientos entre sectores poderosos que no transan o cuando la corrupción ha penetrado casi todo el tejido social. Sin embargo, ese no es el caso de Costa Rica. La gran mayoría, incluso los que piensan en una alternativa autoritaria, no me cabe duda de que volverían a creer en la democracia si los tres poderes hicieran su tarea con probidad y eficacia, porque eso es lo que están cobrando.
Hay democracias que no mueren ni se transforman, simplemente deambulan como marionetas, dirigidas por pequeñas cúpulas que no les preocupa que la mayoría se resigne y se enclaustre. Es decir, la esencia de la democracia termina desvirtuada.
Hay un enorme desafío por delante, fortalecer nuestro sistema institucional. Hay que lograr que la gente vuelva a creer. Costa Rica no puede dejar que su mejor trofeo se oxide; no puede andar buscando sistemas mejores, porque simplemente no los hay. La enfermedad no es terminal y eso, por sí solo, abre un gran camino de esperanza. En una próxima columna volveré sobre el tema.

Arturo Jofré
[email protected]

 

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