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La Campaña Nacional: ayer y hoy

Arnoldo Mora [email protected] | Martes 15 abril, 2014


Hemos celebrado el 11 de Abril de 1856. ¿Qué sería de nosotros hoy sin los héroes de ayer?


La Campaña Nacional: ayer y hoy

Acabamos de celebrar, el 11 de Abril, una efemérides patriótica comparable en su importancia para nuestra historia republicana tan solo al 15 de Setiembre.
En la Batalla de Rivas Costa Rica, y con ella toda Centro América, da un paso gigantesco y sublime hacia su plena independencia. Con lo dicho no pretendo minusvalorar la importancia de lo acaecido en la Capitanía General en ese memorable 15 de Setiembre de 1821, sino tan solo reconocer que nuestro mérito en el mencionado evento fue precario, pues la primera decisión de acabar con más de tres siglos de colonialismo la tomaron otros, si bien nosotros la secundamos.
Y no por simple inercia. Ya para entonces teníamos una incipiente pero nítida conciencia nacional, pero que solo con la gesta de 1856 se convirtió en auténtico patriotismo.
Solo cuando se está dispuesto a morir y a matar frente a un enemigo de nuestra dignidad nacional, podemos decir que hemos construido el basamento de un sentimiento patriótico genuino; que en el caso nuestro no fue teñido de chauvinismo sino todo lo contrario: fue un acto de solidaridad centroamericana.
El mérito inconmensurable de D. Juanito Mora fue tanto en el ámbito político como en el campo de batalla, si bien allí se desplegó un heroísmo ejemplar en la historia de los pueblos de la región.
D. Juanito tuvo la extraordinaria destreza de calmar los (re)sentimientos contra Costa Rica exacerbados por el fusilamiento aquí del líder liberal Francisco Morazán. D. Juanito supo unir a las incipientes repúblicas de Centro América sumidas en sangrientos enfrentamientos entre conservadores y liberales, cuyo odio mutuo fue la causa de la infame decisión de León de traer a nuestras tierras a un forajido esclavista, aunque dotado de dotes de líder, como fue el sureño William Walker.
Envalentonado por el apoyo delirante y masivo de la opinión pública norteamericana y por el solapado pero no menos firme de los presidentes Buchanan y Pierce, Walker soñó con convertirnos en una colonia que fuera la retaguardia estratégica de los estados del Sur.
Mora logró convencer a los países vecinos de que las diferencias entre ellos carecían de sentido frente a la amenaza filibustera. Hizo que todos los centroamericanos nos sintiéramos hermanos.
D. Juanito contribuyó como nadie a forjar nuestro Estado nacional. Nos convirtió en una nación respetada internacionalmente. Murió de pie mirando de frente a quienes lo traicionaron en su condición de Presidente Constitucional.
Por eso seguirá siendo, mientras nuestro pueblo cultive su memoria histórica y su conciencia patriótica, el modelo por excelencia de jefe de Estado. Sus gestas en el campo de batalla y su genio visionario como estadista, lo han convertido con toda justicia en una leyenda.
Las leyendas nunca mueren porque expresan mediante el imaginario colectivo de un pueblo, los sueños y las virtudes que dan sentido a nuestra vida como nación.
Sus hijos de hoy somos el cuerpo cuya alma es la de Don Juanito; hoy poseemos las venas cuyo torrente que dentro fluye proviene de la sangre derramada en 1856; hoy vivimos de su herencia, y cantamos a la Patria con esas mismas voces que resonaron triunfantes en Rivas un memorable 11 de Abril de 1856. ¿Qué sería de nosotros hoy sin los héroes de ayer?

Arnoldo Mora

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