La bomba de tiempo podría reventar
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 06 agosto, 2015
Corremos el riesgo de seguir varados y de que la bomba de tiempo (el déficit y la deuda pública) aludida por el presidente Solís (1/V/15) reviente
De cal y de arena
La bomba de tiempo podría reventar
Es evidente el temor del presidente Solís Rivera a la confrontación con los gremios de un signo y de otro, de una extracción y de otra, inevitable a la hora de sanear las finanzas públicas deterioradas al extremo de alcanzar casi el 6% del PIB. Se parapeta para justificar la evasión de la acometida por las vías de la depuración de los vicios y corruptelas presentes en las planillas de los empleados públicos, en que su efecto corrector demoraría 15 o 18 años. El fragoroso debate que provocaría su tramitación en la Asamblea Legislativa, presume que le causaría un gran desgaste político a sus huestes ya de por sí bastante venidas a menos. La evasiva, sin embargo, no es consecuente con la misión de un estadista decidido a dejar en marcha los cambios así sea que consuma dos o tres quinquenios en consolidar el saneamiento de los presupuestos del Estado.
Si algo está claro es que la responsabilidad de este desbarajuste no es de él ni de su administración, aunque sí le es imputable responsabilidad por su autorización al incremento del gasto (en octubre de 2014 un presupuesto extraordinario marcó una expansión del 14%) dándose además un desembolso muy generoso para el FEES a poco de iniciar su gestión de gobierno con el que se consolidó la paga del régimen de salarios de las universidades públicas en los extremos dispendiosos, desequilibrantes e inequitativos, además de otros rubros justificados.
Ese mundo de privilegios adosados a la base de los salarios (que es lo que deforma los regímenes) hace que el salario promedio en el gobierno sea un 137% superior al del sector privado y que el pago de las anualidades automáticas y de obsequiosos montos por cesantía dupliquen los sueldos de la administración central y autónoma.
En 1992 se corrigió el privilegiado mundo de las pensiones de los diputados (Régimen de Hacienda). Pero quienes ya las gozaban siguen todavía hoy beneficiándose con un trato de privilegio que les provee un incremento cada año del 30% y la canonjía de heredar la pensión a sus hijos solteros.
Con el criterio del presidente Solís, ese repudiado régimen de gollerías no se hubiese saneado, aun parcialmente, y aún estaría el fisco soportándolas, máxime con los criterios con que la Sala Constitucional ha abordado estas pagas de excepción, ni el presidente Calderón Fournier hubiera firmado el decreto que puso en marcha parte de las reformas a las pensiones públicas.
Don Luis Guillermo se va por el lado de los impuestos (IVA y renta) y de la represión de la evasión y la elusión (quizá no con el rigor ni el sentido práctico requeridos) para achicar el déficit fiscal, y se distancia de quienes enfatizan la necesidad de recortar el gasto público (ahí están los privilegios en los salarios). No ha podido, empero, ser convincente en su posición ni atar los respaldos precisos para salvar su punto de vista ante un poderoso bloque de partidos que demanda emprender el saneamiento fundamentalmente por el lado del gasto.
Corremos el riesgo de seguir varados y de que la bomba de tiempo (el déficit y la deuda pública) aludida por el presidente Solís (1/V/15) reviente finalmente.
Álvaro Madrigal
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