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COLUMNISTAS


La seguridad de los costarricenses

Emilio Bruce [email protected] | Viernes 17 marzo, 2023


Sinceramente

Trascendental como es la seguridad ciudadana de los costarricenses, la misma se ha venido descuidando desde hace muchísimos años. No debemos jamás confundir seguridad con represión. La represión tiene efectos inmediatos al hacer que los delincuentes se oculten y sean más difíciles de detectar al esconder los delitos, las conductas antisociales y aumentar la violencia social en el mediano y largo plazo. No se debe confundir de ninguna manera el origen de la inseguridad. No se consigue seguridad con campos de concentración, con trato inhumano a los privados de libertad ni con violencia institucional, al contrario, todo ello lleva a aumentar los niveles de violencia y de inseguridad posteriores. Más justicia pronta, cumplida y más solución de los generadores de la inseguridad en sus orígenes es lo apropiado.

¿Qué nos hace a unos ser buenos ciudadanos, cumplir con las leyes y respetar la vida y propiedad ajena? Cinco grandes socializadores poderosos son los que marcan el derrotero de nuestra conducta. El hogar es trascendental. Una madre que está en la crianza de hijos buenos y un padre que está en la formación de ellos son más valederos en generar seguridad ciudadana que mil policías. El estado no puede estar vigilando y siguiendo a todos los costarricenses a quienes su padre y su madre no sentaron las bases de una buena convivencia en respeto y en honestidad. La familia es determinante en la seguridad ciudadana pues forma las primeras conductas socialmente aceptables en los niños, las más duraderas, las más valederas para el resto de sus vidas. Si no hay familia, si la madre adolescente y sola es quien atiende a sus hijos parcialmente porque debe trabajar largas horas para medio dar de comer a éstos, la labor de la familia se ve muy limitada. Si no hay familia sólida no hay reglas de convivencia bien sentadas ni seguridad ciudadana en consecuencia.

La escuela es decisiva en la seguridad ciudadana ya que sienta las reglas de las conductas de los individuos fuera de la familia. El debilitamiento de la educación resulta en el debilitamiento de la seguridad ciudadana. El debilitamiento de la autoridad en las escuelas y en el deber ser de los alumnos tienen graves repercusiones posteriores.

La religión es trascendental en la diferenciación entre el bien y el mal. Muchos adversan este concepto y desearían que no hubiera religión. Muchas sectas y personas dizque religiosas lejos de formar, deforman a los jóvenes que ponen oídos a sus prédicas. El debilitamiento de las religiones resulta en el debilitamiento de la moral y tiene un impacto formidable en la seguridad ciudadana. Un buen sacerdote, un buen rabino o un buen pastor tienen un mayor impacto que cien policías en la seguridad ciudadana de su comunidad.

Los lugares de trabajo o grupos de convivencia, los grupos de referencia y los medios de comunicación colectiva también son decisivos en la conformación de un ambiente de seguridad. La exaltación de los crímenes, asaltos, de los dineros involucrados en ellos deforman y tienden a crear héroes de los delincuentes y de la conducta delincuencial. Policía firme y eficaz, fiscalía competente, tribunal expedito y cárcel que además rehabilite a los delincuentes deben atender con rapidez los casos de quienes violan la ley.

El país ha creído que nombrando al frente del Ministerio de Seguridad Pública a un jefe de la policía represiva va a conducir a generar más seguridad. Un jefe de la policía represiva quizás reprima mejor y esto genere más presión delincuencial a futuro, claro no estará atendiendo ni formando seguridad ciudadana. La seguridad ciudadana es una sumatoria social en la que al igual que en la salud pública, las cloacas y el agua potable hacen más que muchos doctores y enfermeras. La experiencia de quienes han de dirigir el Ministerio de Seguridad Pública es importante. No se puede llegar allí a aprender cuando lo que se requiere es que quienes lleguen pongan a funcionar lo que saben y han vivido.

Para mejorar la seguridad ciudadana es menester conjugar esa sumatoria social y fortalecer los elementos que garantizan la misma. La inseguridad ciudadana se debe de combatir en sus orígenes no solo a través de la represión policial. No es un asunto de armas, cárcel y penas draconianas, es cuestión de suprimir las causas que generan tal inseguridad. Sin perjuicio de ello, justicia pronta y cumplida, un estado plenamente vigente de legalidad y una autoridad respetada y funcional son básicas en cualquier esfuerzo en pro de más seguridad ciudadana. En la sumatoria social el desempleo, la miseria, la alienación y la falta de destrezas para ganarse la vida son generadores decisivos de criminalidad.

La seguridad ciudadana no es la inseguridad causada por el crimen organizado. El narcotráfico, las bandas, los sicarios se combaten con la misma fuerza y letalidad que ellos despliegan en sus delitos. El combate del crimen organizado, sus bandas y sicarios, sus ríos de dinero del negocio ilegal y del narco, su penetración en todas las estructuras del estado y de la sociedad se debe de combatir como la guerra que es. Las reglas de la paz no son las reglas de la guerra y esta es una guerra declarada que requiere a su vez de armas, inteligencia, jefaturas y organización mejor que la del narco y del crimen organizado.

Estamos llegando a un punto de inflexión en nuestra sociedad en el que, si no atajamos esta violencia, este crimen organizado y estos sicarios nos va a pasar encima una monstruosa ola, destruyendo toda la institucionalidad y el estado de derecho, así como la convivencia armónica.

La seguridad ciudadana requiere de una estrategia diferente a la seguridad ante el crimen organizado, el narco y los ejércitos de sicarios que comienzan a controlar barrios, pueblos y zonas del país por encima de las mismas autoridades.

La formación de cuerpos de inteligencia extremadamente eficientes y a prueba de infiltraciones del crimen organizado es indispensable. La conformación de distintos cuerpos tácticos especializados en la policía administrativa y en la policía represiva debe de lograrse con espíritu de urgencia. Modificaciones legales para prohibir expresamente la excarcelación a personas presuntamente delincuentes del crimen organizado, sicarios o narcotraficantes es imperiosa. Entendamos las reglas de la paz no son las reglas de la guerra. Estamos en guerra.

Para dirigir la seguridad del país, la seguridad ciudadana, ante el narco, el crimen organizado y otras variaciones más de esta ola delincuencial se requiere excelencia, no mediocridad. En este país tenemos una escuela de policía, pero no graduamos oficiales jefes sofisticados que dependen de academias y escuelas foráneas para su formación y actualización permanentes. Esto debe de corregirse de manera inmediata también, se necesita una escuela de oficialía.

El problema de seguridad del país es de resolución urgente, pero sus resultados los veremos a mediano plazo si tomamos hoy las decisiones correctas. No hay soluciones prontas ni fáciles. El problema de la seguridad del país enfrenta prejuicios contra las armas, los cuerpos armados, la doctrina de la seguridad, la disciplina y obediencia de los ciudadanos y otros como la propaganda activa de pandillas y narcos en contra de las leyes y las fuerzas del orden buscando desacreditarlas u obstruirlas. Irremediablemente deberá cambiar el país si se desea atender esta compleja problemática.

Requerimos al frente del esfuerzo más un estratega, más una persona que entienda la sumatoria social que debe de potenciar activamente para mejorar la seguridad ciudadana, más una agencia de inteligencia seria y capaz que un jefe de policía garrote en mano y el desprecio social por quienes van a poner sus pechos y sus vidas en la línea del deber.

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