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La política actual de destrucción de competitividad y de valor en el sector eléctrico nacional es incongruente con el presente y con el futuro

Roberto Dobles [email protected] | Lunes 18 enero, 2021


La política que se observa en la realidad y que se está implementando en el país de destrucción actual y futura de competitividad y de valor en el sector eléctrico nacional, expuesta en mis dos columnas anteriores, está conduciendo en lo fundamental a lo siguiente:

• Esta política conlleva al cierre de plantas eléctricas de bajo costo (al no renovarse los contratos) que generan con fuentes renovables de energía. Esto con el fin de beneficiar la operación de plantas eléctricas estatales de alto costo (que operan con recursos renovables y no renovables) y la importación de electricidad de América Central, la cual es generada por plantas privadas que usan recursos energéticos no renovables y generan emisiones.

• Esta política conlleva adicionalmente a no desarrollar plenamente en el país nuevas plantas de generación eléctrica de bajo costo que los crecientes y continuos adelantos tecnológicos están potenciando. Lo anterior para beneficiar plantas eléctricas estatales tradicionales más caras que operan con fuentes de energía cuya tecnología y su ritmo de innovación se ha estancado.

Las nuevas plantas de generación eléctrica centralizada y distribuida con las nuevas tecnologías, en plena evolución y de creciente bajo costo (como la solar y la eólica), son las que más están creciendo en el mundo y las que están provocando el surgimiento de un nuevo paradigma energético.

La evolución tecnológica que continuamente ocurre en el mundo ha sido el gran impulsor de los cambios energéticos en la historia de la humanidad, incluyendo los cambios que están ocurriendo actualmente.

Como parte de estos cambios inducidos por la tecnología, nuevas y mejores fuentes de energía surgen y desplazan a las fuentes tradicionales y se crean nuevos paradigmas energéticos, los cuales mejoran los sistemas y reducen los costos e inciden, entre otras cosas, en la actividad de generación, transmisión, distribución y comercialización de electricidad.

Este nuevo paradigma que está emergiendo ahora, y que está siendo impulsado por los nuevos y crecientes avances de la tecnología, va a ser muy distinto al paradigma actual que fue forjado por las tecnologías del pasado.

Es importante tener muy claro asimismo que el nuevo paradigma que está emergiendo forma parte integral de la transición energética y económica que está ocurriendo en el mundo.

Muchos estudios han venido señalando lo anterior. Uno de ellos es el estudio titulado “Power System Organization Structures for the Renewable Energy Era” elaborado por la International Renewable Energy Agency (IRENA) y referido al sector eléctrico:

• “El mundo está experimentando una transición energética que está cambiando la forma en que se produce la electricidad, se transporta y se consume”.

• “Para asegurarse que la transición energética sea lo suficientemente profunda y rápida, las estructuras del sistema eléctrico deben ser reformadas para que favorezcan un uso máximo y óptimo de las nuevas tecnologías y las nuevas fuentes renovables de energía”.

• “No será suficiente simplemente ajustar las estructuras actuales para apoyar la transición”.

• “Es necesario un cambio de paradigma que involucre el rediseño de las estructuras del sistema eléctrico”.

Las autoridades, y personas no expertas en los impactos de los cambios tecnológicos y en los cambios de paradigma en el sector energético, no han comprendido que la transición energética, impulsada por los avances de la ciencia y la tecnología, involucra también un cambio de paradigma del modelo energético actual.

La transición energética no es un simple cambio de fuentes de energía dentro del contexto de la matriz energética vigente y del paradigma actual.

Por su naturaleza misma, la transición energética implica un cambio de paradigma y de estructura del sector.

Entre otras cosas, como bien lo dice el estudio citado anteriormente de la International Renewable Energy Agency, la transición energética y el pleno aprovechamiento de los continuos adelantos tecnológicos requiere que las estructuras del sistema eléctrico sean reformadas y rediseñadas y que no será suficiente simplemente ajustar las estructuras actuales.

La evidencia en el mundo demuestra igualmente que los cambios de paradigma, impulsado los adelantos tecnológicos y como parte de una transición energética, han potenciado el desarrollo económico y social de los países.

La política de destrucción de competitividad y de valor en el sector eléctrico nacional impide, de manera errada, que las fuentes tradicionales de energía sean desplazadas por las nuevas y mejores fuentes de energía que están emergiendo fuertemente impulsadas por los avances de la civilización y que son las que más están creciendo actualmente en el mundo.

Entre estas nuevas fuentes de energía, cuyo desarrollo tiene el más alto ritmo a nivel mundial, se encuentra la energía solar, seguida por la energía eólica.

Pero la energía solar es la que más potencial disruptivo tiene sobre el statu quo y es la que está liderando el cambio de paradigma en los sectores eléctricos del mundo.

La International Energy Agency (IEA) ha confirmado en su más reciente estudio, de 464 páginas, titulado “World Energy Outlook 2020”, que la energía solar es ya la fuente de energía primaria más barata para generar electricidad en toda la historia de la humanidad.

También la IEA ha señalado en este estudio que la energía solar se ha convertido en el nuevo rey de la generación de electricidad y que está en el centro de una nueva constelación de tecnologías de generación eléctrica.

Adicionalmente, todo indica que la energía solar para generar electricidad fortalecerá aún más su posición competitiva y su capacidad disruptiva en el futuro con el aceleramiento de los adelantos tecnológicos, los cuales continuarán impulsando la reducción de los costos.

Los grandes y continuos adelantos tecnológicos en materia de generación eléctrica con energía solar, y su acople con los continuos adelantos en las baterías de alta capacidad para almacenar electricidad, crearán grandes rupturas en el sector eléctrico a como lo conocemos hoy.

Dentro de estas rupturas que los adelantos tecnológicos van a potenciar se encuentra la parte del cambio de paradigma que está relacionado con el traslado progresivo de la generación eléctrica centralizada a la generación eléctrica descentralizada por parte de los consumidores (llamada también generación distribuida).

Esto creará muchos cambios, incluyendo el surgimiento de miles de pequeñas comunidades generadoras y consumidoras de electricidad.

Estos son los cambios que el statu quo quiere bloquear con la política estatal de destrucción de competitividad y de valor en el sector eléctrico nacional.

Como lo señalé en mi columna pasada, la política actual de destrucción de competitividad y de valor reprime las dos fuentes de energía que más rápido están creciendo en el mundo y cuyos costos están bajando más rápidamente: la energía solar en primer lugar y la energía eólica en segundo lugar.

Como consecuencia de la política actual, el desarrollo de la infraestructura eléctrica (basado fuertemente en un paradigma centralizado con fuentes tradicionales de energía) se está quedando obsoleto.

De acuerdo al Plan de Expansión de la Generación Eléctrica 2018-2034 del ICE, en el 2019 la participación de la generación con energía solar en el país fue del 0,2% y en el 2027 todavía sería del 0,2%.

Con respecto a la generación de electricidad con energía eólica, este plan muestra que en el 2019 la participación de la generación con energía eólica en el país fue del 11% y en el 2027 todavía sería del 11%.

La generación distribuida (descentralizada) de electricidad con energía solar, que es la electricidad que los consumidores generan en el mismo lugar donde la consumen (en sus techos, por ejemplo), también está fuertemente restringida, obstaculizada y limitada por un reglamento emitido por el Poder Ejecutivo.

La política de destrucción futura de competitividad y de valor en el sector eléctrico nacional, que se observa en la realidad de los hechos, favorece las tecnologías tradicionales y el paradigma centralizado actual, proveniente del pasado, en detrimento de las nuevas y más baratas tecnologías como la solar y la eólica y del nuevo paradigma descentralizado que está emergiendo en el mundo.

Se trata de un asedio por parte de las autoridades estatales a la competitividad actual y futura, al desarrollo tecnológico, a la modernización del sistema energético y al crecimiento económico y social del país.

Se bloquea el aprovechamiento pleno, económico y social, de los continuos y rápidos adelantos tecnológicos que se están dando en el mundo y que permanentemente generan importantes reducciones en los costos.

Entre muchas otras cosas, esto está ocurriendo en el país no solamente por dogmas sino también porque no se tiene claro que el sector energético del país forma parte del sector productivo nacional y que no está aislado de lo que ocurre en el mundo.

La cadena de valor de la producción nacional, en todos los sectores económicos y sociales (que incluye al sector energético), compite fuertemente con la cadena de valor de la producción de otros países (y sus sectores energéticos en continua innovación tecnológica y estructural), tanto en el comercio internacional y en la atracción de inversión extranjera directa (IED).

Existe así una gran competencia entre los sectores energéticos de los países, la cual se da a través del costo de la energía contenida en los bienes y servicios que se producen en las diferentes naciones y que compiten tanto en el mercado nacional como en los mercados de otros países.

Entre los muchos sectores productivos que han llamado la atención sobre este tema se encuentra el sector industrial. La Cámara de Industrias ha insistido que “el industrial debe producir para competir con el mundo y en el mundo, donde las tarifas (eléctricas) son mucho más bajas”.

En el mercado nacional y en los mercados internacionales se comercializan bienes y servicios producidos en otros países con costos energéticos cada vez menores.

Esto representa una creciente desventaja de los productos nacionales, tanto en el mercado nacional como en los mercados internacionales.

La política nacional de destrucción de competitividad y de valor en el sector eléctrico (por acción y omisión) es incongruente e incompatible con el desarrollo económico y social del país y, si no cambia, los adelantos tecnológicos la derribarán finalmente. Pero si esta política se mantiene, se profundizarán muchos daños económicos y sociales por muchos años.

Sin embargo, lo ideal es que la política de destrucción de competitividad y de valor sea eliminada y que más bien se adopte una política que impulse vigorosamente la adopción permanente y rápida de las nuevas tecnologías que están emergiendo (de generación, de redes y de baterías) y mejorándose todo el tiempo en la cadena de valor del sector eléctrico.

El país requiere seguir las tendencias mundiales y no quedarse estancado con tecnologías tradicionales que son mucho más caras e ineficientes.

Las tendencias evolucionan hacia un sistema eléctrico y un paradigma mucho más adaptable y más flexible que incorpore velozmente la rápida evolución tecnológica.

La disonancia entre las políticas actuales (basadas en mantener un modelo eléctrico estático y un conjunto de tecnologías tradicionales con poca capacidad de reducción futura de costos) y la nueva realidad (basada en una fuerte dinámica de innovación, de continuos adelantos tecnológicos y de descentralización bajo un nuevo paradigma) es cada vez más evidente.

Por lo tanto, el cambio es indispensable.


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