La personalidad de Myers, propicia el cambio
Gaetano Pandolfo [email protected] | Miércoles 24 febrero, 2021
Personalmente se me quedaron grabadas las palabras de Mariano Torres: “yo no le hablo a Walter Centeno; tampoco soy su amigo, tenemos una relación de técnico y jugador y punto”.
Esto, que es un asunto meramente personal y nada tiene que ver con el fútbol, reviste sin embargo características casi que dramáticas a lo interno de un club.
Porque….
¿Qué tal si no es solo Mariano el que tuvo esa pésima relación con el técnico del equipo?
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Fácil imaginarse la frialdad en los entrenamientos, las concentraciones, los ratos de ocio, los largos viajes, las horas de alimentación, cuando los jugadores y su entrenador deben estar distendidos, cómodos, en comunión, abiertos, conversando de sus familias y de otros temas ajenos al fútbol o al campeonato.
¿Resultaba entonces que si a Torres y a Centeno les tocaba la misma mesa para almorzar, se sentaron uno al lado del otro, sin hablarse?
Esto es fatal a lo interno de un equipo.
Y escribimos de esto, ahora que Walter Centeno fue cesado como técnico del Saprissa, porque es evidente que el “nuevo equipo morado”, se engendra en la personalidad plácida, serena, tranquila, amigable, de su nuevo entrenador, Roy Myers.
Los seguidores del Saprissa miran a un equipo “distinto”, a pesar de que en el 90% de su alineación, juega con los mismos futbolistas que utilizó “Paté”, de manera que, sin restarle un milímetro de mérito al trabajo que realiza “El Maravillloso”, este revitalizado “Monstruo” que ya está en la nuca del “León” dispuesto a devorarlo, se gesta más en la salida de Centeno que en la llegada de Myers.
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Mentalmente el equipo se soltó.
La comunicación entre Walter Centeno y el grupo de jugadores, sobre todo sus líderes, no era la correcta. Saprissa era un equipo atado, amarrado, presionado, por la singular personalidad de su entonces entrenador.
El fichaje de Roy Myers aportó, no solo variantes tácticas y técnicas valiosas muy propias del nuevo estratega, sino, y esto es lo más relevante, inundó el vestuario morado de paz, serenidad, comunión y amistad.
El tesoro más grande para un director técnico es tener buena prensa y que sus discípulos, más que subordinados, sean amigos. Fue lo que hizo grande a Badú en la Liga.
Lamentablemente, eso no lo entienden todavía muchos técnicos de por acá, confrontativos en sus declaraciones, desafiantes, desequilibrados emocionalmente y con relaciones tóxicas con sus propios jugadores y la prensa deportiva.
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