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Lunes, 25 de noviembre de 2024



COLUMNISTAS


¡La guerra contra las drogas ha sido un gran éxito! (sólo que para ciertos intereses y conveniencias).

Natiuska Traña [email protected] | Jueves 27 octubre, 2022


Hace 52 años, un 27 de octubre como hoy, el exmandatario Richard Nixon pronunció la frase: “La adicción a las drogas es el enemigo público número uno de los Estados Unidos”.

Con esta política pública y la influencia de los Estados Unidos, la respuesta de los demás países no se hizo distinta: prohibamos y desterremos las drogas hasta que las desaparezcamos de la faz de la tierra: Say no to drugs!

Lamentablemente, nadie se cuestionó que desde 1937 la marihuana fuera prohibida en los Estados Unidos y que más bien, Nixon tenía reportes científicos que indicaban que no causaba adicción y podía legalizarse. En ese momento histórico mediaban algunos factores políticos de por medio, que hicieron que se tomara esta posición, contra otros “enemigos” socio-culturales: la izquierda pacifista y los negros. Esto fue revelado más tarde, por John Ehrlichman – quien era asesor de Nixon – pues asociando a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína, sería más fácil que el gobierno tomara control de estos sectores que no beneficiaban a la clase política, criminalizando una conducta que practicaban estas poblaciones.

Conociendo lo anterior – que no es un chisme nuevo – volvamos al 2022… Las drogas siguen existiendo.

Recientemente en nuestro país, el cultivo, la industrialización y el consumo de cáñamo, así como el uso medicinal y terapéutico del cannabis son legales. Y Costa Rica, finalmente tomó uno de los primeros pasos para deshacer esta dinámica. No quedándose aquí, el oficialismo propuso el Proyecto número 23.383 “Ley de Control y Regulación del Cannabis para uso recreativo”.

Si nos vamos al Ministerio de Justicia y Paz; y revisamos las estadísticas penitenciarias, podemos observar que en el TOP 10 de los delitos de las personas privadas de libertad, están en segundo lugar los delitos contra la Ley de Psicotrópicos, con un total de 5005 privados de libertad.

La mayoría de los privados de libertad en esta clasificación provienen de poblaciones vulnerables, de escasos recursos, que encuentran en el “narcomenudeo” una forma de llevar sustento a sus hogares, y no sólo se exponen a las altísimas penas de cárcel sino al círculo de violencia que genera el narcotráfico.

Entiendo que, por ignorancia, moralismo o lo que sea que muchos quieran pensar, se han mantenido satanizadas las drogas y se ha obviado que el que no estén reguladas, es lo que hace que se perpetúe la violencia y criminalidad alrededor del mundo; justificándose con el pobre argumento, que si son ilegales se van a dejar de consumir. Por ejemplo, se ha tildado a la marihuana como una droga inicial, el “primer paso” en el camino para exponerse a otras drogas más fuertes, sin embargo, no se ha considerado que precisamente que exista ésta ilegalidad es lo que ha hecho que algunos consumidores tengan contacto con esas otras drogas fuertes, porque para obtenerlas tienen que romper la ley y contactar a un vendedor ilegal, que no sólo tiene esta droga, sino muchos tipos más. Lo cual, con regulación sería una situación perfectamente evitable.

Existe un error conceptual al querer tratar las adicciones como un tema político, en vez de un problema de salud pública. Si los países se dieran a la tarea de hacer un cambio en el enfoque, no sólo estarían liberando el espacio en las cárceles, sino eliminando un alto índice de criminalidad creado sin una justificación acorde en 1970, generando empleo, cobrando impuestos y regulando a los que con violencia llevan adelante este mercado negro en todo el mundo.

Es hora de dejar de ser más papistas que el papa y enfrentar realmente los problemas sociales con verdaderas soluciones, con educación, brindando productos que sean aptos para el consumo humano (que tengan trazabilidad y cumplan con regulaciones en sus preparaciones), cobrando impuestos que permitan financiar programas de rehabilitación para personas adictas o en riesgo social y finalmente aceptando que mantener “la guerra contra las drogas”, genera más violencia y criminalidad para cualquier país que lo que hace la regulación.

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