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COLUMNISTAS


Kerry vio el infierno

Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 31 julio, 2014


Grandes segmentos de la sociedad israelí saben que para alcanzar la paz en la región, será imperioso derrotar a Hamas


De cal y de arena

Kerry vio el infierno

“Esto es una operación infernal” dijo John Kerry, Secretario de Estado, sin percatarse de que había periodistas escuchándolo. Se quedó espantado al constatar las dimensiones de la guerra con que el ejército israelí pretende reducir a la inanición a Hamas, llevándose en banda a todo un pueblo asentado en Palestina desde hace más de mil años y que intenta materializar la legítima aspiración de incorporarse al concierto de naciones con un Estado con las características definitorias que dicta el Derecho Internacional.
Lo que le faltó decir a Kerry es que ese infierno es posibilitado por la silenciosa alcahuetería de su gobierno, generoso e ilimitado en la provisión de recursos financieros y militares a esas las quintas fuerzas armadas del mundo, con envidiable potencia y eficacia.
De las palabras y de la simulación de presiones Washington no ha pasado, evidentemente porque el poder del lobby judío en las instancias gubernamentales estadounidenses es poco menos que ilimitado.
Con ese imparable aparato de guerra y por la gracia de ese amparo protector, el gobierno de Israel se ha apoderado por la fuerza de enormes extensiones de tierra que le fueron asignadas a árabes y palestinos en 1947, burlándose de los términos de la partición territorial en que se dio por fin acogida al legítimo derecho del pueblo judío allí localizado y también al de la diáspora, a tener un Estado propio y reconocido por la comunidad internacional.
La diáspora judía llegaba a su fin. Otra diáspora, la del pueblo palestino, emergió desde que se le expulsó de las tierras ancestrales ocupadas por centenas de años.
Vive en Cisjordania recluido en un estrecho espacio tras arrebatársele lo que el dictado de la ONU le entregó, hacinado tras unos muros ignominiosos que también condicionan y dificultan el cultivo de sus tierras. Y en Gaza, reducido a un ghetto. Vaya ironías que algo hacen recordar los ghetos y las teorías del espacio mínimo vital, hijos de la bestialidad nazi.
Hace años se libra allí una despiadada guerra que ha significado un baño de sangre y la muerte de millares de inocentes. Sus más evidentes culpables son el ejército israelí y Hamas, esta la organización terrorista que se cobija en la legitimidad de la lucha por la recuperación de los territorios palestinos para justificar la irracional, imposible e ilegítima empresa bélica de extinguir a Israel.
Pero, ¿es que la usurpación de sus tierras, la diáspora de este otro pueblo y la negación de su derecho a constituir un Estado con todos los atributos que manda el Derecho Internacional, no son factores fundamentalmente influyentes en la existencia de Hamas y de su aberrante deformación terrorista?
Grandes segmentos de la sociedad israelí saben que para alcanzar la paz en la región, será imperioso derrotar a Hamas. Y que para derrotar a Hamas, no hay más retomar la senda marcada por el primer ministro Yitzahak Rabin y el líder de la OLP, Yasser Arafat. Tienen la palabra los que financian esta guerra.

Álvaro Madrigal

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