Isla del Coco: esperanza de la Humanidad
Enrique Uribe [email protected] | Viernes 27 agosto, 2021
La crisis climática que afecta a nuestro Planeta requiere de acciones trascendentales para que podamos vivir en un futuro saludable, armonioso, y productivo. Un desafío de esta magnitud implica cambios en todos los niveles de la vida humana; desde nuestra comodidad del día a día, hasta en la estructura económica y social con la que nos encontramos organizados. Este reto, nos obliga a priorizar soluciones integrales basadas en información científica y con un enfoque de progreso centrado en el bienestar humano. Dichosamente tenemos a la Isla del Coco para lograr precisamente esta tarea.
La Isla del Coco es una isla oceánica ubicada a más de 500 kilómetros de Puntarenas, la cual tiene 42 años de ser parque nacional. La distancia nos puede llevar a
pensar que nos afecta muy poco lo que suceda en esta Isla, pero la realidad es que
estamos directamente enlazados con ella y con sus aguas circundantes ya que de alguna u otra manera, todos dependemos del océano.
En la últimas décadas, los océanos han absorbido más del 90% del calor que hemos causado debido a los gases de efecto invernadero. En otras palabras, nos estaríamos quemando vivos, sino fuera “por la salvada que nos está pegando el océano”. Al leer esto, posiblemente has respirado una y otra vez… pues resulta de que uno de cada dos respiros que inconscientemente has hecho provienen del océano. En otras palabras, más del 50% del oxígeno es producido por el océano. Además, cabe resaltar que más de 260 millones de personas a nivel mundial trabajan directa o indirectamente en la industria pesquera. Para todos, sin importar donde estamos o qué hacemos, el océano juega un rol fundamental.
Proteger a la Isla del Coco es proteger nuestro océano. El territorio costarricense es 92% mar, y eso se lo debemos a la Isla del Coco. Sin embargo, actualmente solo protegemos el 2.7% de nuestro territorio marino, lo cual implica que hemos dejado a la libre el gran remanente del mismo. Es decir, el 97.3% de nuestro mar se encuentra desprotegido, expuesto, vulnerable, donde puede pasar cualquier cosa; inclusive la exploración de metales pesados en nuestro suelo marino o la explotación industrial de nuestro recurso pesquero en manos de una flota extranjera. Este tipo de desprotección nos aumenta el riesgo de generar desbalances irreversibles e inclusive de agotar nuestro recurso marino con muy poco beneficio a cambio. Por esto mismo, debemos apoyar el esfuerzo de ampliar la Isla del Coco, para que solamente se permita el aprovechamiento sostenible del recurso pesquero de la flota nacional en sus áreas de manejo. Como bien se ha dicho muchas veces, “pescado tico para pescadores ticos”. No es justo que flotas extranjeras se lleven el recurso pesquero dejando muy pocos beneficios en nuestras comunidades costeras. Precisamente este esfuerzo de ampliar el área protegida circundante a la Isla del Coco apunta a un uso exclusivo del área de manejo para la flota nacional. En otras palabras, mejor pesca para el sector pesquero costarricense que tanto lo necesita. Tampoco es justo que las futuras generaciones de costarricenses no logren conocer especies que hoy en día ya se encuentran en grave peligro de extinción, tal y como lo es el caso del tiburón martillo. Todo esto por nuestra falta de acción. Este mismo esfuerzo de ampliación es un pilar fundamental para asegurar la recuperación de las poblaciones de especies marinas que se encuentran en peligro de extinción. Además, proteger las aguas circundantes a las Isla del Coco nos asegura una mayor resiliencia ante los eventos del cambio climático que cada vez son más evidentes.
Resguardar una mayor proporción de nuestro océano con un modelo que genere mejor pesca para nuestros pescadores costarricenses y asegure la sostenibilidad de las especies de interés turístico, es precisamente, la fórmula correcta para activar la economía y a la misma vez, proteger el ecosistema marino del que tanto dependemos.
Si cuidamos a la Isla del Coco, la Isla del Coco cuidará de nosotros.
Enrique Uribe