Inteligencia Artificial: riesgos, desafíos y oportunidades
Óscar Álvarez Araya [email protected] | Jueves 15 junio, 2023
La Inteligencia Artificial (IA) es una herramienta positiva y negativa, dependiendo del uso que le demos los seres humanos.
Puede ser de enorme beneficio para el avance, el progreso y el bienestar de la humanidad o el inicio de grandes desafíos y desventuras.
Es una herramienta super interesante y maravillosa que facilita y agiliza los procesos pero puede convertir al ser humano en dependiente y menos creativo.
Actualmente el país más avanzado en IA son los Estados Unidos con el mayor número de patentes (más de 279,000). Le sigue en segundo lugar China con 70.000 patentes.
En 1950 el matemático Alan Turing se hizo la siguiente pregunta: Pueden pensar las máquinas? La Inteligencia Artificial pretende responder afirmativamente a la pregunta de Turing. Es decir que el objetivo de la IA es replicar o simular la inteligencia natural de los seres humanos en las máquinas.
Según los expertos se trata de máquinas inteligentes o máquinas o sistemas que son capaces de tomar decisiones que normalmente requieren de un nivel de conocimiento propio de los humanos.
Hay dos tipos de Inteligencia Artificial. La IA estrecha o débil que se concentra en la realización de una sola tarea. Algunos ejemplos serían los vehículos autónomos, los robots que en un hotel llevan los alimentos a las habitaciones de los clientes o realizan las labores de limpieza o el mismo motor de búsqueda de Google. El segundo tipo de IA sería la general. Se trata de una máquina o sistema con un nivel de IA comparable al de un ser humano. Esta tecnología aún no existe, pero podría llegar pronto.
El Chat GPT de Google es un sistema de IA creado por Google. Es el sistema de IA más avanzado y solicitado del momento actual en el mundo.
El Bard es un sistema de IA creado por Google. Se trata de un sistema conversacional, de manera que puedes interactuar con el. Tu le escribes preguntando por algo o le indicas que debe hacer y el responde. Es un servicio totalmente gratuito. La herramienta reacciona ante los comandos que le ordena el usuario.
Geoffrey Hinton es el padrino de la IA. Trabajó durante décadas en Google desarrollando el sistema hasta que recientemente dejó la empresa para poder hablar libremente sobre las nuevas tecnologías. Ahora tiene una visión crítica de la IA y afirmó que hasta podría destruir la civilización.
Pero oponerse a la IA es repetir el error del ludismo inglés que protestó contra el nacimiento de las máquinas llegando hasta a destruirlas para evitar el triunfo de la Revolución Industrial.
Ayer el Parlamento europeo aprobó su primera legislación para regular la IA.
El problema es que regular la IA puede ser una misión tan difícil como regular el internet o la televisión global. Y si las democracias occidentales aprueban leyes para limitar su funcionamiento nadie asegura que en las autocracias se vaya a hacer lo mismo. Por el contrario puede ser que ellas permitan el florecimiento de la IA como instrumento de control social, perfeccionamiento del estado policial y hasta de confrontación con sus adversarios sistémicos.
Algunos expertos están preocupados por los riesgos de la IA en la divulgación industrial y masiva de noticias falsas o distorsionadas que podrían alterar los resultados de una elección presidencial.
Hay desde luego visiones más favorables respecto de las máquinas inteligentes. Representan toda una revolución mundial en el mundo de los negocios. Pueden incrementar la productividad de la economía global y facilitar enormemente la traducción entre numerosos idiomas y permitir la creación de textos básicos, el reconocimiento facial, así como ser de enorme utilidad en la administración de recursos humanos, entre otras ventajas.
Una de las oportunidades posibles es que las máquinas inteligentes pueden abocarse a las labores repetitivas mientras que los seres humanos tendríamos más tiempo disponible para tareas más creativas.
Los sistemas de IA permiten el almacenamiento y procesamiento de cantidades monumentales de datos, muchísimos más de los que pueda manejar el más inteligente de los seres humanos. En ese aspecto una máquina inteligente puede desplegar una inteligencia de datos equivalente a la de un millón de cerebros humanos. Asimismo pueden generar textos, imágenes y voces.
Ya algunos expertos están contemplando la posibilidad de que de aquí a cinco o veinte años la Inteligencia Artificial supere a la Inteligencia natural de los seres humanos.
Aunque también he leído a filósofos tranquilizando los ánimos y afirmando que por más inteligentes que sean y por más datos que acumulen y procesen, las nuevas máquinas no tienen razón, raciocinio y tampoco sentimientos.
Otros autores han dicho que las máquinas de la IA no tienen conciencia de sí mismas y tampoco sentido del bien o de la ética. Afirmación que también genera nuevas rondas de inquietudes y preocupaciones.
Porque una máquina inteligente que efectivamente no tiene ni razón, ni sentimientos, ni sentido ético, ni conciencia de sí misma, eventualmente podría ser programada por algunos de sus creadores humanos para lograr objetivos tanto positivos como negativos, según nuestra perspectiva humana.
Es decir que las máquinas pueden terminar sirviendo a objetivos que nosotros de acuerdo a ciertos valores éticos definimos como buenos o malos, positivos o negativos. Pero las máquinas son neutras en valores y pueden servir a los objetivos para las que sean programadas.
Imaginemos las enormes posibilidades que se abren para las máquinas inteligentes en un marco de guerra o conflicto militar, con ejércitos que sustituyan a sus soldados con robots. O al servicio de autocracias inescrupulosas. Y pensemos que las máquinas pueden ser programadas por unos seres humanos para destruir o someter a otros seres humanos. Y hasta eventualmente podría ocurrir que ciertas máquinas terminen destruyendo a sus creadores.
La IA representa tanto riesgos, como desafíos y grandes oportunidades. Puede ser de enorme beneficio para el progreso y el bienestar de la humanidad o el inicio de grandes desventuras. Todo depende del uso que le demos los seres humanos a las máquinas inteligentes que son instrumentos neutros, que no tienen razón, ni sentimientos, ni conciencia de sí mismas, ni sentido de la ética.
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