Inteligencia Artificial: La segunda ola de la Tecnología Educativa
Willy Castro Guzmán. [email protected] | Martes 21 noviembre, 2023
Se le atribuye a Santanaya la frase que dice que “aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla”. A inicios del siglo XXI, la educación superior pública y privada costarricense daban los primeros pasos en el uso de la tecnología para propósitos educativos. Dichos esfuerzos se centraban en el uso de las tecnologías para potenciar las modalidades de educación y la incipiente educación virtual, lo que marcó la tendencia de las siguientes dos décadas.
A la educación virtual y sus variaciones como el aprendizaje electrónico, el aprendizaje móvil e incluso el aprendizaje híbrido es lo que yo llamaría la Primera Ola de la tecnología aplicada a la educación. Me refiero a tecnología fundamentalmente basada en Internet y en Entornos Virtuales de Aprendizaje, que prometía tener la capacidad de incidir y ocasionar cambios importantes en los procesos de enseñanza y aprendizaje, con el potencial de facilitar aprendizajes de cualquier temática, desde cualquier lugar y desde cualquier dispositivo. Con el transcurso de los años otras tecnologías y metodologías como la gamificación, la clase invertida y los MOOC han sido desarrollos graduales, cambios incrementales que dan continuidad a esta primera gran ola.
Los retos entonces eran mayúsculos: el acceso a las tecnologías, al Internet, asegurar el sustento y buen uso pedagógico de dichas tecnologías, los cambios en la evaluación, el rol del docente, el rol del estudiante, la ausencia de políticas institucionales, el plagio y las limitadas condiciones organizacionales de las instituciones educativas. Entre ellos, el que considero más complejo y a la vez de los que más han recibido atención es el desarrollo profesional del docente para la integración efectiva de las tecnologías en la educación. A pesar de los ingentes esfuerzos en este sentido, las investigaciones siguen demostrando importantes barreras en relación con la falta de suficiente, adecuada, de calidad y pertinente oferta de desarrollo profesional docente. Claramente, el avance ha sido lento, se demostró durante y posterior a la emergencia sanitaria y educativa por Covid-19.
Si miramos con mayor detalle a la persona docente, es sobre esta donde se ha puesto la mayor parte de la responsabilidad. Se le asignan recursos, se le da capacitación y con esto consideramos que debe lograr el éxito, sin reconocer ni comprender que los actores y las barreras forman un complejo intrincado de relaciones múltiples imposible de resolver con solo comprar chunches y dar capacitación.
Un docente universitario me contaba su experiencia de que allá por la mitad de los noventa, él era el profesor más innovador de su departamento, pues era el único que usaba el proyector de transparencias e iniciaba con pizarras digitales. Unos años después pasó a ser el profesor más atrasado del departamento en el uso de tecnologías. En su experiencia se sintió abrumado, por un remolino de tecnologías, de aplicaciones, de dispositivos, de posibilidades didácticas del uso de dichas tecnologías, de las previsiones que tenía que tomar para cambiar la evaluación, que no logró poner en orden sus ideas y terminó evitando su uso. Se sintió superado por un acelerado abanico de tecnologías en el mercado, por la presión para integrarlas en los procesos educativos y con recursos poco efectivos.
Hoy vivimos la era del desarrollo, aún incipiente por lo que dicen los expertos, de la inteligencia artificial “moderna”. Por el potencial que muestra, esta no puede ser vista como un cambio incremental; sino como un cambio disruptivo en el desarrollo tecnológico y por consiguiente una oportunidad de disrupción para la educación.
Los retos por enfrentar ante esta segunda ola de tecnología educativa parecieran ser, en gran medida, los mismos, pero ahora con una dificultad acumulada mayor. Las tecnologías de IA son más complejas, ¿tendremos acceso equitativo a ellas?, ¿Se requieren condiciones de conectividad superiores?, ¿cómo contribuyen con la transformación del aprendizaje y de la enseñanza? Sin duda, es necesario seguir revisando los roles docentes y de estudiantes a la luz de las tecnologías de IA, desarrollar nuevas y actualizadas políticas educativas institucionales, dialogar sobre la ética en el uso de la IA y las condiciones organizacionales de las instituciones educativas.
Para Ismael Celik y sus colegas los retos del uso educativo de la IA está en la confiabilidad de los algoritmos, en la limitada capacidad técnica de la IA, la limitación de infraestructura de las instituciones educativas, dificultades para su aplicación para evaluar, falta de conocimiento de los docentes en el uso de la IA y falta de interés de los docentes en la IA; todos estos similares a los enfrentados en la primera ola pero de frente a una tecnología superior y la forma en la que la estamos atendiendo, la tradicional.
Hoy día ya encontramos sitios web con las 120 herramientas de IA alucinantes para los docentes, para elevar la productividad, para investigar. El llamado es a ser cuidadosos y responsables para que nuestros docentes no se sientan abrumados, incapaces de responder a las presiones del mercado de tecnología educativa, que no sean sobrepasados por la cantidad de aplicaciones versus la falta de claridad en el propósito educativo y poca relación con los objetivos de aprendizaje. Con esta realidad, definitivamente los modelos, métodos y contenidos del desarrollo profesional docente debe tener características sustancialmente diferentes. No hay una sola receta, pero si buscamos transformación debemos pensar en rutas claras, capaces de acoger lo emergente pero pensadas, para no extraviarnos en el camino.
No debemos permitirnos repetir con la segunda ola lo que pasó con la primera. Una rápida carrera en investigación y desarrollo tecnológico con poco aprovechamiento educativo de dichas tecnologías. La reflexión debe ser profunda pero ágil, pues ya nos alcanzó la segunda ola y nos sorprendió apenas lidiando con la primera.
Ante esta segunda ola de la tecnología educativa temo que, aun conociendo la historia, el no reconocerla, pero sobre todo el no actuar a tiempo, nos lleve a repetirla.