Impuestos: Semántica y Realidad
Humberto Pacheco [email protected] | Martes 22 marzo, 2011
TROTANDO MUNDOS
Impuestos: Semántica y Realidad
Es saludable que se esté dando un debate sobre la conveniencia de una reforma fiscal y de sí ésta debe incluir alza ó creación de impuestos ó centrarse en mejorar recaudación, reducir los exorbitantes gastos del Estado, hemorragia que nos está dañando, y contener de la corrupción. Algunos defensores del aumento han llevado el debate a niveles semánticos en lo que al porcentaje de la carga tributaria versus el PIB se refiere.
Es iluso separar los meros ingresos tributarios del resto de la carga impositiva para arribar a una cifra baja. Eso lo pretenden quienes no pagan impuestos ó tienen una carga baja en razón de sus actividades. La mayor porción de ese queque “sobrante” son las cargas sociales que, como dijo un Presidente de la Reserva Federal a su Congreso, son un impuesto: the Social Security Tax. El resto incluye los altísimos de aduana, que invitan al contrabando, de rodamiento, alucinantes, y un “otros” bien grande.
Eliminar de la ecuación ese “sobrante” es como decirle a un pobre peón que lleva sobre sus espaldas un pesado cajón de madera gruesa conteniendo cojines livianos que de qué se queja, sí lo que lleva encima son almohadones.
Técnicos del Cato y del BID han estimado nuestra carga tributaria en 23% plus. Ya lo hemos dicho muchas veces: para un país sin ejército ese porcentaje es más que generoso. Sí ha de incrementarse debe ser con mejores métodos de recaudación, para que ese enorme segmento de la economía que ha denunciado reiteradas veces la UCCAEP, pase de gris a blanco. No es justo que se le siga subiendo a los que ya tributan, como ha sucedido cada vez que hemos sufrido reformas tributarias en los últimos cincuenta años sin lograr los objetivos. Entre más recursos se le dan a los burócratas, más los desperdician.
Tampoco hay razón para equipararnos a Argentina, Brasil ó Perú, por citar algunos. Esas naciones soportan una caterva de soldaditos con avioncitos cada uno más caro que todo nuestro presupuesto nacional.
Como corolario semántico, algunos claman porque los impuestos no se los apliquen a esta ó aquella clase social, aduciendo que no deben ser los trabajadores quienes los sufran. Primero conviene reiterar que la palabra trabajadores no corresponde a la acepción socialista que le quieren dar, porque todos los que trabajamos, en cualquier nivel social, educacional ó económico en que nos encontremos, somos trabajadores. Sí los trabajadores no pagamos impuestos, no creemos que con lo que producen los mal pagados pensionados ó los vagos, alcance para financiar las necesidades del país.
Haciendo de lado la semántica, hay dos cosas que es necesario entender: los impuestos no tienen sensibilidad social; son un tema altamente técnico y árido. Salvo algunas excepciones, casi no se dan los que solo afecten a esta ó aquella clase en particular. El muy severo de casas de lujo, que mata la iniciativa de un mejor hogar a quienes sí trabajan para surgir, es de los pocos y como dijimos, de excepción. El de ventas ó el de valor agregado maltratan más a los que menos tienen al momento de la compra, pero entendámonos bien, los impuestos terminan encareciéndolo todo y nos afectando a todos; más a los que menos tienen.
Recordemos que a más impuestos menos competitividad. Los altos mandos de Intel y Hewlett Packard lo han dicho sin reticencias. De ésta depende la inversión extranjera directa que da empleo a una enorme y pujante clase trabajadora de medianos y escasos recursos.
Finalmente, es imperativo que los costarricenses sepan que la reforma propuesta por el Gobierno deja en los Reglamentos ó, peor aún, a criterio de los funcionarios, varias muy graves y delicadas decisiones.
Lic. Humberto Pacheco A., M.C.L.
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