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¡Huelga criminal!

Iris Zamora [email protected] | Lunes 26 mayo, 2014


…En casa de Yamileth los niños ya se fueron a dormir, al menos esta noche tomaron chocolate, con galletas, pero no tiene idea qué ocurrirá mañana


¡Huelga criminal!

Mientras pinta sus uñas, en medio de los dedos trozos de algodón, la plancha para pelo se calienta, va a salir a gastar la noche con sus amigos, a algún bar o restaurante de moda.
Cuenta el dinero que lleva en efectivo, revisa las tarjetas. Mira la tv, ahí están esos vagabundos otra vez —grita, a los que el arreglo de pago no los toma en cuenta, porque aparecen como que les pagaron; aun cuando solo les depositaran ¢3 mil.
Precisamente el precio del primer coctel que ingerirá esta noche. “Sí, son unos vagos, desvergonzados, que no piensan en los niños, andan paseando en las playas mientras los comunistas desfilan gritando estupideces”. “Son unos corruptos, que no le dieron chance al nuevo gobierno de conocer la situación”, “montón de vagos desvergonzados, que solo privilegios tienen”, “qué lloradera, qué majadería, vayan a trabajar que el Gobierno hace su mayor esfuerzo”, “quieren manchar al Gobierno del cambio”, “montón de comunistas resentidos, que los usan las cúpulas de los sindicatos”, ¡trabajen ya, vagos! “Algo hay oscuro en esta huelga”…
Maureen, que recibió este día su quincena, depositada completa, saldrá en minutos, para regresar cuando el día aparezca allá por entre el cerro Tapezco…
…En casa de Yamileth los niños ya se fueron a dormir, al menos esta noche tomaron chocolate, con galletas, pero no tiene idea qué ocurrirá mañana. Sus compañeras, le llevaron dos cajas de leche, una cocoa, un paquete de galletas.
Yamileth empieza a recoger las cosas tiradas, no deja de pensar en que los estudiantes ya no se atrasarán en los programas de estudio. Les está dando centros en su casa. Se toca el cabello, ella sabe que si no reclama ahora lo que le pertenece, lo que ganó legalmente, otra vez las promesas se esfumarán.
Como siempre. Ella votó por don Luis, le gustó por su humildad, era auténtico, cercano. Yamileth sabe que esto lo heredó de don Leo, también sabe que el nuevo gobierno está haciendo su mayor esfuerzo…
“Pero no es suficiente —murmura, mientras pasa lentamente la mano por el apagador de la única luz que alumbra la estancia—, “cuánto tiempo para que nos corten la luz” —dice en voz alta—, “el pulpero ya no quiso darnos fiado, mamá tiene que ir al Seguro, no hay plata para el taxi, el bus no llega hasta aquí, debo pagar el préstamo de la casa”. “Esto que nos hacen no es justo, aunque los periodistas están con el Gobierno”.
“Nos ofenden con noticias parcializadas, injustas, intentan mostrarnos como borregos de los dirigentes sindicales. ¡No es justo!” Bueno —susurra mientras suspira—, tal vez la marcha haga comprender que no pagar es injusto, ilegal, es inmoral, que esta huelga es criminal.
“No somos ciudadanas de segunda, nuestros derechos sí cuentan, nuestro salario no puede esperar, tres meses es mucho tiempo” —sacude su cabeza con resignación—, “qué pena, así piensan los que alguna vez pasaron por nuestras aulas y nos llamaron amorosamente Maestra”. Apaga la luz mientras agrega sonriendo, ¡esto… esto también es enseñar!

Iris Zamora
 

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