Horizonte
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 30 septiembre, 2009
Hablando Claro
Horizonte
No es la primera vez que lo señalamos en este espacio. El decoro debería ser —junto con la congruencia— uno de nuestros términos guías de vida.
Es una palabra de significado profundo que hace referencia al honor, el respeto propio, el pudor y la honestidad. De acuerdo con esa herramienta utilísima que es el diccionario se puede contextualizar la palabra de manera que al “guardar el decoro” podemos pensar en actos o palabras que son “correspondientes con la propia estimación o merecimiento”.
Si el diccionario especifica que guardar el decoro es correspondiente con la propia estima o merecimiento, se podría inferir que la estima o merecimiento que tenemos de nosotros mismos es alta si nos conducimos con apego a los cánones de la honorabilidad. Por el contrario, nuestra estima o merecimiento resultará limitadísima si ni siquiera chistamos cuando dejamos los jirones del decoro en el piso de la bajeza, de la deslealtad o del muy común expediente de la hipocresía y mala fe.
Tanto es así que la acepción “guardar el decoro” se explica como “comportarse con arreglo a la propia condición”, lo cual nos lleva a plantearnos claramente que el decoro no implica la misma medida para todos.
El desarrollo de nuestro carácter es una tarea de todos los días y dura toda la vida. Debemos ser conscientes de ello y cuidar el propósito de nuestras vidas, pues no se trata de que actuemos como barcos sin rumbo y seamos entonces empujados según la corriente por donde las olas nos lleven. Debemos tomar el mando. Llevar el timón. Pero para ello, obviamente debemos saber hacia donde queremos conducir el navío de nuestra efímera existencia. De lo contrario ninguna brújula tendría sentido. Por eso se dice que para quien no sabe adonde se dirige cualquier puerto es bueno.
Usted debe ser capaz de llevar las riendas de su proyecto de vida y hacerlo con firmeza de carácter y claridad de metas. Porque cuando se presenten las tormentas —porque sin duda las habrá en cualquier parte del trayecto— si tiene claro cómo conducirse, sabrá también cómo disminuir la velocidad, como reencauzar su nave o si debe retornar a puerto seguro para intentar una nueva hoja de ruta cuando pase el temporal.
En algunos momentos la tormenta de su vida será tan fuerte que probablemente se sentirá muy cansado de navegar. Para eso será determinante que usted haya actuado con apego absoluto a los principios guías de su carta de navegación. Así podrá dormir tranquilo, sin sobresaltos de conciencia y podrá recuperar las energías para seguir adelante con el mismo ímpetu y entusiasmo que debe motivar la hoja de ruta de su existencia.
¡Adelante!
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