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COLUMNISTAS


Honor y dignidad, altura y democracia

Emilio Bruce [email protected] | Jueves 24 marzo, 2022


Las personas buenas son las que ostentan sólidos principios que ejercen y constituyen su espinazo moral. Las personas buenas transmiten los valores y sobre sus espaldas se sostiene el entramado virtuoso con que la república ha sobrevivido estas horas oscuras que vivimos desde hace ya sus años.

Nos hemos acostumbrado a insultar y a descalificar por pareceres. Nadie pide pruebas y el adagio de que una mentira repetida insistentemente se transforma en verdad es una tendencia que creí muerta con el nazismo, pero que hoy ruge en nuestras redes y en nuestras calles. Muchas personas repiten infundios y descalificaciones hasta tornarlas en leyendas urbanas, verdades alternas o populares. Con ellas se destrozó vidas en el pasado reciente y se siguen destazando personas hoy mismo.

La prensa del país siempre ha sido independiente. Quien tiene opinión no es imparcial ya que juzga la realidad a través de su opinión e intereses. La prensa libre e independiente no lo es porque esta carezca de opiniones. Al contrario, la prensa libre con opiniones y con poder para desentrañar falencias personales, negociados e investigar la corrupción ha sido adalid de la institucionalidad y pilar de nuestras libertades. No hay tal imparcialidad, uno no puede creer que todo lo publicado es verídico ni exento de errores o sesgos. Los lectores deben de leer y contrastar, no aceptar como si fueran verdades bíblicas lo dicho por cualquiera. La prensa no solamente informa, sino que comenta y expone. La libertad de prensa estriba en poder emitir esa información y esa opinión. La prensa independiente lo es porque no supedita sus opiniones, sus investigaciones o sus noticias al gobierno y sus intereses.

Años atrás un presidente de Costa Rica se peleó con un medio y de manera furiosa lo atacó. Incluso llegó a fundar un diario que le hiciera competencia a quien consideraba su adversario. En estos días -en un discurso en un video - uno de los líderes amenazó a una televisora, un diario impreso de circulación nacional y a uno digital que han hecho denuncias y se han opuesto a algunos de sus planteamientos. Este líder primero las atacó amenazándolas con su destrucción, amenazó personas con nombre y apellidos y ahora las ha seguido llamando “la prensa canalla”.

¿Qué es una prensa canalla? ¿Será acaso la prensa que no coincide con él en sus planteamientos? ¿La prensa no canalla será entonces aquella que coincide con su conducta y sus ideas o le disimula sus falencias? ¿Es esa la libertad de prensa en la que él cree? ¿Es esta libertad de prensa la que al país conviene? Los que están conmigo no son canallas, el resto lo es, pareciera afirmar con este discurso. La prensa tiene opinión y no se le puede negar sin cercenar la libertad que le ampara. ¿Para no ser canalla se debe dejar de ser independiente?

¿Quién juzga si la prensa es canalla? Podemos no creer en lo dicho por la prensa. Podemos dejar de leerla o de seguirla. Podemos dejar de anunciar o discutir sus tesis en sus páginas. Podemos crear alternativas de difusión a nuestras ideas, pero ¿señalar que los va a destruir? ¿Pero insultar llanamente a sus adversarios o a la libertad de prensa? Comprensible es que exista disgusto si los medios nos llevan la contraria, pero deberíamos tener siempre presente al prócer y benemérito de la patria Don José María Castro Madriz que defendió con ardor la libertad de quienes lo atacaban desde las páginas de los diarios de entonces.

La propaganda de estos días en el final de la campaña presidencial en segunda ronda ha sido realmente indigna. El honor, la dignidad, la altura y el sentido democrático han estado ausentes. La campaña que debería ser una lección cívica fundamental para todos los costarricenses ha sido un ejercicio opuesto a ello. La praxis electoral nos ha manchado de fango a todos.

La vida debe de exaltarse no el suicidio. La salud debe de exaltarse nunca la triste depresión clínica que lleva a veces a desenlaces como el suicidio. Las reglas sobre financiamiento de partidos políticos están escritas, son claras y deben de seguirse escrupulosamente. La legislación mercantil no es la electoral y hay diferencias de fondo. Todos debemos de asumir responsabilidades por lo que está ocurriendo, pero pongámosle pronto un alto a este espectáculo destructivo de la democracia.

¿Cuáles son los problemas del país que serán abordados con sentido de urgencia? ¿Cómo se hará el enfrentamiento para resolverlos? ¿Soluciones, destrezas, personas, los equipos humanos que son trascendentales dónde están, cuáles son?

Hay que concentrar la atención máxima en los puntos mínimos que nos lleva la vida del país enfrentar y resolver. La elección de las mejores destrezas y soluciones ha quedado oscurecida por el pleito bajo y los ataques mutuos de los candidatos.

¿Qué vamos a hacer con nuestro país? ¿Qué será de todos nosotros? Seguimos encandilados por pasiones que nublan el claro razonamiento de los electores. Entre niebla y polarización, entre descalificaciones e insultos se oscurecen y se sepultan principios y valores en la polvareda del pleito.

¿Dónde están las personas buenas que vengan a poner orden en este tremendo desconcierto? ¿Dónde están los buenos ciudadanos que dejen claro que por esta ruta cuando se haya electo en dos semanas un presidente la mitad de la población asegurará que se ha electo un sinvergüenza, un abusador, un agresor, un corrupto y eso teñirá al país por otros cuatro años restando legitimidad al primer magistrado que deberá dirigir nuestros destinos? ¿No hay nadie en el país que señale lo destructivo de esta trágica ruta? ¿No hay una persona de bien que lo diga alto, en voz que todos puedan escuchar?

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