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Hablando Claro

Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 26 marzo, 2008



Hablando Claro
Vilma Ibarra

Notas cortas

“Quien inocentemente peca, inocentemente se condena”. Este conocido refrán español que me recordó un amigo se ajusta a la perfección a los hoy célebres esposos Gutiérrez y Prado, depositarios de una confianza digna de mejores empeños.
Habrá que ver si sus cándidos (aunque contradictorios) argumentos resultan suficientes como para bordear (burlar) exitosamente los caminos de la justicia costarricense, porque habida cuenta de su arraigo a esta patria es imposible que sean juzgados en Colombia donde sin duda otro gallo cantaría.
Y hablando de cantarines, otro adagio popular: “para hablar y comer pescado, hay que tener mucho cuidado”. Al intenso calor de los acontecimientos relacionados con esta brasa de la narcoguerrilla todo parece indicar que el Ministro de Seguridad quedó atrapado en sus palabras y ahora nos dice que nunca dijo que había políticos involucrados con las FARC y se transcribe a sí mismo afirmando que afirmó que “hay gente en los sectores políticos de este país o que ha perdido la razón o que ha perdido el sentido de la realidad…” Si es así, se aclararía el nublado sobre todo porque resultaba difícil de creer que fuera él quien pusiera en peligro el trabajo de inteligencia que está detrás de la incautación de los 480 mil húmedos, devaluados y probablemente inservibles dólares de San Pedro de Santa Bárbara.
Lo sucedido sin embargo, no permite obviar el hecho de que hubo —por decir lo menos— falta de comunicación oportuna con el Ministro de la Presidencia y también que ya resulta lamentable que en varias ocasiones cuando los periodistas lo buscamos para hablar sobre temas escabrosos, no aparece ni don Fernando ni su jefe de prensa por ningún lado y eso le ha ido generando un importante grado de erosión a su gestión.

¿Que si es inconveniente mezclar la política con el deporte? Creo que esa pregunta ya no procede. Es innegable que la política permea todos los ámbitos del quehacer humano tanto como la economía y no hay zonas asépticas. Por eso era lógico que la gran vitrina planetaria de las próximas Olimpiadas se utilizara para reclamar el respeto tantas veces mancillado de los más elementales derechos humanos de los tibetanos. Por todo el mundo suena un grito de ¡basta ya! que no puede ahogarse en ninguna fiesta deportiva por hermosa, costosa y comprometidamente política que sea. Como bien dijo nuestro gobierno, es hora de “avanzar hacia una solución que preserve la identidad cultural y espiritual del Tíbet”.

Con sus acciones administrativas y jurídicas el Dr. Alex Solís ha prolongado hasta lo inimaginable el memorable recuerdo de su fugaz, fallido y desafortunado paso por la Contraloría General de la República allá por 2004. Ahora que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos declaró inadmisible su denuncia contra el Estado costarricense, esperamos que termine con este vía crucis autoimpuesto. De verdad que los seres humanos tenemos una capacidad increíble para complicarnos la existencia y sabrá Dios qué es lo que ha pretendido el Dr. Solís Fallas con su perseverante empeño por mantener oxigenado un asunto imposible de resucitar.

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