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Guerra regional

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 28 agosto, 2015


Solo organizando a las comunidades y mejorando las condiciones económico-sociales de los sectores populares y medios, estaremos a salvo de este abominable flagelo

Guerra regional

No podemos entender la ola de violencia que nos azota si no tomamos en cuenta el contexto regional, no solo por el hecho de que América Central como región nunca ha disfrutado de un periodo histórico significativo de paz real, sino porque acabamos de terminar un siglo de guerras y guerrillas.
Sobre montañas de cadáveres se firmaron esperanzadores tratados de paz. Soñamos con una paz permanente. Pero este sueño hoy se ha convertido en pesadilla. La guerra no ha cesado, solamente ha cambiado de rostro.
El triángulo del Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) se ha convertido en la región más violenta del mundo y la frontera entre Estados Unidos y México la más sangrienta. El periodismo informativo se ha convertido en la profesión más peligrosa.
Las causas de esta infernal situación son complejas, aunque se suele ver en los omnipotentes y omnipresentes carteles del narcotráfico su causa inmediata principal. Su poder es tal que amenazan la existencia misma de los estados nacionales.
El caso de México es patético, dado que les es estratégico por su cercanía con el más importante mercado de drogas del mundo como son los Estados Unidos (30% del consumo mundial). Estos carteles navegan por las aguas de ambos océanos, como antaño lo hicieran los piratas.
El poder de estas mafias es tal que han penetrado profundamente amplios estratos de la sociedad civil y del Estado en México, Guatemala y Honduras. Por momentos uno tiene la impresión de que allí se incuba una insurrección generalizada.
La corrupción es la manifestación más decadente de la sociedad actual. Expresa la depravación misma de la cultura. En Guatemala ha llegado a convertirse, en la práctica, en una especie de política de Estado, hasta el punto de que el gobierno actual se ha vuelto un obstáculo para el funcionamiento mínimamente normal de la sociedad civil, lo cual ha llegado a un extremo tal que, incluso en una sociedad tan polarizada, los sectores populares y las cámaras patronales se han unido para exigir la dimisión y el enjuiciamiento en los tribunales de los jerarcas del Ejecutivo. En Honduras la violencia se ha hecho incontrolable. Esperamos que en El Salvador, ante la firme posición del gobierno, el país se vea liberado pronto del terror causado por las maras.
En Costa Rica, dichosamente no se ha llegado ni mucho menos a esta espeluznante situación. Pero los crímenes y los actos delictivos se han multiplicado.
Para recuperar la Costa Rica de paz y progreso que forjaron nuestros antepasados y que nosotros debemos heredar a nuestros nietos, es imperativo no solo reprimir al crimen organizado, sino igualmente castigar toda forma de corrupción, tanto en el ámbito público como en el privado. Pero esto no basta. Solo organizando a las comunidades y mejorando las condiciones económico-sociales de los sectores populares y medios, estaremos a salvo de este abominable flagelo.

Arnoldo Mora
 

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