Fuentes de riqueza y el encadenamiento para un mejor país
Carlos Camacho [email protected] | Martes 09 agosto, 2022
En la condición económica actual el empleo toma particulares niveles de relevancia para la activación del entorno económico, el manejo de las finanzas personales, empresariales y públicas.
Una persona o familia que se encuentre en condiciones y deseos de trabajar y que logre un empleo acorde a sus destrezas y capacidades, que les permite recibir una apropiada remuneración, sin miramientos de orden discriminatorio, puede definirse como la familia tipo que a la sociedad le interesa fomentar.
Una familia en esas condiciones puede dar múltiples manifestaciones de beneficio propio, para sus miembros y para la sociedad en su conjunto.
Una familia empleada en condiciones ideales tiene capacidad de ahorro y consumo que le permiten ser partícipe de los encadenamientos económicos y ser lubricante para la actividad económica en su conjunto.
Además, genera externalidades que agregan a la sociedad, desde la contribución a las cargas públicas del estado a través del pago de impuestos, tasas y contribuciones especiales. También es pasible de contribuir con las cargas parafiscales que resultan de ser empleado, un pilar para la trilogía de atención médica, maternidad y contribución a fondos de retiro e indemnizaciones para pensiones de viudedad y orfandad.
Hay un correlato bastante común: A pesar de las contribuciones son mayores conforme aumenta el ingreso familiar, al ser proporcionales a los niveles de ingreso, muchas de ellas se comportan como aportaciones con características regresivas. Entre mayor es el nivel de ingreso familiar más común que las personas acudan a atención médica privada y consigan planes propios de retiro que tienen ventajas complementarias al exiguo valor del máximo de pensión impuesto por los regímenes contributivos no privilegiados.
A su vez usan, gozan y disfrutan de una serie de servicios que, en lugar de consumir recursos del Estado, se convierten una especie de “quita cargas” que constitucionalmente son del Estado costarricense como la salud y educación.
Si vemos las contribuciones en contraste con el consumo de las prestaciones, en particular servicios de consulta y atención médica en la Caja Costarricense del Seguro Social, por ejemplo, se trata de contribuciones que se comportan como regresivas para el receptor de mayores ingresos.
En el anverso de la moneda, se comportan más bien como contribuciones solidarias para la atención de salud en servicios de consulta y atención hospitalaria para quienes no cuentan con ingresos, o quienes teniendo ingreso, sus contribuciones son insuficientes para los niveles de demanda de estas prestaciones.
Asumir la responsabilidad de la educación que se le dará a los miembros de la familia es otro efecto solidario que manifiesta una unidad familiar en pleno empleo y altos ingresos.
Los costes en los que el Estado deja de incurrir para dotar de educación pública a las personas que pueden acceder a la educación privada, es otra forma de costo regresivo que asume esta familia. A la vez, por una condición del sistema educativo nacional, se da una inversión de esta pirámide en el momento de salida de la educación secundaria e ingreso a las universidades públicas del Estado. En tesis de principio histórica, la calidad de las universidades públicas - habida cuenta de las excelentes excepciones - es una educación de mayor calidad y de un menor costo, podríamos hasta denominarle desproporcionado, cuando se compara respecto al costo del sistema educativo privado en etapa escolar y colegial, versus los cánones universitarios que asumirá.
Esta inversión de la pirámide de la educación es una de las barreras sistema educativo y su calidad como factor de movilidad social. Históricamente era viable que una persona nacida en el seno de una familia con ingresos reducidos pudiera aspirar y lograr su movilidad social y transversalidad económica por medio de la educación pública superior en una mayor posibilidad real de lo que es hoy.
Este cambio en la curva de consumos de servicios de educación se ha acrecentado de manera severa. La deserción de estudiantes en niveles escolares, colegiales e inclusive universitarios es uno de los motivos para disminuir las posibilidades de lograr, mediante la educación formal, una herramienta que permita convertir inteligencia y empleo en un medio de generación efectiva de riqueza, movilidad social y escalación en la pirámide económica.
Las externalidades que he indicado, debo reconocer, las he abordado apenas de forma somera, enunciativa de asuntos medulares del tejido social de los que no soy experto, pero que resultan de la observación y la experiencia de análisis del fenómeno sociológico de la educación, así como consumidor (empleador) de estudiantes recién salidos de múltiples instituciones de educación secundaria y educación superior universitaria.
Se denota una disociación entre la oferta educativa y la demanda en las empresas, un descalce en los perfiles, e inclusive una triste frustración de aspiraciones alimentadas por una ilusión irreal, que hace menos viable el aprovechamiento de la educación formal, salvo excepciones, como factor de fuente de nueva riqueza o sostenibilidad de la existente.
La familia tipo que enunciábamos al inicio es capaz de consumir bienes o servicios diversos, capaz de iniciar emprendimientos, hace empresa. A través de esas manifestaciones de consumo contribuye con las cargas públicas del estado a través de impuestos que gravan el consumo como el IVA, los impuestos selectivos del consumo, el impuesto a los combustibles; así como otras obligaciones que surgen del ser empleado o empresario, o bien profesional en el ejercicio de sus destrezas en la sociedad. Sí, hablo del impuesto sobre la renta que le corresponde.
Esta familia a la vez podrá dar empleos directos en su empresa, en su habitación, en sus fincas a diversidad de individuos que, con los niveles de ingreso que generan, quizá no logren todas las externalidades descritas en la familia tipo de empleo pleno que hemos analizado, pero sí un sustento digno, resultado de su trabajo de tiempo completo o parcial, que le pone en ventaja definitiva respecto de quienes no tienen hoy acceso al empleo.
Estas personas empleadas por la familia de nuestro análisis son también contribuyentes de las cargas de la seguridad social. Se logra, mediante un sistema casi proporcional, consumir los servicios de la CCSS en forma paralela a sus aportaciones.
También, al ser consumidores se ven sometidos a la tributación del consumo, proporcional a los mismos, cayendo quizá sobre ellos una carga más pesada en impuestos tan regresivos como el de los combustibles, donde al pagar impuestos iguales con capacidades contributivas diferentes, se da la insondable condición de regresividad.
Con el cuidado de no caer en las falacias económicas de la composición “de la parte al todo”, es indudable que este fenómeno de contar con la familia de pleno empleo genera una cascada de consecuencias positivas en la sociedad de orden solidario, económico y de una sociedad con mayores capacidades de sobrellevar las condiciones adversas.
El uso de esta familia tipo para efectos de análisis nos hace reflexionar respecto de las bondades de las sociedades políticamente democráticas, económicamente libres en consecuencia y solidariamente estables en lo social.
Parece que, si apuntamos al fomento de este modelo, le daremos contenido al predicado de la familia como el fundamento de la sociedad.
Una familia que pueda soñar y, tarde o temprano, cumplir sus sueños. Capaz de dimensionarles en un marco de realismo resultado de una formación humanista que se alimente, pero no se limite a la educación formal de calidad a la que debemos apuntar. Un modelo que nos recuerda cómo fue que construimos la Costa Rica que hoy vemos tan descolorida.
Si podemos volver a pintar nuestra sociedad de esperanza, que fomente el valor del trabajo, del ahorro, de la inversión, de la generación de las fuentes de riqueza más que la riqueza misma, siguiendo la línea de aquel adagio chino: “es mejor enseñar a pescar que dar pescado”.
El papel del gobierno es vital, pero hay que reubicarlo en un compañero que propicie las condiciones y no en el protagonista de que esta realidad alcanzable.
El modelo del Estado paternalista ha sido superado por la realidad, ha muerto de sobrepeso mórbido y toca ahora darle al Estado la responsabilidad de generar las certezas que esta familia tipo de nuestro ejemplo de hoy, requiere en materia de seguridad, accesibilidad, fomento ordenado de la solidaridad mediante sistemas fiscales más eficientes, menos draconianos y más inteligentes que los que hemos generado de manera reactiva y no proactiva.
El fomento de una sociedad más solidaria, de un Estado más subsidiario, el propiciar condiciones para lograr una sociedad más permeable y accesible nos dará mejores réditos que el rancio sabor de las luchas de clases, en sus diversas versiones, desde las más clásicas hasta las más reaccionarias.
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