Febrero, el mes del amor
Alberto Salom Echeverría [email protected] | Martes 09 febrero, 2021
Al menos en Costa Rica muchas personas nos disponemos a celebrar “el mes del amor”; algunos solamente celebran un día: “el día del amor y la amistad” que, la propaganda y el consumismo lo han convertido en la cursilería del “día de los enamorados.”
Así parece como si por arte de magia, hemos hecho del amor una pasión demasiado pasajera, volátil; se esfuma en un mes, en un día, quizás en una mañana, un minuto ¿… un beso fugaz, o un regalo?
Un sociólogo de origen polaco, Zygmunt Bauman, escribió un libro “Amor Líquido” (2.000), en el cual se formulan una o varias preguntas, que nos hacen pensar: ¿Por qué las relaciones humanas, en particular las amorosas, son tan frágiles? ¿Ha sido así siempre? ¿O es algo, por el contrario, que está marcado por nuestra época? ¿De ser así, qué hace de las relaciones humanas amorosas en nuestros días, algo tan vaporoso y evanescente; lo que para Bauman es sinónimo de “amor líquido”?
Podríamos sentar una premisa, las relaciones humanas amorosas con frecuencia devienen volátiles, escurridizas. Aun cuando en algún momento, se haya producido un amor intenso, que nos conmueve, éste se ha visto amenazado, casi siempre en poco tiempo, por nuestras propias confusiones emocionales internas, nuestras costumbres, o acaso por los prejuicios propios de cada época. En ocasiones han sido las diferentes creencias religiosas las que se han interpuesto entre los amantes, la diversidad del “estatus social” real o imaginario; otras veces han sido las discriminaciones raciales, o por el sexo, y hasta por edad.
“Romeo y Julieta”, la tragedia creada por el dramaturgo inglés William Shakespeare (1597), cuenta la historia de dos jóvenes que se enamoraron. Sus familias rivales, no aceptan la relación entre ellos. Romeo y Julieta, deciden entonces poner fin a sus vidas antes de verse obligados a tener que aceptar la imposición de sus padres a vivir separados. No podemos dejar de mencionar esta tragedia de un amor desventurado, por causas externas a la relación de los amantes en sí misma. No hay duda entonces, que el entorno también cuenta e impacta en el “capricho” amoroso. Los lectores de la tragedia de Shakespeare, solemos idealizar esa desventura, acaso porque pone ante nuestros ojos la sublime, pero normalmente irrealizable relación amorosa. Lo que pudo haber durado una vida entera, se vio esta vez enturbiado por el entorno familiar adverso a los amantes.
Por otra parte, en sentido contrario, la relación amorosa es volátil, se esfuma, aunque dure en el tiempo; como cuando tantas veces el amor desaparece, viéndose sustituido por el “patriarcalismo”, lo que llamamos la relación “machista”, que está plagada de imposición y violencia, casi siempre del hombre contra la mujer. Es la cultura que ha emergido en la sociedad patriarcal. Durante mucho tiempo, la mujer ha quedado sometida a una relación en la que le ha sido negada la posibilidad de su bienestar, de su desarrollo personal social, intelectual económico o cultural, por tener que atender ella sola, los menesteres de la casa; o lo que es más importante el cuido y desarrollo de la progenie.
Aunque hoy, estamos presenciando la incorporación de muchas mujeres a los mercados laborales, en Costa Rica por ejemplo, como lo ha dicho “El Estado de la Nación”, en su justa aspiración por la igualdad real respecto del hombre, las féminas enfrentan enormes brechas en el mercado de trabajo, una triple barrera -dice el documento-: “…de inserción (es decir de participar en la fuerza de trabajo), de selección (se refiere a obtener un empleo de calidad) y de valoración (que se manifiesta en la brecha salarial). Aunque posean una alta calificación -prosigue- sufren con mayor frecuencia problemas de desempleo, subempleo, remuneraciones discriminatorias y patrones de segmentación ocupacional, que afectan sus derechos y oportunidades.” (estadonacion.or.cr). Esta brecha entre el hombre y la mujer, esta desigualdad tan básica en la contemporaneidad interfiere en la relación amorosa. La hace aún más frágil y evanescente.
Dice Bauman de nuevo, que el amor líquido corresponde sobre todo a la sociedad de la información y el consumismo en que nos encontramos. Se satisface lo inmediato, todo lo demás se desecha. Prevalece la libertad sin ataduras, en el consumismo irresponsable, buscamos la satisfacción inmediata, tanto en lo corporal, como en lo intelectual. Por ello el amor se torna líquido y frágil en los vínculos sentimentales, nada es profundo ni duradero. Hoy, más que nunca, hasta las relaciones humanas sucumben al influjo de la mercantilización.
El hombre tiene una responsabilidad fundamental en este contexto. Debemos buscar lo que se ha denominado la “nueva masculinidad”. Aun cuando todavía es un grupo minoritario, muchos hombres hoy han abrazado esa manera de vivir y de sentir y la mujer debe abrirse a esa nueva posibilidad de relación amorosa, para constituir un verdadero hogar. Es menester en primer lugar, aprender a pensar en la “otra”, en el “otro”, trascender el individualismo, ir más allá de la cultura del ensimismamiento, donde lo único que se desea es darle satisfacción al “ego”, al yo. De la misma manera que se procede cuando se siente hambre. Todo se satisface y se sacia en el consumo, luego viene el descarte. Tanto la mujer como el hombre en la actualidad tienden a “cosificar” a las personas, al “otro”, a la “otra”, convirtiéndolos en objetos de consumo en la relación sexual.
En estas circunstancias no hay verdadera entrega amorosa; ésta solamente se produce cuando por amarnos bien a nosotros mismos, desarrollamos capacidad de amar a la otra persona, con desprendimiento sincero y pensando en sus necesidades reales. La “nueva masculinidad” supone aprender a pensar en la “otra”, supone aprender a expresar nuestros verdaderos sentimientos, en lugar de pisotearlos y esconderlos. La mujer reitero, debe estar abierta a lo nuevo, ya que solo con ese amor de pareja comprometida en la relación amorosa, se puede expresar ternura; ello es necesario, por fin, para atender a los hijos e hijas en todas sus necesidades; así es como las mujeres lo han hecho durante siglos; solo que habiéndose visto confinadas al gran sacrificio de haber encontrado negada su dignidad humana. El amor puede haber encontrado una nueva oportunidad, desafiando a la vez la relación machista y el consumismo enajenantes, donde la pareja comprometida y simbiótica, asume el reto de un crecimiento igualitario, que permita por fin, una espiral de desarrollo que involucre a la familia en su conjunto. ¿Podremos?