Esperanza
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 15 agosto, 2012
Hablando Claro
Esperanza
Es sábado. La vida habitualmente apacible en El Tanque de Fortuna de San Carlos de pronto se trastorna. Un tumulto, una agitación frente a la escuela y la escena impactante de dos policías forcejeando con una mujer a quien tuercen los brazos y colocan una esposa en la muñeca derecha. Ella en evidente estado de exaltación convertida en furia, se resiste al arresto. Tirados por el suelo, los mamones chinos producto de la delictiva actividad de vender lo que se pueda para recoger lo que sea con tal de alimentar a los hijos.
Me uno a los vecinos que piden que la suelten, que no la maltraten. Llamo al Alcalde y le informo que hay abuso y violencia. Ordena a sus subordinados replegarse. Me asegura que todo se resolverá el lunes cuando le otorguen el tantas veces solicitado y denegado permiso. Esperanza. Paradójico llamarse Esperanza y no poder asirse a la fe y solo saberse dueña de su dignidad y propietaria de la inmensa parcela de sus múltiples necesidades.
Dicen que la pobreza tiene rostro de mujer. Si se es mujer se gana menos que un hombre; además se enfrenta mayor desempleo (ellos 9%, nosotras 13%). Muchísimas padecen el calvario de la falta de ingresos propios que las subyuga; a miles no les sonríe la vida ni siquiera con una pequeñísima oportunidad con lo que irremisiblemente también llevan de la mano a sus hijos e hijas por el camino de su infortunio. Como jefas de hogar constituimos el 34% de la población costarricense y de ese porcentaje el 37% en los estratos de la pobreza y la pobreza extrema.
Kiara, con el rostro compungido sosteniendo las lágrimas a pesar de sus cinco añitos observa a su mamá esposada. Los otros hijos de 12 y 15 están ajenos a lo que sucede. La policía no afloja. Los oficiales #012029 y #011481 plantan autoridad y aseguran que no la soltarán hasta que no se identifique. Y ella, como una leona, que solo se identificará si ellos hacen lo mismo, para ir a denunciarlos por maltrato. Está golpeada y exaltada. Pero sobre todo herida en dignidad. Le tocaron el hambre. El hambre de sus tres hijos.
Finalmente, después de una hora, logramos que la soltaran gracias a la intervención del Vice Ministro de Seguridad Pública. Dicen que el verde es el color de la esperanza. Y que la esperanza es el estado de ánimo en el que se cree que es posible alcanzar lo que uno desea. Esperanza Martínez Pineda pide poco para celebrar su Día. Aspira a tener consentimiento estatal para vender frutas en la calle. Apenas tiene 30 años. Es menor que mi hijo mayor. Fue madre a los 15. Por supuesto no pudo estudiar. Tampoco tiene empleo. Es una ciudadana madre costarricense sin oportunidades. El lunes fue a la Municipalidad con la promesa de obtener el anhelado permiso. Pero no la atendieron. Hoy es su Día. Pero no puede celebrarlo. Tiene que ir a vender mamones furtivamente como lo hacía el sábado pasado cuando no se la pudieron llevar presa en una perrera porque intervino un alto mando policial por la suerte momentánea de un instante que se atravesó en su duro destino…
Vilma Ibarra
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