"Escape a otro mundo"
Grupo de muchachos josefinos que representan el proceso de institucionalidad y diversidad cultural y del deporte actual.
Candilejas [email protected] | Viernes 03 agosto, 2018
Construyamos su génesis. Es el pretexto perfecto a favor de la ergonomía, surge a partir de 1948; se convierte en un hábito espontáneo, lúdico, adrenalínico y emocional.
Luego viene la perfección del gesto eficaz, surgiendo así las técnicas que develan condiciones físicas y biológicas, trayendo a nuestra conciencia un mundo nuevo, un mundo social con voz e imagen. Es, en síntesis, una subcultura, perteneciente a la “cultura de la calle”, es la tabla de surf en tierra, y sus usuarios.
Carlos Solís y Joel Hidalgo son dos amantes de este deporte, estudiantes de secundaria. Los encontramos en el Centro Deportivo de Hatillo, patinando en las rampas construidas para tal propósito. Mientras Carlos considera la actividad como un escape, “salirse del viaje” dice en un lenguaje con acento propio, Joel muestra sus quijadas temblantes por la adrenalina que le produce el solo mirar su patineta y confiesa: “esto es entrar en otro mundo del que no quisiera salir nunca”.
A ellos se les une un grupo de amigos amantes de la patineta, todos usan un mismo código lingüístico, fortalecen su imagen con gorros, jeans y camisetas que desafían el frío de la mañana; alegoría al reto de sus mismas habilidades cuando se levantan por los aires en contra de las leyes de Newton.
Este nuevo “arte de la calle”, se convierte en una subcultura que escapa al concepto tradicional “humanista”; limitado a la historia, la literatura, el arte y la filosofía. Pertenece más bien, al concepto antropológico cultural, es decir, al conjunto de conocimientos, creencias, arte de todo tipo, moral, costumbres y otras aptitudes y hábitos que adquieren los individuos como parte de una sociedad.
Luis Avellán, es el más joven del grupo, solo 14 años, apenas inicia el colegio y ya es un “heredero” del “surf en tierra”, por parte de sus “maestros” entre los que se encuentra su amigo Carlos Solís, cinco años mayor que él.
Vemos así, la transmisión de un hábito deportivo cultural a otra generación. Luis converge con el criterio del resto de patinadores, todos confiesan que este deporte es “como una hermandad, no hay bandas, no hay drogas, nos mantiene sanos, en buen estado físico y mental”.
Estos jóvenes son representantes de una forma de sociabilidad, fuera de la vida común a la que estamos acostumbrados, de ahí que se convierte en una subcultura.
Incluso el Estado comienza a jugar un rol activo en la planificación física urbana, con este tipo de centros deportivos, ejemplo de que la “estructuración social” (los patinadores en este caso) precede a la “estructuración espacial” de la ciudad, con la construcción de parques recreacionales para este deporte, transformando la arquitectura de la ciudad, como lo hiciera Haussmann en París, transformando sus estrechas calles en grandes bulevares para dar cabida a los autos que sustituyeron los angostos carruajes.
Los surfistas de las patinetas representan una fracción del pueblo, son actores colectivos, con sus propias reglas, código lingüístico, vestimenta y visión del mundo. Vienen a enriquecer las costumbres urbanas en el mundo de la globalización, que se inscribe dentro de la dinámica cultural del comportamiento.
Estamos ante lo que la cultura antropológica denomina el deporte como juego, el placer, un “desarrollo cultural en el espíritu de una planificación democrática”.
La repetición de “patrones de conducta” simbolizada por el joven Luis Avellán, es el mejor ejemplo de que la cultura es herencia social.
Estos muchachos representan el proceso de institucionalidad y diversidad cultural de la diversión y el deporte, que serían heredadas a sus generaciones venideras, convirtiéndolas en parte de nuestro comportamiento sociocolectivo, y, por ende, en parte de nuestra identidad.
Carmen Juncos
Editora Jefa y Directora de proyectos