Entornos violentos
Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 19 febrero, 2014
Lo sucedido en el Nacional no puede acabar como un episodio coyuntural. Debemos abordar el tema de estas expresiones de violencia y las situaciones de exclusión social
Hablando Claro
Entornos violentos
Tras los desmanes del domingo en el Estadio Nacional, el Ejecutivo corrió y ayer mismo emitió el reglamento que operativiza la nueva Ley para la Prevención y Sanción de la Violencia en Eventos Deportivos, legislación aprobada en agosto del año pasado.
Como nos sucede a los ticos con todo, la normativa nace con fórceps, pues el texto del reglamento estaba prácticamente listo desde diciembre y ahora, hubo que pegar carrera.
Pero aunque sea cierto que no se puede argumentar mera coincidencia entre lo sucedido el domingo y la emisión del reglamento en menos de 48 horas, también hay que dejar claro que las sanciones de hechos irregulares o ilícitos en los estadios no requerían de un reglamento para ser atendidos. Es decir, para destrozos, agresiones y otras formas de violencia hay legislación de sobra a la que echar mano.
Lo que sí es muy importante es que la nueva reglamentación permite poner en funcionamiento el Sistema de Información para la Seguridad de los eventos deportivos con un padrón fotográfico de las personas cuyo ingreso a los estadios se podrá impedir de ahora en adelante.
Contando con las herramientas cuya carencia tanto se ha argumentado en las últimas horas por los clubes y federaciones como una de las mayores falencias para atender los problemas de violencia en los estadios, ahora ya nadie puede poner excusas para cumplir con sus deberes en aras de proteger no solo la integridad y tranquilidad de quienes quieren disfrutar in situ de los partidos, sino también de la necesidad de preservar los escenarios deportivos como espejos modeladores adecuados para la convivencia social, habida cuenta del peso innegable que tienen mediáticamente (visualmente) los encuentros del deporte global por excelencia.
Ahora, los clubes, la Fedefutbol, la Unafut, las barras organizadas y hasta los medios de comunicación y los otros patrocinadores de los equipos, deberán por fin unirse para que los estadios no vuelvan a ser nuevamente teatros de violencia.
Pero más allá, lo sucedido en el Nacional no puede acabar como un episodio coyuntural. Debemos abordar adecuadamente el tema de estas expresiones de violencia y las situaciones de exclusión social.
Es un enfoque muy torcido que veamos la violencia en todas sus formas como hechos “normales” de la vida cotidiana. Y cuando una adolescente la justifica diciendo que está dispuesta a morir por el equipo de sus amores, tenemos que entender que muchos de nuestros jóvenes no tienen más divertimento ni ningún otro sentido de pertenencia que no sea el escape a un estadio en el que se da rienda suelta a la carencia, la frustración y la falta de oportunidades de vida. Es ni más ni menos que la exclusión social de un entorno hostil que le niega las posibilidades de crecimiento y realización a un contingente de seres humanos, que no tienen proyecto de presente y futuro.
Y que por lo tanto, no tienen nada que perder y por eso, efectivamente, estarían dispuestos a lo que fuera por la camiseta de su equipo de futbol.
Vilma Ibarra
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