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COLUMNISTAS


En el San Juan hay tiburones

Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 19 noviembre, 2010


Hace algunas semanas tuve una impactante experiencia. Fui invitado por la Cancillería de Brasil a participar en la V Conferencia sobre POLITICA EXTERIOR Y EXTRANJERA DE BRASIL EN EL MUNDO QUE VIENE, como se denominaba este importante evento, organizado por el Instituto de Investigaciones de Itamaraty.

Por desgracia, a mi regreso (¿aviones? ¿aeropuertos?) contraje una infección que me afectó seriamente los pulmones. Dichosamente he podido recuperarme y paulatinamente he ido volviendo a mis quehaceres cotidianos. Pensaba volcar sobre el papel algunas reflexiones en torno a lo vivido en ese encuentro en Río y mis impresiones sobre el ambiente político brasileño, pero la sorpresiva y desgraciada crisis, causada por las amenazantes provocaciones del tándem Ortega-Pastora, me obligan, como a todos los costarricenses, a dirigir con angustia la mirada hacia el río San Juan donde, contrariamente a lo que opinaba nuestro gran novelista Fabián Dobles, se mueven amenazantes tiburones. Brasil quedará para más tarde.

Los conflictos con Nicaragua, cualquiera sea el gobierno de turno, tanto allá como aquí, no son nuevos. Tengo la impresión de que en Managua nunca se ha aceptado la manera como se solucionó, desde el punto de vista del derecho internacional, el litigio en torno a los límites entre ambos países. La reacción de un lado y de otro ha sido frecuentemente discordante y no pocas veces, como es el caso actual, provocadora y brutal de parte de nuestros vecinos.

Políticamente Nicaragua siempre ha estado dividida. Por esta razón, sus gobiernos buscan una causa más que los una como nación. Por eso se recurre al litigio fronterizo (no solo con Costa Rica, sino con otros vecinos como Colombia) como pretexto patriotero.

Costa Rica se ha convertido en un problema interno de Nicaragua. La táctica de Costa Rica de ignorar esa realidad no ha dado resultados. Hoy estamos en el ojo de la tormenta. La confrontación entre fuerzas socio-políticas irreconciliables al interior de su propio país (Nicaragua), ha generado un vacío de poder que las invasiones yanquis han tratado de llenar, con el agravante de que Nicaragua no ha podido consolidarse como Estado nacional.

En contraste, Costa Rica forjó el Estado nacional en el siglo pasado, alfabetizó con los liberales al pueblo, con la Generación del Olimpo creó el Estado de Derecho y con los reformadores de los 40 construyó el Estado social y democrático. Ahora la lucha por darle una dimensión ecológica y lanzarse a la revolución científico-tecnológica que nos abra al siglo XXI. Por eso, frente a este conflicto, Costa Rica debe ser fiel a sus mejores valores y firme en su legítimas reivindicaciones territoriales dentro del marco del derecho internacional. Debemos apoyar al gobierno constitucional de la República. Pero más allá de eso, debemos pensar, como ha hecho Brasil, en convertir nuestra política exterior en una política de Estado.

Todo lo anterior, lo he dicho como ciudadano costarricense. Pero como persona individual, no puedo ocultar la profunda indignación que me causa la infamia que el actual gobierno nicaragüense le ha inferido a nuestro pueblo. Mi familia y yo, nos entregamos a la solidaridad durante las décadas de los setenta y ochenta con todos los pueblos, tanto del Cono Sur como de la región centroamericana. Lo hicimos corriendo riesgos personales pero sin cálculo alguno. Hoy sentimos que la mano que extendimos solo recibe como respuesta gestos de arrogancia henchidos de violencia. Pero confío en que el pueblo costarricense dará una muestra más de civismo y entereza. Como en 1856, debemos convertir este desafío en un peldaño que nos haga mejorar en nuestros valores democráticos con el apoyo de la comunidad internacional.

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