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COLUMNISTAS


TLC de odio y bronca

Leopoldo Barrionuevo [email protected] | Sábado 25 agosto, 2007


Desde que tropecé con el método mayéutico (del griego mayeus=parir) que Sócrates creó en homenaje a su madre, que era comadrona, se me hizo claro que el conocimiento depende de la aceptación de la ignorancia previa y que las preguntas son más importantes que las respuestas o aseveraciones.

Me pregunto entonces, ¿qué porcentaje de ciudadanos tiene una idea siquiera aproximada de lo que significa el TLC para Costa Rica? Y me temo que la cifra negativa puede ser abrumadora, pero lo más preocupante no es la desinformación sobre el tema sino la que se da a medias, creada para confundir.

Me pregunto también por qué en el resto de países el tema no se convirtió en referéndum, ni siquiera discutido, en la medida que en una democracia representativa —bien o mal— hay tres poderes que deberían tomar las decisiones por el pueblo ¿o es que los otros están gobernados por dictaduras?

¿Para qué este drama nacional en torno a una decisión cantada, gane el sí o gane el no, que funciona por decreto o por votación legislativa, si de todos modos ningún país está impedido de ingresar al Tratado que le venga en gana? Hay tantas cosas por resolver en Tiquicia que uno observa el deterioro que nos castiga por dilación en las decisiones de la Asamblea Legislativa.

No tengo sobre el TLC una decisión tomada y si la tuviera tampoco la mencionaría porque aprendí que el voto es secreto con la experiencia que vivió Argentina para lograr comicios libres los cuales desde 1930 fueron escasos y gracias a la ceguera de militares y políticos, solo dos veces en 77 años ganaron los radicales con Alfonsín y De la Rúa porque con Frondizi e Illia no pudo votar el peronismo y ninguno de los cuatro concluyeron su periodo. Todas las restantes elecciones en que lo dejaron participar, para suerte o para desgracia, las ganó el peronismo.

Me duele la ignorancia ante el TLC, me molesta que se haya convertido en un tema de enemistad y enojo entre amigos, parientes y colegas que no adhieren a las mismas opciones, si en este país hace más de medio siglo que no disputamos con rencor por nuestras ideas ¿cuál es el misterio del TLC para que lleguemos a vernos con odio y bronca?

Me pregunto si esta polémica que es más emocional que racional no se pudo llevar por otro camino o si realmente hay interés en volvernos irreconciliables y quién o quiénes pudiendo mantener la armonía, se empeñaron en dividirnos.

Para el día de la Negrita, el Presidente se arrodilló para rezar por la reconciliación de todos los ticos como si la Virgen pudiera arreglar las metidas de pata de los humanos y me pregunto si Oscar Arias no tuvo nada que ver con esto al abrazar la causa del sí públicamente, cuando debió ser imparcial, porque para eso es el presidente. ¿Sus asesores le harán ver al Presidente que toda vez que algo cuenta con su apoyo público va perdiendo participación a medida que transcurre el tiempo? Eso desgasta imagen innecesariamente: el presidente no cae siempre bien y para ello, como los paracaidistas, hay que saber tirarse.

De todos modos, como están las cosas en el país del Norte, esta reyerta nuestra parece la pelea de dos calvos por un peine y el énfasis que la caracteriza da la impresión de ser una cortina de humo para desviar la atención que nos va alejando de los verdaderos problemas.

Lo más importante para el referéndum no es votar por el sí o por el no, lo que realmente cuenta es que hagamos ejercicio de nuestros derechos y pensemos que son demasiados los millones en el mundo que no pueden hacerlo.

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