El viaje de Ana
Candilejas [email protected] | Viernes 06 mayo, 2016
Anita se desarrolló en un sangrante órgano, la niña ya era parte de alguien, empezaba a gestarse su identidad, estaba en el útero de su madre; segura, protegida, alimentada, eran dos en una. Pero al nacer, fue abandonada.
Entonces, Ana es protegida por el Estado, el que de acuerdo con nuestra Constitución Política, la “Convención de los Derechos del Niño, y el resto de la Normativa vigente en la materia”, se asegurará de atender a las familias para generar en ellas las condiciones necesarias con el propósito que las personas menores de edad, PME, puedan desarrollarse integralmente en el seno de su familia biológica.
El Patronato Nacional de la Infancia, PANI, es la institución del Estado encargada de proteger a la niña. Anita no puede ser adoptada aún, hasta agotar todos los recursos legales, técnicos y psicológicos con los que cuenta la Institución para que vuelva a su medio natural primario: su familia biológica.
Carolina desea adoptar, por lo que su familia ha sido sometida a un cuidadoso estudio de orden técnico y jurídico por parte del PANI, para ser parte del “registro de familias elegibles”, explica Jorge Urbina, coordinador del Departamento de Adopciones del PANI.
Pero Carolina y su familia deben esperar: en Ana prevalece su derecho fundamental a crecer en el seno de su familia biológica, lo que obliga al Estado a generar las condiciones psicosocioeducativas necesarias y garantizar un ambiente de crianza seguro para la niña en ese grupo familiar.
Como ella, hoy Costa Rica cuenta con cerca de 2.000 niños, niñas y adolescentes –declara Urbina- que se encuentran en albergues institucionales y bajo la protección de “abrigos temporales”, lo que significa que aún no pueden ser adoptados, están en procesos de atención que los incluyen a ellos y a sus familias biológicas. Cuando no es posible garantizar el derecho fundamental de los niños y las niñas a crecer y desarrollarse con su familia biológica y se toma la determinación de romper definitivamente el vínculo jurídico que los une, las PME que adquieren las condiciones necesarias para ser adoptadas, pasan al Departamento de Adopciones y si tienen opciones de compatibilidad con familias del registro de elegibles, son ubicados con fines adoptivos en un plazo máximo de una semana, más la duración del proceso de “emparentamiento”. Éste se activa con el primer encuentro y la aceptación de la relación, continúa su evolución durante la convivencia hasta que, tanto la PME como los padres, adquieren un sentido de pertenencia. Ese sentido que tenía Anita al estar en gestación, por ahora perdido.
Según la doctora Karla Vargas, psicóloga especialista en adopciones, “el niño que es adoptado va creando ese sentido de pertenencia… le otorga una identidad, un respaldo, que le permitirá un adecuado desarrollo biopsicosocial”. Una “capacidad de intención”, un “sentido de vida”, dirá el filósofo Luc Ferry.
Sin embargo, tanto la ubicación con fines adoptivos como la adopción son un proceso de índole judicial, la resolución final en la definición de la situación jurídica de los niños puede tomar tiempo, especialmente la declaratoria judicial de abandono, dependiendo de sus particularidades, el juez es quien determinará legalmente la vinculación o no de la PME a una familia. Esta determinación responde a criterios de orden técnico jurídico que incluyen necesariamente la valoración del deseo del niño y la niña.
Durante el año 2014, el Departamento de Adopciones del PANI recibió 166 PME en condiciones de “adoptabilidad”, el equivalente a 3 por semana. De ellas, 105 encontraron ubicación en familias nacionales, mientras que 44 pudieron ser ubicadas con familias internacionales, opción subsidiaria, en tanto que 17 no tuvieron respuesta de familias nacionales ni internacionales por lo que la Institución debió incorporarlos a “proyectos de vida independiente” en donde aprenden herramientas sociolaborales para defenderse en la vida e integrarse a la sociedad en caso de no ser adoptadas.
“El seguimiento del PANI ha marcado un antes y un después (en nuestra familia)…no solo trabajan con dedicación y compromiso, sino que su misión primordial es el interés de los niños y las niñas que están bajo su protección”, escribió Carolina a la Institución el pasado 7 de abril, luego de recibir la feliz noticia que sería la madre de Anita.
El camino no termina ahí, es solo el fin del inicio. La adopción es un viaje evolutivo para toda la vida que no comienza ni termina el día en que finaliza el proceso.
Algunas veces podría ser un camino accidentado, pero siempre una recompensa positiva para la sociedad.
Carmen Juncos y Ricardo Sossa
Redactores y Editores Jefes
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Fuente: Compte, A. Ferry, Luc. “La sagesse des modernes”. Ed. Robert Lafont. 1998. / Department of Social and Health Services, Whasington State: “La adopción un viajeevolutivo para toda la vida”. DSHS 22-1096(X) SP (Rev. 1/05)..