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El siguiente paso

Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 09 marzo, 2011



Hablando Claro
El siguiente paso

Es fácil hablar hoy sobre lo que ya sucedió. Pero decir que estábamos seguros que los jueces de La Haya les darían tan buen aval a nuestros argumentos, no sería creíble. No teníamos certeza alguna de que tal cosa ocurriría y por ello las horas previas a la mañana de ayer estuvieron teñidas de expectativa e incertidumbre.
Pero Nicaragua había ido demasiado lejos. Una cosa había sido pisotear nuestro territorio amparados primero en la supina ingenuidad que demostramos y luego en nuestro desamparo defensivo armamentístico. Una cosa había sido la arrogancia, la mentira atrevida y el desplante ante la misma OEA un organismo multilateral tristemente desfasado y por tanto incapaz de dar respuesta a los desafíos del siglo global pero otra muy distinta resultó ser la afrenta a los jueces del Tribunal de la Organización de las Naciones Unidas.
Darle la cara a la norma establecida de detener unas acciones impugnadas ante el más alto tribunal contencioso del mundo en tanto dilucidaba las medidas cautelares solicitadas por Costa Rica (como me lo explicó el Embajador Enrique Castillo) fue demasiado. Resultó la constatación del irrespeto nicaragüense al órgano jurisdiccional que lo tiene y no casualmente como una especie de “cliente frecuente” por sus perennes disputadas con Costa Rica, con Honduras, con Colombia…
La resolución de medidas cautelares nos devuelve un poco de la dignidad maltratada. Deviene en una especie de bálsamo para tratar la herida abierta en el portillo de nuestra alma nacional. Estamos claros sin embargo, que ha sido tan solo un paso en nuestro más reciente litigio vecinal. El cauce judicial seguirá su curso. Pero ¿cómo habremos de entendernos con el gobierno del norte? ¿O será que tendremos que renunciar del todo a la legítima aspiración de la buena vecindad que cansadamente hemos anhelado pero que no podemos terminar de afianzar nunca? ¿Cómo se hace para vivir con un vecino que tiene prácticas diametralmente opuestas a las de uno? Que no conoce la institucionalidad democrática tal cual la entendemos y la vivimos nosotros; que no respeta la pureza de sus procesos eleccionarios, que vive al borde del precipicio y que adhiere los vestigios de regímenes totalitarios anquilosados en el mundo hoy a punto de sucumbir?
Mi buen amigo y colega Carlos Sandoval me dejó pensando ayer cuando me dijo que probablemente tengamos que hacer un esfuerzo adicional mucho, pero mucho más allá de una policía de fronteras para iniciar construcción del entendimiento. “Hace falta me dijo distender el lenguaje y nuestra comprensión… Habría que buscar un tercer lugar, a lo mejor el de una ciudadanía binacional, que nos ayude a comprendernos”.
¿Será eso posible?

Vilma Ibarra

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