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El psicoanálisis

Leopoldo Barrionuevo [email protected] | Sábado 22 septiembre, 2007


El psicoanálisis es un método que permite explicar lo que aún no hemos comprendido acerca de nuestra personalidad más oculta y se practica por lo general en las grandes ciudades como Buenos Aires y Nueva York, esta última para facilitarle a Woody Allen que haya podido realizar la mayoría de sus filmes.

Cuando no hay muchos clientes que paguen, se convierte en análisis de grupo, muy oportuno para no aprender a convivir con los demás pacientes. Se llama paciente no a la persona que padece de algo, sino al que les tiene paciencia a los médicos impuntuales en sus citas.

En las sesiones de psicoanálisis aprendemos a tenernos confianza, a creer en nuestra autoestima y a cuestionarnos si no podemos pagar la consulta. Mediante el análisis alcanzamos la trascendencia de creer que lo trivial tiene visos de grandeza y puede alcanzar las cumbres de la genialidad, gracias a que el subconsciente maneja nuestros actos y se empeña en ocultar lo que no decimos porque no sabemos y cuya interpretación va más allá de lo que sabemos pero no decimos.

El padre de esta disciplina es Segismundo Freud, mejor conocido como Froid, quien tuvo la gran virtud de desentrañar los misterios del sexo en un tiempo en que el tema era callado por una sociedad reprimida, machista y patriarcal, para dejar en manos de sus discípulos y detractores la genialidad de corregirlo, criticarlo y mejorarlo y de paso, propender a cambiar las reglas de juego en una nueva sociedad de equilibrio entre la castración y la liberación.

La explicación de lo inexplicable se desarrolla a partir del complejo, un término acuñado por Carl Jung y que intenta explicar, desde la mitología y la historia, las situaciones más complejas de la naturaleza humana como para hacer más fácil entender las represiones que turban el comportamiento, se trata del complejo y puede aplicarse a distintas recetas: de Edipo, de Electra, de Aníbal, Hamlet, Agripina, Eróstato, Alejandro, Aquiles, Bovary, Brummel, Caín, Narciso. Pulgarcito, Otelo y hasta me imagino que debe haber un complejo de Carlos Gardel, aparentemente olvidado por los analistas.

El analista es un pescador de aguas revueltas que intenta desentrañar de palabras, gestos y silencios, lo que se mueve en las profundidades del subconsciente y que intenta gestar en los pacientes la pérdida del concepto de culpa, hurgando en los padres lejanas conductas que justifiquen al paciente.

Eso se llama mecanismo de proyección y aparentemente evita los remordimientos, lo que puede reducirse a la adivinanza de las acciones, pero por vía científica.

Antes, si los chicos no estudiaban, se los castigaba con la prohibición de salida, ahora hay que evitarles que se estresen y así, muchos de mis amigos y parientes de otras latitudes permiten que sus hijas se queden a dormir en casa del noviecito y viceversa, para evitarles un trauma; antes, esto se llamaba de otra forma que no me atrevo a mencionar.

Las cosas van peor pero al menos tenemos nombres para calificar los comportamientos que en el pasado hubieran sido la deshonra de la familia, por suerte ya casi no queda familia que deshonrar y los presuntos culpables no hacen otra cosa que liberar el subconsciente. Como los corruptos.

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