El otoño del Patriarca
Arnoldo Mora [email protected] | Martes 04 septiembre, 2007

Un día sí y otro también, los medios de comunicación nos informan de la pérdida del apoyo popular de G.W. Bush, que ha hecho que todos sus más cercanos colaboradores se le estén alejando, haciendo realidad aquello de que: “cuando el barco se hunde, hasta las ratas huyen”. Esta situación me ha hecho recordar la novela que García Márquez escribió tomando como personaje central a un dictador criollo y que lleva por título: “El otoño del patriarca”. Nada más que, en este caso, el calificativo de “patriarca” aplicado al peor gobernante que ha tenido Estados Unidos desde que yo tengo memoria, no se lo merece.
Es tan catastrófica la situación del equipo republicano que (des)gobierna ese país, que ya en la práctica se vive en la política norteamericana una era postbushiana. Solo así se explica la ansiedad de los republicanos ante las próximas elecciones, para las que todavía faltan 14 meses. En contraste, el triunfalismo de los demócratas es evidente.
Sin embargo, a mi entender y tal como se presenta la situación en ese país, las cosas no parecen ser tan simples. Hay que distinguir entre las elecciones para la Casa Blanca y las del Capitolio. En cuanto a estas últimas, la angustia de los republicanos es inocultable pues, por el momento, parece claro que los demócratas arrasarán como ya lo hicieron en las pasadas elecciones. En cuanto a la elección a la Casa Blanca, las cosas no son tan claras. Ciertamente, la señora Hillary Clinton parece ser la candidata de mayores posibilidades. Y ya se perfila la posibilidad de que su acompañante sea Obama, quien le sigue en las preferencias de los demócratas porque disfruta de fuerte apoyo entre los jóvenes y las minorías. Pero su éxito solo está asegurado si no cometen errores graves, pues el probable candidato republicano y ex alcalde de Nueva York, Giuliani, goza de mucha popularidad. No hay, en consecuencia, una relación directa entre la elección para la Casa Blanca y la del Capitolio.
Dentro de este contexto, lo único incuestionable es el debilitamiento y la soledad crecientes que rodean los últimos días de G.W. Bush como presidente. Dicho fracaso se debe a la derrota de la intervención norteamericana en Irak, que solo ha logrado hacer de los ayatolas de Irán los grandes ganadores, igualmente estrepitoso ha sido el fracaso de la economía neoliberal, que está a punto de provocar una crisis de insospechadas consecuencias, no solo a la economía norteamericana, sino también al sistema económico mundial, evocando así el fantasma de 1929. Bush ha tratado de paliar esta ominosa eventualidad vendiéndoles armas a sus aliados, con lo que ha provocado una escalada armamentista superior a la existente durante la Guerra Fría.
Causante principal de esta grave situación es lo que el presidente Eisenhower llamó “complejo militar-industrial”. Mientras este siniestro complejo siga siendo el poder detrás del trono, la humanidad seguirá en grave peligro. Por desgracia, un eventual triunfo demócrata el año próximo no representa ningún debilitamiento para tan poderosos intereses.
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