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El magnánimo

Vilma Ibarra [email protected] | Miércoles 29 febrero, 2012



Hablando Claro
El magnánimo


Hay que empezar por señalar algo que no siempre resulta obvio para nuestra comprensión de los hechos relativos a la aplicación de la justicia. En muchos países donde los poderes no están separados (más que en la letra muerta de la Constitución, de paso) es posible que el Presidente de la República (aunque dizque proceda en su calidad de ciudadano común) así como ordena una condena a pagos absurdos y desproporcionados y penas de cárcel sin razón ni sentido para amedrentar a la prensa independiente, también puede fácilmente hacer gala de magnanimidad y solicitar luego la anulación de los despropósitos de la injusticia. No porque su magnánimo corazón se lo dicte, sino porque la presión internacional lo acorrala y termina obligándolo a deshacer sus nudos gordianos.
El presidente ecuatoriano Rafael Correa quiere pasar por digno caballero de su propia corte pero no llega a bufón. Acaba de anunciar con grandilocuencia que perdona a tres directores y al exjefe de la sección de opinión del Diario El Universal, Emilio Palacio, condenados a tres años de cárcel y $40 millones de dólares, por una columna de opinión en la que el comunicador acusó al mandatario de haber ordenado disparar contra el hospital donde se acuarteló durante la rebelión policial de setiembre de 2010. Además, en su espléndido gesto, también notifica que desistirá de una querella contra otros dos periodistas que ya habían sido sentenciados en primera instancia a pagarle $2 millones de dólares por supuesto daño espiritual y afectación psicológica debido a la publicación del libro El Gran Hermano, en el que se revelaron los espurios contratos de su hermano Francisco Correa con cuatro entidades estatales.
Todo ello no es más que la última escena de los burdos actos de las obras malhechas de Correa contra los derechos a la libertad de prensa y la libertad expresión, que han sido severamente condenados, entre muchos otros, por el Comité de Protección de Periodistas de Ecuador, la Sociedad Interamericana de Prensa, Reporteros sin Fronteras y las relatorías de libertad de expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH y de la Organización de Naciones Unidas.
De modo que al parecer el Presidente Correa está ahora tratando de desatar sus entuertos antes de que los casos lo alcancen en puertas de la CIDH, que no solo estableció medidas cautelares en el caso Palacio sino que fijó fecha de audiencia para finales de marzo.
Está claro que sus pretensiones de cárcel e indemnizaciones millonarias (aunque fuesen con pretendidos objetivos filantrópicos) no han sido más que artilugios de estado policiaco para amedrentar a la prensa valiente del hermano país andino. Ojalá que los periodistas y medios de comunicación independientes logren erguirse por encima de la autocensura que produce la reiterada afrenta presidencial, sobre todo cuando pregona “perdón, mas no olvido”. Ecuador merece mucho más que una democracia sojuzgada en sus principios fundamentales.

Vilma Ibarra

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