El fantasma de una “trompa”
Alvaro Madrigal [email protected] | Jueves 06 febrero, 2014
Ni Araya ni el PLN tomaron en serio los reparos que generan la corrupción y los efectos negativos de un modelo de desarrollo económico que produce riqueza pero no la reparte
De cal y de arena
El fantasma de una “trompa”
Si el Partido Liberación Nacional hubiera hurgado en los recónditos ámbitos de las razones por las que el ex Presidente Monge Álvarez abandonó las tiendas partidarias; si el PLN hubiera removido los hospederos del cucarachero que le invadió y que denunció Rolando Araya Monge, cuando arrió la bandera que le acompañó en la candidatura presidencial, probablemente se habría alejado del peligroso despeñadero que le amenaza con una caída fatal.
Advertida fue su cúpula del descarrilamiento ideológico y de la devastación de aquellos valores que inspiraron la creación del movimiento y las líneas básicas de su acción política hasta 1986, una vez invadido por connotados neoliberales que cooptaron los órganos de decisión del Partido y de sus Gobiernos para imponer el imperio del “capitalismo salvaje”, por dicha no materializado en todos sus extremos, y luego de que se le abrieran las puertas al reino de los corruptos (los “angulos” en su versión más penosa) con más de un expediente sacramentado por la impunidad y la tolerancia. La marca del travestismo ideológico y de la corrupción (no es exclusivo patrimonio suyo pero sí tiene sinonimia en el colectivo social) coexisten con la conversión del PLN en la maquinaria electoral de la que tanto advirtió Daniel Oduber por sus corrosivos efectos, y conspiran —estos tres elementos políticos— más el descrédito sin precedentes que lleva a espaldas la administración liberacionista que preside doña Laura Chinchilla, para incidir en el resultado que tiene a don Johnny Araya con respiración artificial.
Ni él ni el Partido tomaron en serio los reparos que generan la corrupción, los efectos negativos de un modelo de desarrollo económico que produce riqueza pero no la reparte, que acumula peligrosos índices negativos de pobreza, inequidad, desempleo y desequilibrio en las finanzas públicas, y la incompetente gestión de doña Laura.
Es un enigma el comportamiento del electorado ante un contexto novedoso e inesperado. ¿Seguirá fidelidades partidarias? ¿Priorizará orientaciones éticas? ¿Se mantendrá el repudio casi que personal hacia Araya que dejó ver en las encuestas el ciudadano no liberacionista? ¿Estará presente el temor al tercer gobierno de un partido con los estigmas que acumula y que influyó en el más pobre porcentaje de votos presidenciales y en la elección de la más empequeñecida bancada parlamentaria?
Solo en política y en religión no hay resucitaciones y don Johnny podría protagonizar un milagro. Depende de cómo administre estos dos meses, de que lleve a las urnas al Partido entero y de que convenza al elector desafecto.
Y depende —también— de cómo se conduzca Luis Guillermo Solís, su rival. LGS no está zafo de pifias y una metida de patas (sobreestimación de fuerzas propias, errada medición de los valores del elector ajeno, jactancioso pavoneo) puede hacerle perder “por una cabeza”, la misma pequeña ventaja que sacó el 2 de febrero.
Como en el póquer, el fantasma de una “trompa” siempre está presente.
Álvaro Madrigal
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