El Cablegates
Arnoldo Mora [email protected] | Viernes 10 diciembre, 2010
La divulgación de 250 mil informes enviados por las embajadas de Estados Unidos, dispersas por el mundo entero, a su gobierno, ha sido considerada por este como su mayor amenaza. Ya no es el terrorismo de Bin Laden ni el de los talibanes, ya no es la pesadilla del atentado de las Torres Gemelas, ya no son las armas nucleares reales de Corea del Norte, o las potenciales de Irán lo que provoca el insomnio y despierta las iras y amenazas de las grandes potencias de Occidente, sino WikiLeaks.
Paradójicamente, su propietario, el australiano Julián Assange, es considerado un demonio en Washington pero un ángel en Tel Aviv, pues el Gobierno de Israel fue el primero en lanzar gritos de júbilo ante ciertas revelaciones divulgadas por WikiLeaks .
Sin embargo, el asunto ha sido considerado de tal gravedad que la jefa del Departamento de Estado se ha visto obligada a pasar por la humillación de pedir disculpas ante múltiples gobiernos considerados “amigos”, debido a las expresiones desenfadadas, por decir lo menos, de sus “diplomáticos”(?). Lo cual me ha causado extrañeza, pues lo normal es que todo gobierno considere los informes enviados por sus representantes como su función rutinaria, sin que esto implique que lo acepte todo a pie juntillas; pues se supone que el personal de una embajada goza de la confianza que le permita expresar con toda libertad sus puntos de vista aunque no necesariamente tengan que ser compartidos por los jerarcas, ni menos convertirse en la política en que se inspire la diplomacia de ese país. Se trata tan solo de un elemento más a tomar en cuenta, si bien nada desdeñable.
Es por eso que me ha parecido desproporcionada la incontenible iracundia que manifiestan, no solo el Departamento de Estado, sino el propio Pentágono. Más aún, las amenazas de muerte contra Assange se multiplican. Se le presenta como un depravado sexual, se ponen denuncias en su contra en Interpol, un gobierno como el sueco, que se ha presentado siempre como campeón defensor de los valores democráticos, quiere iniciar un proceso penal en su contra, las empresas privadas, ligadas a WikiLeaks se alejan y se niegan a tener el menor contacto con él, la SIP tan solícita en la defensa la libertad de expresión guarda un sospechoso silencio. Se emprenden acciones policiacas para perseguir a WikiLeaks como si fueran una banda de mafiosos o de terroristas.
Y es que las grandes potencias (?) y los poderosos intereses que se mueven detrás de ellas, se sienten amenazados por alguien que ha puesto al descubierto sus mentiras y los divulga con la entusiasta complacencia de todos los hombres y mujeres del mundo entero.
La fementida “libertad de expresión de las así autodenominadas “democracias occidentales” ha quedado reducida a sus verdaderas dimensiones: termina allí donde comienzan sus intereses estratégicos.
A nadie le preocupa defender las libertades públicas tal como lo prescribe la primera enmienda de la Constitución Norteamericana. Se olvida de manera deliberada que el único derecho éticamente justo es el derecho del pueblo a ser informado verazmente.
El argumento de que hay razones de defensa nacional de por medio no es más, con demasiada frecuencia, que una excusa para confundir la defensa de los intereses del grupo en el poder con los intereses supremos de la Nación.
Gracias a la revolución en la comunicación que se da en Internet hoy WikiLeaks ha desnudado ante el mundo esta vergonzosa manipulación de los valores auténticamente democráticos.
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