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El arte de procrastinar

Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 14 enero, 2013


No es la simple y vergonzosa pereza, no. Es algo más profundo, más complejo. No se trata de no hacer nada sino de, en lugar de realizar la tarea indispensable, dedicarnos a otra más divertida


El arte de procrastinar

Confieso que hasta finales del año que acaba de concluir desconocía el significado de la palabra procrastinar. Mi hija Manuela me explicó su etimología cuando compartió conmigo su mayor propósito para el año 2013: dejar de procrastinar.
Estaba segura que se trataba de alguno de esos anglicismos a los que mis hijas son tan propensas. Pero no: es un término de origen latino en el que el “pro” es adelante y “crastinus” referente al futuro. Es decir: posponer algo para mañana.
No es la simple y vergonzosa pereza, no. Es algo más profundo, más complejo. No se trata de no hacer nada sino de, en lugar de realizar la tarea indispensable, dedicarnos a otra más divertida.
Si lo pensamos bien: ¡procrastinamos permanentemente! Es más: lo acabo de hacer mientras escribía este artículo: revisé mis correos. Lo hice en la mañana cuando sonó el despertador y decidí dormir 15 minutos más. Ayer, cuando en vez de ir a caminar leí el periódico largamente. Nuevamente ahora: respondí una llamada telefónica que debí dejar para el futuro.
Obviamente el empleado de una fábrica, la cajera del supermercado, el obrero de la construcción no pueden procrastinar en su trabajo. Lo realizan o son despedidos. Pero los burócratas siempre pueden dejar el papeleo para un futuro cercano o lejano.
Los trabajadores independientes somos tan adictos a procrastinar que da miedo. O ansiedad. O pánico. Todo junto.
Tengo que escribir mi columna y entregarla antes de las tres de la tarde de los viernes. Siempre trato de hacerla los jueves para leerla con calma al día siguiente y darle una última revisión. A veces procrastino y me siento al mediodía del viernes con la angustia atascada en la garganta.
Debo cocinar todos los días, pero durante las vacaciones de Vale y Manu el horario de almuerzo puede variar de la una a las cinco. Procrastino.
¿Escoger entre escribir una obra de teatro, ordenar el clóset o la oficina, responder correos, preparar una clase? Decisión difícil que me impulsa a procrastinar de nuevo y… ser dramaturga. Viviré un poco más en el desorden, contestaré mi correspondencia luego, y ni modo, no podré posponer por mucho tiempo la temática académica.
Y sí, aún procrastino dejar el cigarrillo, bajar cuatro kilos, nadar de nuevo, acostarme y levantarme temprano.
Hay procrastinaciones mejores que otras. En lugar de cumplir con las obligaciones, leer un buen libro, ver una película fundamental, compartir con las amigas, disfrutar de un buen momento, ¿no debería tratarse de eso la vida?
No siempre. Porque es imposible procrastinar el pago de la luz, el agua, el teléfono, los impuestos municipales, la comida sin que haya consecuencias serias. Así que vamos, dejemos la procrastinación de lado y… ¡a trabajar!
No debo quejarme, pude procrastinar desde el 26 de diciembre hasta el 1° de enero sin culpas. Sin embargo ya empezó el año y había acordado dejar la procrastinación de lado. Bueno, ahorita empieza el nuevo año chino, el de la Serpiente. Buen momento para mejorar el arte de procrastinar. O para dejar de hacerlo.

 

Claudia Barrionuevo

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