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COLUMNISTAS


El aislamiento internacional de Arias

Arnoldo Mora [email protected] | Martes 25 septiembre, 2007


No hace mucho hacía alusión en este mismo espacio a la conocida novela “El Otoño del Patriarca”, de García Márquez. En esa obra el popular Gabo considera que la soledad y el aislamiento en que vive envuelto un gobernante latinoamericano autoritario y arrogante constituye, no solo su destino personal, sino su mayor y más grave castigo. Este castigo es producto, no tanto de una enfermedad cuanto de sus actitudes políticas. En mi artículo anterior, hacía estas consideraciones a propósito de la situación que vive G.W. Bush en sus últimos años de gobierno.

Sin ánimo de provocar forzadas comparaciones, pienso que, cuando apenas lleva año y medio de gobierno, a Oscar Arias le podría estar ocurriendo algo similar. Para evitarlo en el ámbito interno, lo que hace es asimilar su actividad de Jefe de Estado al de un candidato en campaña. Va a todas las comunidades a alzar chiquitos y besar viejitas, prometiendo el oro y el moro con el fin de hablar de las supuestas bondades de un TLC que él se ha encargado de convertir en su único programa de gobierno. Pero, no siempre le va bien, como le sucedió el pasado 15 de Setiembre en Cartago, cuando sus palabras —sospechosamente breves—, tuvieron como fondo musical un sonoro e ininterrumpido torrente de silbidos. No sé qué truco habrá de inventar para romper su ostracismo doméstico cuando se acabe la campaña del TLC.

En donde el aislamiento de nuestro flamante Premio Nobel de la Paz es patético y cada vez más grave, no solo para su ego personal, sino y, sobre todo, para la imagen del país que, más para mal que para bien, Oscar Arias momentáneamente encarna, es en el ámbito internacional. El incalificable error diplomático que acaba de cometer recurriendo a un chiste de mal gusto aplicado al hermano pueblo argentino y que provocó la inmediata, airada y plenamente justificada reacción, no solo de los residentes argentinos, sino de todos los costarricenses sensatos, es una muestra de lo dicho. Pero no es la única.

Desde su tortuoso regreso a Zapote, Oscar no ha hecho sino multiplicar palabras y gestos que lo hacen cada día más insoportable ante sus colegas de la región. En Campeche recibió un bofetón de Felipe Calderón. En sus relaciones con Ortega, luego de agraviarlo, tuvo que humillarse e ir a visitarlo en Managua. Con esa ocasión, no solo el mandatario nicaragüense, con quien tiene diferencias ideológicas, sino también los máximos representantes de la Democracia Cristiana de Guatemala y El Salvador tuvieron fuertes discrepancias, pues unos y otros lo acusan de haberse apropiado para beneficio exclusivo individual de un Premio Nobel, que debió ser compartido con quienes tuvieron los primeros la iniciativa del Plan de Paz de Esquipulas. En consecuencia, el encuentro conmemorativo celebrado en Managua, lejos de unir a la familia centroamericana, reabrió viejas heridas.

Finalmente, el chiste inoportuno y de mal gusto de Arias sobre los argentinos no hace sino producir el mismo efecto de aislamiento en toda América del Sur. ¿Es de esta manera como Oscar pretende que voten por Costa Rica y no por República Dominicana para elegir próximamente un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas?

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