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COLUMNISTAS


“El silencio es el verdadero crimen contra la humanidad”

Marilyn Batista Márquez [email protected] | Martes 19 octubre, 2021


Hace treinta y tres años que llegué a esta noble tierra en donde me acogieron como amiga, familia, colega. Mi primer “choque” cultural fue ver como el presidente del país recorría la avenida principal con la bandera de Costa Rica, liderando una muchedumbre que vertía derroches de alegría y orgullo por el memorable gol de Luis Gabelo Conejo en Italia 90. Fue tan grande la algarabía, que pensé que Costa Rica había ganado el mundial. Ese mismo día entendí cuán poderoso era el fútbol en esta sociedad, como lo es el boxeo en mi primera patria.

En el año 2000 presencié las protestas populares y avasalladoras contra la “Ley para el Mejoramiento de los Servicios Públicos y Telecomunicaciones y la participación del Estado”, mejor conocida como el “Combo ICE”, un evento histórico y probablemente la serie de protestas sociales más significativas de tiempos recientes en Costa Rica.

Desde mi oficina en aquel entonces, observé las marchas y manifestaciones masivas, en el mismo lugar que me permitió ver la bandera de Costa Rica ondeando por el excelente desempeño de su Selección Nacional. Todos los medios de comunicación al unísono brindaban cobertura a los bloqueos de calles, huelgas de hambre de algunos estudiantes y enfrentamientos violentos entre la policía y los manifestantes. Aunque el Tribunal Supremo de Elecciones convocó a una serie de mesas de diálogo para poner fin al conflicto, finalmente fue la Sala Constitucional la que concluyó el diferendo, al declarar inconstitucional el proyecto.

Luego en el 2007 viví las manifestaciones en contra y a favor del referéndum sobre el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana, CAFTA. Ambos bandos trabajaron sus propias campañas de publicidad y acciones para expresar apoyo o rechazo. El día que se convocó a la votación, no se reportó ningún incidente violento. Ganó el Sí a la pregunta ¿Aprueba usted el Tratado de Libre Comercio República Dominicana, Centroamérica-Estados Unidos? La opinión pública -como argumentó el escritor norteamericano Charles Dudley Warner-, es más fuerte que el poder legislativo, y casi tan fuerte como los diez mandamientos.

En el 2011 y 2012, las protestas y huelgas de diferentes sectores como taxistas y autobuseros, sindicatos de anestesiólogos y el de Japdeva fueron notorias, aunque no bien articuladas como las marchas del Combo ICE y el TLC.

Más reciente presencié las marchas sindicales del 2018, en la que se declaró una huelga indefinida como acto en contra del proyecto de reforma fiscal, impulsado por el Poder Ejecutivo en la Asamblea Legislativa. La huelga, que duró 93 días, registró enfrenamientos entre policías y huelguistas y daños a infraestructura y edificios estatales, pero terminó debilitándose hasta que el último grupo sindicalista abandonó el movimiento.

Este país, que se ha caracterizado por ciudadanos no violentos – no mensos- ha sabido levantarse cuando se siente en peligro, oprimido, maltratado y dolido. Ha levantado su voz en forma enérgica en contra de leyes que ha considerado injustas, ha repudiado las ocurrencias que afectan nuestra estabilidad política, ha atacado las acciones económicas que van en detrimento de los que tienen menos recursos y de actos de corrupción que han mancillado la democracia, como también ha izado su bandera para recibir con beneplácito a una nadadora con medalla de oro olímpica, una boxeadora con el título mundial superwélter y a un Nobel de la Paz.

Dijo el historiador romano Suetonio, que en un Estado verdaderamente libre, el pensamiento y la palabra deben ser libres. Pero ahora Costa Rica duerme, con una dosis de opio más potente que la religión a la que aludía Karl Marx. Nos tienen amordazados, encerrados, callados bajo el precepto de salubridad y bien común, proscribiendo la protesta social pacífica, que es un elemento esencial para la existencia y consolidación de sociedades democráticas. La seguridad ciudadana, más allá de buscar el bien común y la gobernabilidad, se ha convertido en una espada de Damocles sobre la economía.

Este opio nos ha hecho olvidar que hay muchas otras formas de protesta social; que el golpe más duro es la verdad reiterada y la marcha más fuerte y multidimensional se encuentra en las redes sociales.

No podemos -ni debemos- mantenernos en silencio ante el desempleo históricamente más alto que vivimos y que ocupa el primer lugar de la desocupación entre los países de la OCDE y entre los latinoamericanos y del Caribe.

No podemos -ni debemos- mantenernos callados cuando todavía estamos atravesando por el peor déficit fiscal de nuestra historia, que existe mucho antes de la irrupción de la pandemia.

No podemos -ni debemos- mantenernos inmutables cuando carecemos de acciones reales de reactivación económica, y se pretende exigir un carné de vacunación como requisito para ingresar a comercios, sin que de previo se modifique el horario de la restricción vehicular sanitaria y se elimine los aforos.

No podemos -ni debemos- mantenernos reposados cuando nos damos cuenta que a una gran parte de la población el dinero no le alcanza para poder pagar el alquiler o la hipoteca de la casa, los alimentos y los servicios públicos.

Protestemos pacíficamente, exigiendo mejoras observables en el empleo, la renta y otras variables que componen el crecimiento económico, porque alzar la voz y disentir juega un papel central en la defensa de la democracia y los derechos humanos.

Y como la Democracia de La Calle está ausente, atrapada entre la legalidad, el oportunismo y la desidia, replico las palabras de la poeta Nadezhda Mandelstam: “Decidí que era mejor gritar. El silencio es el verdadero crimen contra la humanidad”.

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