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El monopolio; su mentira neural y el existencialismo humano

Juan Diego Sánchez Sánchez [email protected] | Martes 28 enero, 2020

Juan Diego Sánchez

La economía de mercado suele ser analizada en función de las figuras económicas que agrupan a los oferentes y demandantes, observándose acá dos opuestos intrínsecamente antagónicos. Primeramente, en un enfoque liberal en su máxima expresión, se cuenta con la competencia perfecta, en donde básicamente se tiene una cantidad amplia de empresas que ofertan sus productos y servicios, para una cantidad considerable de demandantes. Mientras que, en su figura opuesta, el monopolio, con un enfoque no liberal o estatal, se cuenta con un solo oferente, quien tiene control absoluto de la venta de un producto o servicio para todo el mercado.

Sin duda el tema del precio y la calidad en el primer caso responde más a un aspecto de oferta y demanda pura, en donde los consumidores cuentan con un poder de negociación y de exigencia, esto pues, si un determinado oferente no desea vender sus productos a un precio competitivo y a una determinada calidad exigida por el mercado, el individuo en cuestión, simplemente elige otra empresa a quien comprar sus productos en aras de satisfacer su deseo de consumo. Ahora bien, en el enfoque monopolista de mercado, se tiene un solo oferente, quien prácticamente tiene el dominio y señorío absoluto sobre el precio y la calidad ofertada, y en caso de que un determinado consumidor no esté de acuerdo, pues no tiene más opción que simplemente adquirir el producto en los términos del oferente monopolista, o bien no comprarlo del todo.

El análisis anterior es dado desde una óptica estrictamente de la conducta económica; sin embargo, al analizar esta desde un punto de vista neural -es decir de la conducta cerebral de la persona- se observa lo siguiente: en términos del mercado de la competencia perfecta puede detallarse la existencia de una decisión de compra, la cual puede ser basada en factores racionales, o emocionales, los primeros ligados al cerebro denominado Neo córtex, encargado de generar los procesos de pensamiento analítico, mientras que para los segundos, su asociación es con el cerebro denominado Límbico, encargado de la generación de las emociones y la segregación de los neuroquímicos responsables de estos factores emocionales.

Puede señalarse acá también la existencia del proceso denominado como sinapsis, en esencia es una especie de contacto entre neuronas cerebrales, presentándose los procesos presinápticos (primeras impresiones), sinápticos (análisis medios) y postsinápticos (análisis racional profundo), estos últimos más presentes en procesos donde exista la posibilidad de elección, los cuales también pueden asociarse al lóbulo frontal y a la corteza prefrontal, encargados de gestionar los procesos ligados al sentido común y lógico de la persona, que pueden incluso operar de forma contraria a aquellos dados en el cerebro Instintivo (mal llamado reptiliano), ligados al bulbo raquídeo.

Cabe señalar que si se observa el cerebro con esta división, se detallarían una especie de capas, con el cerebro Instintivo de primero, seguido por el Límbico y finalmente el Neo córtex.

Puede definirse que un consumo asociado a un mercado de competencia perfecta parece denotar procesos más de corte postsináptico, basados en una decisión de consumo neocortesiana (racional), o bien límbica (emotiva), esto dependiendo de la elección propia del consumidor, pues en esencia, la competencia perfecta brinda al consumidor esta oportunidad, entiéndase que la decisión sea racional o irracional, (ligadas respectivamente a una postsinapsis o bien, de ser emotiva a una presinapsis). Decisión que es entendida como una capacidad inherente a la persona, y no se torna en un consumo forzado.

Por otra parte, en cuanto a la figura del monopolio, la conducta neural de la persona parece denotar lo contrario, esto pues en esencia, aquí no se tiene posibilidad alguna del ejercicio de decisión por parte de la persona, por lo cual el consumo termina siendo generado por factores en extremo instintivos, donde el patrón cerebral termina activando químicos incluso ligados al miedo, al enojo o apego, tales como la noradrenalina u oxitocina, sin uso alguno del factor racional, pues aunque quisiera activarse el Neo córtex o el sentido común, la decisión es inexistente, de forma que la decisión de compra termina siendo presináptica y mecánica, removiendo del ser humano uno de los elementos esenciales de la misma existencia, el libre albedrío.

Es con base en este último punto que se plantea la noción referente a que la existencia de un monopolio en la oferta remueve la capacidad de elección del ser humano, la cual es propia de la condición humana, aspecto que es compartido por diversas filosofías sociales y teológicas, por lo cual se estaría ante una coacción indirecta hacia al ser humano, donde se le obliga a no razonar y a no usar su capacidad de elección. Esto podría señalar que, hasta cierto punto, menoscaba la dignidad de la persona, pues debe recordarse que la afectación de la libertad del individuo, dada en cualquier forma, es una afectación directa a sus mismos derechos, lo que permite señalar que claramente un monopolio, público o privado, sin duda genera una falacia neural en las personas, y menoscaba el libre albedrío, ergo la dignidad humana.

Dr. Juan Diego Sánchez Sánchez, Ph.D.

Asesor empresarial, profesor universitario e investigador






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