El lamentable estado de la educación pública
Miguel Angel Rodríguez [email protected] | Lunes 25 octubre, 2021
Recientemente el Programa Estado de la Nación publicó el Estado de la Educación 2021, que por supuesto recalca los graves efectos negativos de la covid-19 sobre los resultados de la enseñanza pública. Este daño a nuestros estudiantes se suma a los perjuicios para la formación de nuestros estudiantes que ya habían causado las huelgas de 2018 y 2019, y se prolongan este año en que no se ha vuelto a clases presenciales, sino que ellas alternan y ocupan menos tiempo del curso lectivo que diversas modalidades de enseñanza a distancia, que de nuevo vienen a dificultar el aprendizaje de los alumnos. Para colmo de males, los estudiantes de familias pobres que son quienes más necesidad tienen de desarrollar habilidades para surgir en los mercados laborales y en sus relaciones sociales, son quienes menos facilidades tienen para poder acceder a aprendizaje por medios digitales por falta de conectividad y de equipamiento en sus hogares, y en las escuelas más remotas. Eso torna aún más negativo el perjuicio causado por huelgas y pandemia.
En agosto de 2020 el Programa Estado de la Nación con colaboración del MEP realizó una encuesta con la participación en línea de 42.074 docentes de centros educativos públicos en todo el país. Ese estudio determina que un 2% de los docentes (751 personas) no tenían acceso a Internet y un 25% solo con conexiones inestables. La mayoría de los docentes no tiene formación en herramien¬tas virtuales. Además, se determina que un 4% de los docentes no habían tenido ningún contacto con sus es¬tudiantes y que la mayoría de las profesoras y maestros no habían tenido contacto con todos sus alumnos.
Extendiendo los cálculos efectuados el año pasado para dimensionar el costo de la pérdida de lecciones en 2020 para incluir las huelgas de 2018 y 2019 y la asistencia parcial a lecciones este año, es fácil concluir que los estudiantes han perdido el equivalente a más de un año de estudios.
Si no se repone esta pérdida, y dado que las mediciones internacionales de dominio de habilidades PISA ya demostraban que en Costa Rica los jóvenes de 15 años en promedio tienen un atraso equivalente a año y medio de estudios respecto al promedio de la OCDE, estaríamos en las funestas condiciones de que nuestros estudiantes tendrían dos años y medio de menor formación.
Pero a pesar de este gran perjuicio a nuestros estudiantes y a las futuras generaciones de trabajadores, muy atinadamente el Estado de la Educación 2021 en su Valoración General plantea: “que los retrocesos educativos no pueden achacarse a la disrupción creada por la pandemia. Ciertamente, esta agravó los problemas, pero, como se ha documentado en ediciones anteriores, el sistema educativo en los niveles de preescolar, básico y diversificado venía mostrando desempeños inerciales, sin resolver problemas de fondo: una evolución inadmisible a la luz de la inversión pública que Costa Rica hace en este ámbito. Sin duda, la grave situación descrita tendrá repercusiones sobre el acceso y logros de la educación universitaria en pocos años y, más en general, en la preparación de estudiantes para desenvolverse dentro y fuera del mercado laboral debido a su mala formación y la exclusión educativa”.
Algunas personas hemos venido escribiendo mucho sobre las dificultades por las que atraviesa nuestro sistema de educación pública. En la edición de Julio- Diciembre de este año de Logos, La Revista Académica de Lead University, publiqué un artículo uniendo varios de mis escritos sobre este tema. Pero a pesar de las ocho ediciones que desde 2016 se nos han presentado del Estado de la Educación y de los esfuerzos de quienes por años venimos insistiendo en este tema, estoy convencido de que la mayor dificultad que enfrentamos en este campo es que la mayoría de los costarricenses están convencidos de que tenemos un insuperable sistema educativo.
En todas esas fuentes se encuentran muchísimas propuestas para resolver los atrasos de nuestro sistema de enseñanza: preparación, selección, apoyo inicial, evaluación y recapacitación de los docentes; dedicar el tiempo de los docentes a impartir las lecciones y a prepararlas; trabajo más participativo, actitud más crítica y tareas en grupo para los alumnos; descentralización del MEP y modernización de sus sistemas administrativos; finalmente interconectar con banda ancha las escuelas y acelerar los programas para facilitar la conexión a internet y dotar equipos a los estudiantes de las familias en pobreza.
Desde hace más de los 200 años que celebramos de nuestra independencia, nuestros antepasados tuvieron claro que el principal instrumento para crear progreso compartido es una muy buena educación pública.
Sería lamentable que en esta campaña política los candidatos soslayen estos temas para tratar de ganar el voto de algunos interesados en que no haya cambios.
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